Un lamentable Barça salva milagrosamente un punto en Anoeta

La Real torturó al campeón con un excelente partido, aunque se estrelló contra la madera y un gol que era legal y fue mal anulado

Neymar, caído sobre el césped de Anoeta

Neymar, caído sobre el césped de Anoeta / periodico

MARCOS LÓPEZ / SAN SEBASTIÁN

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¿Sabía el Barça que el partido comenzaba a las nueve menos cuarto de la noche? ¿Sabía, además, que la Real, un equipo que hace la presión ordenada y exquisitamente trabajada le iba a torturar? No, no existen precedentes de 45 minutos tan indignos, incapaces de encontrar salidas y, sobre todo, dejando una mísera imagen. Acabó el campeón festejando irse al descanso con el 0-0 después de que Eusebio Sacristán, el técnico que, según algunos sabios, no servía para el Barça B, dirigiera una fantástica exhibición donostiarra. A la Real le faltó el gol, pero aún así Anoeta se puso en pie para despedir a un equipo que homenajeó al fútbol. Y se puso de pie al final, pese al 1-1 de un partido que mereció ganar. El milagro existió para el Barcelona, que se llevó un punto. De puro milagro, todo hay que repetirlo.

Toque, paciencia, control, gobierno, jerarquía, inteligencia con y sin balón, presión en la primera línea, llegadas por las bandas, interiores que aparecen, laterales que se incorporan… No, no es el Barça. Ni mucho menos. Era la Real de Eusebio, un equipo que daba gusto ver. Incluso a los culés, por muy enfadados que estuvieran, y lo estaban mucho renegando, y con razón de ese Barcelona gris, plomizo, espeso, vulgar, que no disparó ni una sola vez a la portería de Rulli.

MAJESTUOSA REAL

 Era una majestuosa Real, atrevida, valiente y, por encima de cualquier consideración, llena de un gran orden. Sabía lo que quería. Y, sobre todo, sabía cómo debía hacerlo. Todo lo contrario que un irrelevante Barcelona, que no entendía nada de lo que sucedía. Ni la importancia del partido, ni la dimensión del rival ni, por supuesto, esa maldición de Anoeta. Andaba desnudo el equipo de Luis Enrique, superado en todas las áreas del campo. Desde la pizarra hasta la ejecución. Desde el banquillo hasta el último de los jugadores.

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Curiosamente, una vez iniciada la segunda parte, se pensó que el Barça ya habría intuido que el partido estaba en marcha. Ni así. Un catálogo de errores propició el primer gol de la Real. Y único. Un saque largo de Rulli, el meta del equipo donostiarra, desarmó al Barça por una sucesión de fallos. Nadie cazó el primer balón aéreo. Tampoco Mascherano estuvo atento en la cesión hacia atrás para Ter Stegen, que bastante tuvo con salvar el primer disparo de Vela, aunque el premio, más que merecido de la Real, llegó con el cabezazo de William José, que no pudo despejar Piqué.

NEYMAR, CABALGA; MESSI, EMPATA

De pronto, Eusebio y sus chicos tenían lo que habían merecido. Quizá demasiado poco premio para tan maravilloso encuentro. Cada minuto era una tortura para los azulgranas hasta que un fogonazo de Neymar que cabalgó por la banda izquierda como si le fuera la vida permitió descubrir que Messi no necesita muchas balas. Primer disparo a puerta del 10, primer gol del Barça. Era un momento para la esperanza, pero de nuevo cundió el desánimo. Pero, sobre todo, cundió el caos.

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En realidad, había sido así desde el primer instante. Entre la madera, que escupió dos venenosos disparos de Vela, y un gol que era legal, mal anulado a la Real, se le escapó la victoria. Pero no existe mayor drama para el campeón que no reconocerse a sí mismo. Ni una caricatura de Barcelona. Terminó suplicando la hora, pidiendo, por favor, que se terminara otra noche maldita en Anoeta. Maldita porque el Barça jamás fue el Barça. Mal presagio con el clásico a la vuelta la esquina y el Madrid ya a seis puntos, mientras el campeón se va desangrando en un triste inicio de Liga. 

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