El Barça no disfruta

La inesperada derrota con el Madrid ensombrece una noche marcada por la emoción del homenaje a Cruyff

Los jugadores del Barça, abrazados en el centro del campo durante el minuto de silencio

Los jugadores del Barça, abrazados en el centro del campo durante el minuto de silencio / periodico

DAVID TORRAS / BARCELONA

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La magia se desvaneció y el Camp Nou pasó de la gallina de piel a la resignación de una derrota más dolorosa por simbólica que por peligrosa. Una de las noches más emocionantes que se ha vivido en el estadio, con la figura y el recuerdo de Johan Cruyff golpeando los corazones de todos los culés, se cerró en silencio, sin que nadie alzara la voz porque la cita no merecía ni un mal gesto. Pero el día en que el Barça debía honrar la memoria de quien le marcó el camino, acabó alejándose de esa hoja de ruta, perdido y desordenado, a cada paso más lejos del balón, y un Madrid que empezó dando lástima,  volteó el partido y el ánimo de un Camp Nou desengañado. Salió el Barça a disfrutar, pero, por un día, no lo hizo.

 Los culés entraron con el pecho hinchado y salieron  con la cabeza gacha, tratando de asumir sin dramatismo el doble golpe moral que sufrieron. No solo fue una derrota en el campo, también lo fue emocionalmente. Y se pusieron a hacer cuentas. La Liga sigue a la vista pero habrá que pelearla hasta el final con más determinación de la que mostró el equipo en el clásico. El Atlético está a 6 puntos y el Madrid a 7, una valiosa distancia de seguridad, pero suficiente para desbloquear la máquina de propaganda blanca y montar el ruido que tanto les gusta hacer. Hay Liga, será el nuevo eslógan, y la hay. Con siete jornadas por delante, hay mucho que jugar. 

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 Hubo un momento en que el Camp Nou estaba listo para abrir el Periscope de la mano de Piqué, autor del gol que parecía la sentencia a todo, y ponerse a sonreir y lanzar mensajes eufóricos ante la cámara como hizo botando entre cánticos y mofas a Cristiano. Era el guión perfecto. Piqué, el enemigo número uno, mandando al Madrid a las profundidades, a 13 puntos.

NI CONTRA 10

Pero las buenas sensaciones, el aura que flotaba en el aire, con las imágenes de Johan y sus mensajes en boca de todo el dream team, uno detrás de otro, y ese 1-0 que además dejó a Pepe retratado, se perdieron en un final inesperado en una noche tan especial. En 20 minutos el Madrid lo mandó todo al garete ayudado por la apatía azulgrana, incapaz de dar un paso al frente y recuperar las señas de identidad. Ni siquiera el dibujo siguió el trazo del 4-3-3 y el partido pasó a jugarse a campo abierto, con el equipo roto de arriba a abajo. Y con 10, tras la expulsión de Ramos que pudo ser expulsado unas cuantas veces.  

El fútbol estuvo muy lejos del que le gustaba a Cruyff. No hubo rastro del tridente, ni de Messi, extrañamente invisible y que dejó pasar la ocasión de adornar el homenaje con su gol 500. Suárez falló un gol que el Camp Nou entero podía marcar y, por un día,  Neymar pareció torpe. Y, en medio, un arbitraje que condenó al Barça al principio  y que propició una imagen del pasado, con la grada mostrando cartulinas blancas, ahora que hace  tiempo que ya no va al campo con pañuelo.

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  «Gràcies, Johan» fue el mensaje unánime, enarbolado por todos los culés, entre ellos algunos de los que nunca se las dieron en vida, más bien al contrario, y que figuraron para cumplir el papel en el palco. La zona noble puso en fila a los presidentes, con Rosell y Laporta uno en cada punta, en una metáfora de la ruptura que ha sufrido el club en estos últimos tiempos y cuyas heridas siguen supurando.

LEJOS DE SU MEJOR IMAGEN

Ahí estaba también Florentino, una de las grandes víctimas del cruyfismo, sino la mayor, del legado que dejó Johan y que ha acabado dando la vuelta a la historia de unos y otros hasta colocar al Barça muy por encima del Madrid. Paradójicamente, el día de su homenaje ese cara a cara siguió un camino distinto. Pero la derrota no altera la historia reciente ni la hegemonía azulgrana. Y tampoco debería alterar el futuro ni la sensaciones que acompañaban al campeón de que el triplete es posible. 

 Esa doble vida no se escenificó anoche como ocurrió en el Bernabéu con un Barça muy lejos de su mejor imagen y que sorprendentemente se vino abajo. Más conformista de la cuenta, el equipo jugó en un tobogán, demasiado irregular, contagiado por el extraño papel de este clásico, sin mucho por lo que pelear, con la Liga tan a tiro para unos y tan imposible para otros antes de jugar, y a las puertas de la Champions. 

 «Si tú tienes la pelota, no la tiene el rival», era el primer mandamiento de Cruyff. El Barça ha cumplido este dogma escrupulosamente en muchos clásicos, en medio de bailes inolvidables, de rondos interminables, y con esa sensación se abrió el partido cuando todavía resonaban las palabras de Johan en boca de Koeman, de Stoichkov, de Guardiola, de Laudrup, de Zubi, de todos sus apóstoles. En cuanto perdió de vista el balón, se rompió el hechizo. Pero lo recuperará pronto. Y reparará este pecado. Messi, el primero.