El Estatut de la convivencia

25/10/1979. EL PERIÓDICO publicó este editorial el día en que se aprobaba en referendo el primer Estatut de autonomía de la democracia. Era un canto ilusionado tras el fin del Estado centralizado.

Aspecto de la manifestación en la plaza de Sant Jaumea favor del Estatut.

Aspecto de la manifestación en la plaza de Sant Jaumea favor del Estatut.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Para Catalunya hoy finaliza una larga etapa de sometimiento al centralismo. España recuperó la democracia, pero quienes vivimos aquí aún no habíamos recuperado la autonomía descentralizadora. Con la aprobación popular del Estatut nos reencontramos con nosotros mismos: somos un pueblo plural, con instituciones propias, enmarcado en un Estado amplio, consciente de los derechos y deberes que comporta la justicia y la solidaridad hacia los otros pueblos de España. Somos eso, todo eso. Cada uno de los elementos definitorios es inseparable de los demás.

Hoy debemos dejar de hablar de los años del franquismo. Se impone el punto final, el enterrado y bien enterrado. Hemos desfilado delante de las urnas cinco veces, acompañados de los demás españoles, para asentar la democracia (el referéndum de la reforma, las primeras legislativas, el referéndum constitucional, las segundas legislativas y las elecciones municipales). Ahora nos corresponde el derecho de hacerlo solos y para una cuestión estrictamente nuestra. El referéndum de hoy cierra el ciclo: los que vivimos en España recuperamos primero nuestra condición de hombres libres, y los que vivimos en Catalu-nya asumimos ahora la posibilidad de refrendar nuestra condición de catalanes.

Los partidos políticos han repetido hasta la saciedad que el Estatut es una herramienta para construir el futuro. Nosotros concretamos más: el Estatut es una herramienta modesta que si la manejamos bien todos los que vivimos en Catalunya, los nacidos aquí y los nacidos fuera, los adinerados y los trabajadores, los de derechas y los de izquierdas, los jóvenes y los mayores, construirá convivencia. La palabra es menos rimbombante. Su alcance es más limitado. Pero nos atrevemos a decir que también es más exacta. Porque los que vivimos en Catalunya somos pragmáticos por esencia y no podemos caer en el error de pensar que este Estatut es una varita mágica que va a aclarar todos los nubarrones que hay sobre el futuro. El futuro depende, además de este texto nuestro, del final de los odios en el resto de España, de la consolidación del sistema democrático a nivel de Estado, de la erradicación de esa violencia que anteanoche volvió a enseñar las orejas en el túnel de la calle Vilamarí, de la solución de la crisis económica que lastra a Occidente, de la ductilidad para encontrar una receta social que haga más justa la situación colectiva...

El Estatut, frente a todo eso, es un arma de convivencia. Si las parcelas de autogobierno funcionan mejor a partir dé ahora que bajo el centralismo castellano, los ciudadanos de Catalunya estaremos en mejor situación para luchar contra los problemas de nuestro tiempo y para responder a todos los desafíos. Es el punto de arranque para la convivencia indispensable. ¡Ay de Catalunya si no asume la autonomía como un arma integradora de todas sus pluralidades!