Visita oficial

El Papa elude cualquier mención directa a los rohingyás

El Pontífice se limita a pedir respeto para todos los grupos étnicos, "sin excluir a nadie"

El Papa Francisco y la líder birmana Aung San Suu Kyi en Rangún.

El Papa Francisco y la líder birmana Aung San Suu Kyi en Rangún. / periodico

Adrián Foncillas

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Les quitaron su país, sus derechos y hasta su nombre. Ni el líder de la Iglesia católica ni una Nóbel de la Paz han mencionado hoy a los rohingyás, probablemente el grupo étnico más masacrado del momento. El amontonamiento de alusiones oblicuas del Papa Francisco y Aung San Suu Kyi fue tan diplomáticamente ejemplar como moralmente reprochable. Francisco partirá de Birmania con sus primeros jirones como defensor de los oprimidos en general y de los refugiados en particular.

El Papa ha exigido "el respeto para cada grupo étnico e identidad". "El arduo proceso de construir la paz y la reconciliación nacional sólo puede avanzar a través del compromiso de la justicia y los derechos humanos", ha continuado. Suu Kyi, lideresa birmana de facto, ha afinado algo más revelando la provincia de origen de los rohingyás: "Cuando abordamos viejos problemas sociales, económicos y políticos que han erosionado la confianza, el entendimiento, la armonía y la cooperación entre diferentes comunidades en Rakhine, el apoyo de nuestra gente y los buenos amigos que nos quieren ver triunfar ha sido inestimable". El momento álgido de la visita papal de seis días a Asia se resolvió con una concatenación de eufemismosBirmania y el Vaticano

Birmania no quiere a los rohingyás en su territorio ni en su léxico. La palabra es tabú y se alude a ellos como inmigrantes bengalís. Suu Kyi sólo la pronuncia al referirse al Ejército Rohingya de Salvación Arakan, el grupo insurgente armado. El Papa había sido alertado de que la mención arruinaría sin remedio el clima e incluso su cardenal en Birmania, Charles Maung Bo, y el exsecretario general de la ONU, Kofi Annan, le recomendaron evitarla.

Durante toda la semana se especuló si pesaría más el respeto debido del invitado o sus promesas de una nueva era en la Iglesia. Fin del misterio.

Las atenuantes del Pontífice

El Pontífice acumula atenuantes: ha ido mucho más lejos que sus predecesores en cuestiones espinosas, ya se solidarizó sin circunloquios con "los hermanos rohingyás" en agosto cuando se recrudeció su éxodo, se reunirá esta semana con una delegación de refugiados en Bangladés y urgía proteger a su minoritaria grey de unos militares que ya la persiguió en el pasado. Un desaire a domicilio podría haber complicado la delicada paz social de un país con más de un centenar de etnias y desangrado durante décadas por conflictos. La 'real politik' o la prudencia han aceitado un silencio que decepciona a las organizaciones de derechos humanos. Human Rights Watch habló ayer de "oportunidad perdida".

La factura no será barata para un líder religioso que había nadado a contracorriente en la tradición pusilánime de la Iglesia con audaces denuncias de los genocidios armenio o ruandés. Suu Kyi conoce el paño. El antiguo epítome de la lucha contra la opresión sufre hoy campañas para que devuelva el Premio Nóbel de la Paz y ayer mismo le fue retirado por unanimidad el galardón a la Libertad de Oxford por su tibieza con los rohingyásretirado unanimidadgalardón. También Suu Kyi presenta atenuantes: no debe de ser fácil pilotar un Gobierno presuntamente civil bajo la bota militar.

El General Min Aung Hlaing había negado el día anterior al Papa que exista discriminación religiosa en Birmania. El Ejército "está esforzándose en restaurar la paz", le prometió el arquitecto de la represión a los rohingyás al Pontífice en una breve reunión calificada de cortesía. Las documentadísimas tropelías de los últimos meses son falsas, aclaró.

La comunidad internacional lo ve diferente. La ONU y Estados Unidos han denunciado la limpieza étnica y Amnistía Internacional habla de crímenes contra la humanidad.  Más de 600.000 rohingyás han huido a Bangladés desde que un ataque mortal a instalaciones militares en agosto desencadenó la persecución.

Los hacinados refugiados describen matanzas indiscriminadas, violaciones grupales y saqueos e incendios de sus aldeas. Birmania y Bangladés firmaron un acuerdo en las vísperas de la visita papal para repatriarlos que no convence a nadie porque carece de garantías para su retorno ni les devuelve la nacionalidad que Birmania les quitó cuarenta años atrás. Los musulmanes cotizan muy bajo en la bolsa de las simpatías globales y existe un justificado miedo a que la violencia impune continúe cuando se apague el foco mediático papal.