EL OPERATIVO DEL YACIMIENTO SAN JOSÉ

Chile en la hora cero

Vista de la mina San José, ayer, horas antes del inicio del rescate.

Vista de la mina San José, ayer, horas antes del inicio del rescate.

ABEL GILBERT / Copiapó / Enviado especial

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Laoperación San Lorenzo se aprestaba esta madrugada, pasadas las cuatro, a arrancar de las profundidades de la tierra al primero delos 33 de Atacama, sepultados desde el 5 de agosto a 623 metros bajo tierra en la mina de cobre San José . El capataz Florencio Ávalos aguardaba, después de las pruebas realizadas con la jaula metálica, el momento de abandonar el socavón y el prolongado infortunio. Según el propio presidente chileno, Sebastián Piñera, presente en la mina, Mario Sepúlveda, Juan Illanes y el boliviano Carlos Madani lo seguirían en el camino de vuelta a casa. El viaje que les permitirá abrir otra vez los ojos en la fría noche del desierto.

«Esperamos concluir el día de hoy con al menos uno de estos mineros en la superficie», dijo al mediodía el ministro de Minería de Chile, Lawrence Golborne. Nadie dudó de que laoperación San Lorenzose desarrollaría con rapidez, aunque a última hora se retrasó.

La máquina austriaca Ostu-Stettin, encargada de izar y bajar la jaula de 4,52 metros, conocida comoFénix 2, se puso en funcionamiento, vacía y en viaje de prueba, poco antes de las tres de la madrugada. El protocolo de descenso de la cápsula construida para traer de vuelta a los operarios atrapados incluyó numerosas verificaciones: eficacia y velocidad de desplazamiento, sonido e imagen. LaFénix 2puede recorrer 0,7 metros por segundo. «Triplicaremos la velocidad en caso de urgencia», informó el ministro de Salud, Jaime Mañalich.

Después debían entrar en acción los otros protagonistas. El primer viaje al fondo de la mina iba a incluir a un socorrista, que dejaría su lugar a uno de los 33. Después se iniciarían los preparativos para que bajara un segundo socorrista, quien realizaría el mismo procedimiento. La alternancia se iba a repetir una vez más. Los restantes mineros se dividirían en tres grupos. El primero, de cinco o seis, el segundo de 10, y en el tercero, el resto. Los más hábiles técnicamente, los más débiles y los más fuertes.

48 HORAS / «El proceso durará 48 horas si no existe contratiempo», dijo Golborne, sin precisar si ese tiempo incluye todos los aspectos del rescate: traslado al hospital y la posterior revisión médica. «Esperamos lo mejor, pero estamos preparados para lo peor», añadió, imperturbable, Andrés Llerena, un marino puesto al frente de los equipos socorristas.

Mañalich, un nieto de catalanes refugiados de la guerra civil, explicó por la mañana algunos mecanismos desconocidos del izamiento. «Cada vez que un minero esté por asomar a la superficie, va a activarse una clave G. En la boca de salida del túnel va a haber una baliza que generará luz durante un minuto. También sonará una alarma. Eso no significa que algo malo esté pasando. Es para alertar al equipo médico de que está a punto de producirse este parto y que tienen que ponerse en sus puestos para hacer lo que viene lo más expedito posible». Al caer el sol, todos los oídos se agudizaron, a la espera de esa señal.

HELICÓPTEROS / Los pilotos de dos helicópteros de la Fuerza Aérea y los conductores de dos ambulancias habían sido puestos en estado de alerta muy temprano. «La luminosidad de la luna del 30% es suficiente para operar de noche. Para las primeras horas de la mañana se espera nubosidad baja. Si eso limita los vuelos, que duran nueve minutos, están las ambulancias», dijo Mañalich.

Los mineros están unidos por la experiencia extrema y por eso se juraron abandonar juntos la mina que han maldecido a lo largo de más de dos meses. Pero el ministro de Salud lo descartó de plano. «Es altamente inconveniente forzar la situación desde el punto de vista médico». El deseo de los 33 de Atacama, subrayó, «no resiste un análisis técnico y moral».

Copiapó, la capital de la III región de Atacama, estaba ayer completamente sobresaltada. Mauricio vendió banderas con los emblemas de los 33 hasta quedarse con las manos vacías. En la plaza principal se levantó una pantalla gigante para seguir las operaciones de rescate. Las guirnaldas adornaban las calles. Un país esperaba pegado a la televisión. El ascenso, en horas de máxima audiencia, daba a la operación esa pizca de dramatismo que el espectáculo siempre reclama: vértigo y, en el epílogo, el sosiego y la celebración.