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Tender la mano a los partidos nacionalistas

Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, antes del debate de cuatro, el 13 de junio.

Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, antes del debate de cuatro, el 13 de junio. / JOSÉ LUIS ROCA

Jesús Pichel

En cuatro de las cinco ocasiones en las que hubo gobiernos en minoría, el apoyo de los partidos nacionalistas fue fundamental para la estabilidad. Pero, desde entonces, han sido tantos los puentes que se han dinamitado entre el Gobierno de España y la Generalitat, tantos los agravios, tantas las provocaciones mutuas, que parece imposible revertir la situación y que vuelvan a implicarse los partidos nacionalistas en la construcción en común de un Estado más justo para todos.

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La legislatura anterior fracasó, entre otras cosas, porque se vetó y se descartó de antemano pedir apoyo a los partidos nacionalistas por la reivindicación del derecho a decidir. Y tras las nuevas elecciones, en las que el Partido Popular ha vuelto a ganar, de nuevo ningún partido tiene por sí mismo mayoría suficiente. Y, de nuevo, entre todas las posibles combinaciones que se barajan, se excluye el pacto con los nacionalistas por las mismas razones. Sin embargo, parece obvio que sería bueno para la estabilidad política y para la convivencia de todos encontrar la fórmula para que los partidos nacionalistas quisieran implicarse de nuevo en la política de Estado y del Estado.

Los 179 votos que suman PSOE, UP y los partidos nacionalistas catalanes, vasco y canario serían suficientes para impulsar una legislatura breve con el objetivo prioritario (además de la agenda social urgente y la regeneración democrática) de redactar una nueva Constitución en clave federal con la participación activa de los partidos nacionalistas que culminase, tras nuevas elecciones, en una nueva Constitución en torno al 2019.

En la actual situación de incertidumbre política, de conspiraciones grabadas de desafíos y desprecios mutuos quizá sea algo irreal e irrealizable porque, efectivamente, ya no haya posibilidad de acuerdo alguno entre las partes. Pero sería útil para reconstruir los afectos recíprocos perdidos y resolver empáticamente el problema territorial de un Estado que esté al servicio de todos y en el que todos queramos estar.

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