Que el sinsentido no le gane el pulso al ser humano

Ante el ataque en Barcelona solamente cabe el llanto. Llanto por los fallecidos y afectados, así como por todos los que han presenciado ese horror. Pero también llanto por la impotencia de tener que recibir el mismo apelativo que los atacantes. Ese que nos define tanto a médicos, poetas o granjeros...; musulmanes, judíos, cristianos o ateos...; alemanes, costarricenses, marroquís, españoles... El de ser seres humanos.

Qué sinsentido el ser uno de ellos después de lo sucedido. Qué sinsentido las baldosas rojas y blancas de la Rambla cuando quien hay sobre ellas son personas sin vida. Qué sinsentido el sol que ilumina tal dantesco horror. Qué sinsentido el amor descrito por Machado, Cortázar, Borges o Shakespeare; el nuevo Dios retratado por Malevich en el 'Cuadrado blanco sobre fondo blanco' o el horror del 3 de mayo dibujado por Goya. Qué sinsentido la mismísima luna menguante.

 Pero, paradójicamente, de entre esas lágrimas desorientadas surgen sentimientos de amor, unidad y fe que condenan el terrorismo, nos hacen fuertes y nos proporcionan las razones suficientes para existir y para gritar alto y claro que vamos a luchar por darle el significado que le pertoca al término 'ser humano'.