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Hacia el desastre sacando pecho y banderas

Declaración institucional tras aprobarse la ley del referéndum.

Declaración institucional tras aprobarse la ley del referéndum. / FERRAN SENDRA

Jesús Pichel

Saben perfectamente que nos están llevando al desastre, pero no les importa. Saben que ya no pueden dar marcha atrás, aunque nos lleven al desastre; que por encima de todo está la defensa de su quimérica patria, porque se viven como la encarnación del pueblo soberano. Claro que lo saben. Como saben que ninguno quiere pasar a la historia como el perdedor. La culpa siempre es del otro.

Lo saben y no les importa porque son de otra pasta. Hay que ser de otra pasta para querer ser Gobierno, para aceptar ese poder, a sabiendas de que hay que estar dispuesto a poner en peligro la vida y la libertad de otros si es necesario; que no puede temblarles la mano al empuñar la pluma o el botón, aunque arrastren a todos al desastre.

Lo explicó bien Max Weber, en 'El político y el científico' (1919): "quien se mete en política, es decir, quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha sellado un pacto con el diablo, de tal modo que ya no es cierto que en su actividad lo bueno solo produzca el bien y lo malo el mal, sino que frecuentemente sucede lo contrario. Quien no ve esto es un niño, políticamente hablando". El poder y la violencia.

Casi 400 años antes, lo describió perfectamente Maquiavelo en 'El Príncipe' (1532), ese manual de realismo político. "Hay dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia. Pero como a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda. Un príncipe [léase, quien tiene el poder] debe saber entonces comportarse como bestia y como hombre".

Lo saben y se aplauden entre ellos porque saben que contarán con incondicionales dispuestos a dejarse la piel para entrar en el martirologio nacionalista, con bienintencionados ciudadanos convencidos de estar haciendo lo correcto sacando pecho y banderas, y con algunos más incautos arrastrados por esa cuesta abajo por donde a veces nos lleva la historia.

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