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Galileo Galilei entre nosotros

Imagen cedida por la NASA de un concepto artístico de planetas descubiertos por el telescopio espacial ’Kepler’. 

Imagen cedida por la NASA de un concepto artístico de planetas descubiertos por el telescopio espacial ’Kepler’.  / W. STENZEL (EFE)

Homenaje a Joan Alsina y Joaquim Vallmajó.

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- Andrea: Desgraciado el país que no tiene héroes.

- Galileo: No, desgraciado el país que los necesita.

Son los parlamentos del cuadro 13 de la obra teatral Galileo Galilei, del maestro Bertolt Brecht. Nuestro mundo es cada vez más uno solo, pero cada vez más se nos revelan las inmorales diferencias entre sus partes. Mientras el segundo parlamento lo impone la salvación individual, el primero se legitima en la prioridad colectiva.

El cuadro 14 es el momento en que Galileo le entrega a su alumno una copia del libro por el que está condenado, a lo que Andrea responde: "Es mejor unas manos manchadas que vacías", y le extiende su mano que el genio rechaza. "No hay trabajo científico que pueda ser escrito por un solo hombre", porque dar "la bienvenida a una Nueva Ciencia con una Nueva Ética nos destruirá a todos al bendecir nuestra negociadora comunidad temerosa de la muerte". Ello nos enfrenta a las cosas que hacemos: si es por "el vicio de hacerlas sin importarnos qué haga el poder con ellas" o si llevarlas con el pueblo demostrarán las flaquezas que otros no tendrían. Las luchas contra el poder que las generan lidian su valentía con la responsabilidad asumida. Cuando eso se descarta, el héroe posible es absorbido por la desgracia de su estrecha condición humana.

Galileo, con su retractación al ver los instrumentos de tortura, paralizó la verdad científica de su tiempo e hizo retroceder las tribunas del pueblo que alentaba. Andrea, viendo que su maestro fue destrozado en el mercado de la infamia que nos asfixia a todos, lo absuelve: "Usted dijo que le aburrían los que sufren y que el único propósito de la ciencia es atenuar la fatiga de la existencia humana". Por ello el proceso de Galileo se mueve graciosamente entre nosotros mientras priorizamos la soledad de nuestro trabajo, nuestra comida y nuestro vino. Con la autocrítica del sabio, Brecht nos dice que solo uniéndonos al sufrimiento del mundo la ciencia alcanzará algo realmente provechoso para el cambio de la historia.

 

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