La Barcelona olvidada

Como decía Joan Manuel Serrat en su canción dedicada a Barcelona, "mil perfums i mil colors, mil cares té Barcelona". Pues aquí quiero dejar un pequeño reflejo de esa gran verdad. Mientras que en medios políticos, periodísticos y sociales se habla de si unir su gran arteria, la avenida Diagonal con el tranvía, de que si la plaza de Les Glòries tendrá un tremendo jardín para hacer de esa otra arteria una zona mucho más amable, de si en la plaza de Catalunya sería conveniente poner en las épocas navideñas una pista de patinaje de hielo o un mercadillo solidario… Mientras todo eso pasa, nos olvidamos de otros rincones marginales, y este que les traigo es uno de ellos: el puente de la calle de Santander a su paso por las vías del tren de cercanías. Sinceramente, no sé si esa infraestructura es competencia municipal, es competencia de Adif o de quien sea, pero ese puente es el reflejo de las diferentes velocidades con las que esta ciudad, llamada Barcelona, camina.

Un puente angosto que en horas punta es un verdadero tapón, que el paso continuado de coches, motos, bicicletas, autobuses y camiones convierten en un punto en el que no se entiende cómo no se producen más accidentes de los habituales; donde no se entiende cómo la difícil convivencia no termina en más tragedias. Y a esto hay que añadir un paso peatonal paralelo en el que hablar de barreras arquitectónicas es simplemente pura ciencia ficción, que obliga en muchos casos a ver a gente con carros de la compra, cochecitos de bebé y ahora también carritos de supermercado llenos de chatarra circular por las rampas, en un cambio de rasante y con una visibilidad bastante limitada. Además, el puente no tiene ni siquiera arcén o una mínima acera.