Análisis

Un relato de la crisis de Europa

La Bolsa de Fráncfort, el viernes pasado, en un momento de caída del índice.

La Bolsa de Fráncfort, el viernes pasado, en un momento de caída del índice.

GUILLEM LÓPEZ CASANOVAS

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Apesar de que los economistas lo intentamos una y otra vez, hay que reconocer que para entender la situación económica que vivimos nuestros análisis han tocado techo. Podemos dar más vueltas a una macroeconomía en mi opinión bastante perdida de referentes teóricos -lost in translation-,pero lo que falta ahora es un nuevo escenario político para Europa que permita un estado de cosas que sabemos, en carne propia, que no funcionan.

El sentido común nos permite, en todo caso, interpretar e identificar hechos, más que apuntar soluciones en clave económica estricta. Veamos si no las críticas de estos días a la actuación del Banco Central Europeo. Por un lado, hay que recordar que al BCE se le exige hoy algo que no puede hacer, al menos directamente, de acuerdo con el Tratado de la Unión.

EL CONTROL /Monetizar la deuda, comprando títulos de todos aquellos que gastan más de lo que ingresan, equivale a perder el control de la política monetaria, puesto que el dinero que circula dejaría de decidirlo la autoridad monetaria para quedar supeditado a los avatares de la carencia de una política fiscal única y disciplinada. Por el contrario, al BCE se le da el mando para que controle la inflación, no para que sea un instrumento más de los gobiernos para relanzar las economías, a diferencia de lo que pasa con la Reserva Federal americana.

Pero, por otro lado, hoy es un clamor que hay que parar la especulación contra el euro, hay que protegerlo de los movimientos de aquellos que tratan de sacar el máximo provecho de las coyunturas donde la economía y la política encajan mal. Y esto solo lo puede hacer el propio BCE activamente comprando la deuda, aunque sea a escondidas.

Esto permite bajar, por la mayor demanda que implica, la retribución de la deuda, y de quienes esperaban, estallara el gobierno que estallara, activos sin riesgo. La compra puede funcionar para los países ya rescatados, que así lo han decidido las leyes europeas, pero no para todos los casos de quienes ahora son atacados.

De forma que si no se para a los oportunistas, que multiplican por 10 lo que tendrían que recibir en condiciones normales como tipo de interés prevaleciente en la zona euro, por la prima de riesgo más alta que asumen, tiene razón la cancillera alemana.Angela Merkel dice que no se apoyarán los déficits de países que paguen estos intereses por su deuda si los acreedores no asumen una quita o una posposición.

No puede ser que la transferencia del presupuesto alemán para salvar países vaya a parar al bolsillo de aquellos inversores que son precisamente los que presionan para neutralizar el riesgo que asumían y elevar el tipo de interés y que así acaben protegiendo intereses desorbitados. Pero algunos de estos tenedores de deuda son entidades financieras alemanas...

Otra pieza del intríngulis. La banca europea, a diferencia de los estados, sí tiene capacidad para encontrar liquidez del BCE, con muchas colaterales (garantías al prestamista) que en condiciones normales no se tendrían que aceptar. Pero esta liquidez, bastante peligrosa en sí misma, y que añadida a la de EEUU por sus déficits reiterados acabará estallando en alguna burbuja futura, no se canaliza lo suficiente hacia la economía productiva sino que sale por una puerta del BCE y entra por otra, a una cuenta nominadapor si se diera el casode que las cosas continúan igual de mal.

Y en algunos supuestos, dada la retribución de estas cuentas, aquellas entidades encuentran una alternativa fina y segura con la suscripción de la deuda pública que incesantemente emiten algunos estados a un tipo de interés cada vez más alto y que sustituye crédito potencialmente privado (crowding outlo llamamos los economistas).

Ese coste financiero acaba de empeorar los presupuestos de los estados, que son los que presionando al BCE han favorecido aquella línea de liquidez. Se benefician los bancos, y de paso, a corto plazo, los gobiernos, ahogados por unos déficits que dan lugar a un mayor gasto financiero. Y lo pueden pagar porque bajan el gasto público, puesto que no hay quien aumente los impuestos en las circunstancias de crisis.

Todo esto afecta al bienestar social de los más dependientes del presupuesto público. Estos, en respuesta, se indignan y queman energías sin dirección, más allá de buscar otras nuevas, pero desorientados. Entre la ingenuidad y la insensatez, por muy buena voluntad que algunos muestren, y a falta de inteligencia para evitar que ganen quienes nunca pierden. Se puede decir de forma más sofisticada, pero el relato es este.

Finalmente, un poco de comparativa. España tiene menos deuda que Italia, pero la nuestra está más en manos extranjeras que la suya, lo cual nos complica a nosotros más que a ellos. Italia, además, no está haciendo ahora déficit primario, mientras que España todavía mantiene elevados diferenciales entre ingresos no financieros y pagos no financieros.

Que sean estos déficits del Estado o de las comunidades autónomas es irrelevante, puesto que el dinero sale siempre del mismo bolsillo. Para mi las comunidades son tan Estado como la Administración central, y el Gobierno, sin sentido federal, centrifuga ingresos y gastos a gusto.

ITALIA Y ALEMANIA / En cambio, en España tenemos ya un escenario político alternativo muy cerca, y en Italia no, a pesar de que en contenido de propuestas las incógnitas de esta alternativa son muy grandes. Y menos mal que vamos a la estela de los italianos y tal vez próximamente en un mismo paquete que los belgas, puesto que de este modo nuestros asuntos internos, dudas y penurias, se rodean en la crisis de unos países que no se pueden dejar caer sin que detrás caiga el propio euro.

De forma que el análisis económico ha tocado techo, lo que hace falta es ver ahora si Europa da un paso político definitivo o no, y mi recomendación mientras tanto no es otra que olvidarse en la medida que podamos de gabinetes de crisis internacionales y reuniones de fin de semana en Bruselas, y acabemos de hacer las reformas que en cualquier escenario tenemos pendientes. Nosotros no resolveremos la crisis europea, pero si se resuelve, que nos pille al menos llorados y con los deberes hechos.