Las turbulencias financieras

¿Y ahora qué?

Además de encarecer la deuda, la medida puede suponer que muchos inversores, incluso americanos, dejarán de comprarla

Los letreros luminosos de Times Square daban la noticia ayer a los transeúntes neoyorquinos.

Los letreros luminosos de Times Square daban la noticia ayer a los transeúntes neoyorquinos.

RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

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Tras la semana más negra para Wall Street desde finales del 2008, y en medio de un baile de especulaciones sobre la posibilidad de que la mayor economía del mundo resbale hacia la recesión, EEUU recibió ayer un golpe de los que duelen. Por primera vez en su historia vio cómo una de las grandes agencias de calificación rebajaba la máxima solvencia de su deuda. S&P degradó un escalón su triple A para dejarla en una AA+. No solo es un navajazo al orgullo de una economía en declive, sino que podría enloquecer a los mercados, disparar los costes que el país paga para financiarse y ahondar así su déficit.

A S&P no le ha temblado el pulso, por más que la Administración Obama llevara meses presionando en secreto a la agencia y sus colegas de negocio, Moody's y Fitch, para evitar una rebaja. En un comunicado emitido el viernes, justificó su decisión al considerar insuficiente el plan de reducción de déficit aprobado el martes por el Congreso.«El plan de consolidación fiscal», que prevé un recorte del gasto de un mínimo de 2,4 billones de dólares en una década, «se queda corto para estabilizar la deuda a medio plazo», dijo la agencia.

Más dura fue con desconfianza que a su juicio genera el sistema político estadounidense, lastrado por la refriega constante entre republicanos y demócratas: «La efectividad, la estabilidad y la capacidad de predecir las políticas y las instituciones americanas ha quedado muy debilitada».

Está por ver las consecuencias que tendrá su decisión, dado que Fitch y Moody's reafirmaron esta semana la máxima solvencia de la deuda estadounidense, pero si la lógica impera en el mercado, Washington tendrá que pagar más intereses a sus acreedores. De ser así, advirtió Obama esta semana, lo notarán los estadounidenses en forma de«mayores tipos de interés para las hipotecas, los préstamos del coche y las tarjetas de crédito». Aunque el incremento sea modesto, podría lastrar todavía más el crecimiento, la demanda interna y el empleo.

Pero hay más efectos colaterales. Cientos de municipalidades y varios estados, cuya deuda está garantizada por el Gobierno federal o cuyas economías están muy ligadas a la Administración, podrían verse arrastrados a una rebaja de su deuda. Algunos inversores, especialmente institucionales, tendrán que vender sus obligaciones porque deben invertir en triple A. Podría repercutir en la liquidez de los bancos, que se financian en los mercados a corto plazo dejando como garantía deuda del Tesoro.

Obama no se pronunció ayer, pero el Departamento del Tesoro echaba humo después de que S&P dijera que se había equivocado al sobreestimar en dos billones el peso de la deuda de EEUU en una década. Las todopoderosas agencias, que han obligado a arrodillarse a las economías europeas, están acostumbradas a equivocarse sin que haya consecuencias. Un informe del Congreso concluyó hace unos meses que sus errores pusieron en marcha la crisis financiera. Hay quien piensa que con la decisión de ayer podrían haber firmado su sentencia de muerte porque su regulación depende del Congreso de EEUU.