El comercio de proximidad de Barcelona se pone las pilas

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Patricia Castán / Barcelona

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Los barceloneses tienen el privilegio de contar con tiendas de proximidad en la mayoría de los barrios de la ciudad y las reivindican en cuanto hay señales de extinción en alguna zona. Pero la realidad es que el pequeño comercio que ha sobrevivido a la crisis se enfrenta a amenazas mucho menos coyunturales: la globalización y la clonación comercial que viven las calles turísticas, el vertiginoso crecimiento de las compras online y el poder implacable de las grandes cadenas. Por eso, los ejes comerciales a pie de calle se están poniendo las pilas aunando fuerzas y también dando un paso adelante con dos pruebas piloto pioneras para impulsar un nuevo tipo de gestión y promoción que podría ampliarse a toda la ciudad y que este otoño debuta en el Eix Comercial de Sant Andreu y en Born Comerç.

Tras años de debate y de tirar la toalla por los impedimentos legales y los recelos del comercio más tradicional, el ayuntamiento se ha lanzado a probar esta fórmula de organización del comercio, liderada por la concejala del área, Montserrat Ballarín. En Nueva York hay más de 70 de las llamadas zonas BID (zonas de mejora de negocio, nacidas de la colaboración público-privada como alternativa a los centros comerciales cerrados), que facilitan la promoción, cohesión y personalidad propia de cada área.  En Catalunya se les llama APEU (área de promoción económica urbana) y la nueva ley de comercio de la Generalitat ya las contempla, aunque todavía falta reformar la ley de haciendas locales para que puedan implantarse. En muchas ciudades del Reino Unido y Alemania funcionan hace años.

De momento, el ayuntamiento ensayará este modelo comercial financiándolo con fondos europeos (a través de la Cambra de Comerç). La elección de Sant Andreu y el Born no es casual. El primero representa el modelo de comercio de proximidad de barrio, enfocado al cliente local y con unos 200 establecimientos asociados, integrados en la red más tradicional Fundació Barcelona Comerç; el segundo, más joven y con un centenar de miembros, se alinea en la red de ejes más céntricos y turísticos Barcelona Oberta. Sus necesidades y retos son muy distintos, destaca Rosa Marín, técnica de la Cambra de Comerç que ultima las dos iniciativas.

En los dos barrios durante casi cuatro meses se explicará el proyecto con detalle, se hará un diagnóstico de la zona y una proyección de necesidades y acciones. A final de año se detallarán los planes estratégicos y los recursos presupuestados. Luego, durante un año se implantarán y se introducirán cambios en la gestión, con el visto bueno de los comerciantes.

Dimensionar la oferta

Más allá de las dinamizaciones habituales en Barcelona (campañas navideñas, ferias en la calle, etc...), esta vía ayuda también a determinar qué negocios sobran o faltan en un eje -no para prohibir una actividad, pero sí para incentivar la que falta, incluso cofinanciando locales vacíos temporalmente-, crear técnicas de marca para hacer la zona más atractiva, hacerla más accesible, facilitar la innovación comercial o implantar planos guía en los idiomas que precise cada caso (por ejemplo al estilo de Carnaby Street en Londres o de cualquier gran centro comercial privado de Barcelona)..., ilustra Lluïsa Esteve, coordinadora del plan desde el ayuntamiento y profesora de Derecho Administrativo de la Universitat de Girona.

El plan piloto llega en un momento agridulce para el comercio local. Aparcado de momento el tenso debate sobre las aperturas en festivos, los ejes turísticos y tradicionales van ahora más de la mano. Los primeros se nutren cada vez con más fuerza de los turistas, quienes apenas pisan los ejes más periféricos. Pero los ejes de barrio, consolidados como Barcelona Comerç desde hace 13 años, resisten en sus calles principales pero han sumado muchos cierres en las secundarias y muchos comercios son poco competitivos. Las asociaciones han pisado el acelerador sumando nuevas fuerzas en los últimos meses hasta alcanzar la veintena de ejes unidos -tras las incorporaciones de Fort Pienc, Poble Sec i Paral·lel, Nou Eixample y La Marina-, que suponen más de 12.000 establecimientos y un 7% del PIB.

Su presidente desde hace poco más de un año, Salvador Vendrell, destaca que hay más ejes -con el denominador común de la concentración territorial y variedad comercial, y la figura de un dinamizador profesional- que en breve podrían sumarse a la red, que potencia acciones promocionales y acceso a más ayudas municipales para planes de mejora, digitalización, campañas concretas u compensaciones en casos de obras. 

En el 2017 el ayuntamiento ha adjudicado casi 2,8 millones de euros a ayudas económicas en distintas convocatorias, algunas para los ejes, otras para proyectos concretos como dar un empujón a zonas con poca vida comercial, fomentar la accesibilidad, promocionar rutas de compras fuera del centro o mejorar la formación de los profesionales del sector, entre otras.

Un modelo pendiente de autofinanciación

El pasado julio la comisión de expertos creada por el ministerio para tratar la reforma de la financiación local ya recogió en un informe la posiblidad de que los municipios puedan recaudar, mediante un recargo del IBI, recursos para llevar adelante fórmulas de gestión del comercio como los APEU. De ese modo, cada zona comercial genera un presupuesto de actuación. Si los asociados están a favor de crear un APEU y este se lleva adelante, el pago de esta pequeña cuota es obligatorio si así lo pacta la mayoría, mientras que ahora en los ejes organizados es frecuente que muchos comercios (sobre todo de grandes cadenas y de inmigrantes) no se asocien pero se beneficien de las campañas que pagan unos pocos. Los APEU pueden ser de muy distinto tamaño y ambiciones.