El paso de Medyka entre Ucrania y Polonia se ha transformado en un bulevar solidario

Cuando la humanidad se desfonda bajo las bombas, otra suerte de humanidad emerge a borbotones. Tanto entre los que luchan por sobrevivir entre las ruinas de su mundo, como de aquellos que se niegan a asistir impasibles a la tragedia de sus congéneres. Y estos últimos abundan en Medyka, uno de los pasos fronterizos entre Polonia y Ucrania. Por allí corre como si le fuera la vida en ello Michael G., un militar noruego de 39 años que perderá el trabajo si sus superiores averiguan algún día dónde está. Arrastra un carro lleno de mantas en dirección a la orilla ucraniana de la frontera, atravesando el kilómetro largo de tierra de nadie que separa ambos países. "En el otro lado la gente tiene frío, ves el miedo en sus caras, hay que darse prisa", dice apremiando a otro colega que le ayudará a repartir cobijas y guantes entre los que huyen de la guerra.