Covid-19. La trampa mortal de las residencias.

JOSÉ LUIS ROCA

"Conocía a mis abuelitos. He sentido impotencia, tristeza. Los quería mucho. La mayoría se manejaban solos. Es una pena, porque no estaban para morirse", dice llorando una auxiliar de la residencia Francisco de Vitoria de Alcalá de Henares (Madrid, 350 plazas), que dejó de contar muertos cuando ya llevaba 52.