TÚ Y YO SOMOS TRES

No era el jardinero, era Salvador Sobral

Sobral y Malikian (Mi casa es la vuestra). Tú y yo somos tres. Por Ferran Monegal

Sobral y Malikian (Mi casa es la vuestra). / periodico

Ferran MONEGAL

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No pintaba nada Salvador Sobral en la mansión marbellí que Tele 5 alquila todas las semanas para que Bertín Osborne reciba con cargante ostentación a sus invitados (Mi casa es la vuestra). Cuando llegó por la puerta, con su particular y humilde aliño indumentario, parecía que llegaba el jardinero en lugar de la estrella de la jornada. A Sobral había que haberle preparado un paisaje menos aparatoso. Una buhardilla en Malasaña, pongamos por caso. Allí se habría podido conformar un clima televisivo mucho más interesante, y más respetuoso con este emotivo y singular cantante. Pero consolémonos: en el casoplón había al menos un piano. Metido en calzador, pero ahí estaba. Y Sobral se puso a tocarlo, junto al violín de Ara MalikianAra Malikian, consiguiendo arrancar de aquella aparatosa escenografía de opulencia y derroche unas notas con sentido, un pequeño recital que comenzo evocando a Jorge Drexler («Se paró el reloj de arena, 730 días») y acabaron con el tema que le catapultó en Eurovisión, Amar pelos dois. De todo lo que habló Sobral con Bertín, quedémonos con ese ejemplo de la relatividad del éxito: «Yo, Marbella la conocía solo de paso, camino de Malaga, donde canté y toqué en muchos bares y tugurios con un público de cuatro gatos que ni siquiera me escuchaban».

UN CAMINO INTERESANTE EN LA CONSTITUCIÓN .–  Ha advertido Manuel Milián Mestre en 8TV que, leyendo bien la Constitución, concretamente el artículo 2, hay un pasaje del que se podría sacar petróleo sin necesidad de romper nada. En este artículo se identifica a España como un Estado constituido por nacionalidades y regiones. Y señalaba Milián Mestre«Simplemente con una nota aclaratoria complementaria se puede desarrollar ese concepto señalando quiénes son regiones y quiénes nacionalidades, y por lo tanto con derechos diferentes. Con solo esa nota, se descuadra absolutamente el uniformismo del café para todos».  Tiene razón. Eso ya lo intuyó Pasqual Maragall cuando hablaba de la España asimétrica. Y mucho antes, incluso Suárez, cuando diseño con José Manuel Otero Novas, en el restaurante Casa Gades  (lo cuenta muy bien Gregorio Morán en su biografia de Suárez), otra alternativa al empedrado uniformista. Aquello nunca salió del restaurante. Me temo que ahora tampoco.