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El JOMO, la ‘cara B’ de las redes.

El JOMO, la ‘cara B’ de las redes. / FREEPIK

Ágatha de Santos

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En un mundo cada vez más digitalizado, las redes sociales se han convertido en una parte esencial del día a día de niños y adultos, pero también atraen a cada vez más personas hacia patrones de uso que pueden volverse adictivos, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes, que son los que más tiempo pasan delante de las pantallas. Tanto es así que la ciudad de Nueva York califica las redes sociales como toxina medioambiental por el peligro que representan para la salud mental de los jóvenes, tal y como advierten diferentes estudios.

Según Salomé Botana Martínez, vocal de la junta directiva de la Sección de Psicología y Salud del Colegio Oficial de Psicología de Galicia (COPG), la adicción a las redes sociales es una forma específica de adicción conductual –patrón de comportamiento compulsivo que un individuo realiza repetidamente a pesar de las consecuencias negativas para su vida personal, laboral o social– en la que las personas sienten la necesidad de mantenerse conectadas y activas en estas plataformas. “Se trata de un fenómeno creciente debido al uso generalizado de los dispositivos móviles y el fácil acceso a internet. Estas plataformas están diseñadas para captar la atención del usuario mediante notificaciones constantes, contenidos atractivos y mecanismos de recompensa”, explica esta psicóloga clínica.

Aislados socialmente

Aunque a simple vista se podría suponer que la hiperconectividad mejora las relaciones sociales, la realidad es la contraria. “Lo que observamos desde la práctica clínica es que nunca hemos estado más aislados socialmente. El uso excesivo de la tecnología y de las redes sociales puede llevar a una disminución de la calidad de las relaciones”, señala.

La presión social de estar permanentemente conectados y participando en todo hace que cada vez haya más casos de FOMO (Fear Of Missing Out) o “miedo a perderse algo”, especialmente entre los adolescentes y adultos jóvenes, un problema que se relaciona estrechamente con el uso de las redes sociales. “El FOMO es una sensación de ansiedad que surge cuando una persona cree que otros están teniendo experiencias gratificantes de las que ellos no forman parte. La disponibilidad continua de información puede hacer que los usuarios sientan una presión constante por mantenerse al día y no perderse nada”, expone.

"Nunca hemos estado más aislados socialmente"

Salomé Botana

— Psicóloga clínica

Además, muchas personas buscan validación social a través de sus seguidores, lo que repercute también en este problema. “Comprobar que otros reciben mucha atención y reconocimiento puede incrementar el FOMO, ya que los usuarios sienten que están perdiendo oportunidades para recibir validación social”, comenta.

Sin embargo, en los últimos años se está observando también un creciente aumento en la conciencia sobre la vida real entre los usuarios de las redes sociales. “Algunos 'influencers' han optado por compartir contenido más realista y auténtico. Esto incluye mostrar su vida cotidiana sin filtros, hablando de sus luchas personales y promoviendo la autoaceptación. Otros ejemplos son el movimiento antiperfección, la desintoxicación digital y la discusión sobre salud mental para hablar abiertamente sobre sus problemas psicológicos en las plataformas”, detalla la especialista.

Disfrutar del presente

Combatir el ‘miedo a perderse algo’ implica, según Botana, tomar conciencia de sus consecuencias negativas y aprender a disfrutar del momento presente sin sentirse presionado por las experiencias que otras personas comparten en las redes sociales. Así, surge la “cara B” de estas plataformas: el JOMO (Joy of Missing Out), término que alude a la “satisfacción de perderse algo”, una forma de priorizar el autocuidado y la autenticidad en lugar de sucumbir a la presión de estar constantemente conectados. “Se trata de un enfoque que promueve una versión más saludable de vivir”, sostiene esta vocal del COPG.

Algunos estudios apuntan, sin embargo, a una relación entre el JOMO y el aislamiento social. Según Botana, esta vinculación puede ser interpretada de diferentes maneras, dependiendo del contexto y de cómo se aborde esta corriente. “En este sentido, el ‘miedo a perderse algo’ puede llevar a un aislamiento social positivo, ya que implica autocuidado, permitiendo a las personas recargar energías y reducir el estrés. El JOMO trata de fomentar relaciones más profundas y significativas en lugar de tener muchas interacciones superficiales, permitiendo que las personas se concentren en sus propios intereses sin tener que seguir tendencias sociales solo por presión”, explica.

Sin embargo, reconoce que si no se maneja adecuadamente, puede llevar a un aislamiento social negativo mediante la desconexión y la pérdida de contacto con amigos y familiares. “Un aislamiento excesivo puede generar la sensación de falta de apoyo social. La clave está en encontrar un equilibrio que nos permita disfrutar de la soledad y al mismo tiempo mantener relaciones sociales significativas”, opina Salomé Botana Martínez.

Un poderoso atractivo

La evidencia científica avala la adicción que generan en muchos usuarios las redes sociales. Según los datos de Statista, los internautas pasan un promedio de dos horas y 23 minutos al día conectados a las plataformas sociales, aunque las tendencias varían enormemente de un país a otro. Entre las plataformas más adictivas se encuentran TikTok e Instagram. Pero, ¿qué las hace tan irresistibles? Según los expertos, la fuerte atracción que ejercen sobre millones de usuarios está en una combinación de factores psicológicos y tecnológicos.

En primer lugar, la recopilación meticulosa de datos que hacen estas plataformas, que monitorizan y analizan todas y cada una de las interacciones del usuario, creando una experiencia personalizada. Este sistema, basado en sofisticados algoritmos, se nutre de información sobre las preferencias, hábitos de consumo y comportamientos del usuario con la finalidad de ofrecerle un contenido constante adaptado a sus intereses. El principio del refuerzo intermitente, respaldado por la psicología del comportamiento, es otro factor esencial en la creación y mantenimiento de la dependencia a estas plataformas. Durante el scroll infinito –presente en la sección “reels” de Instagram y en la pestaña “para ti” de TikTok–, los usuarios son expuestos a una mezcla aleatoria de contenidos, algunos de los cuales despiertan un fuerte interés y otros pasan inadvertidos. Esta variabilidad en la gratificación crea una sensación de anticipación y emoción, ya que los usuarios ignoran qué nuevo contenido estimulante van a encontrar y cuando lo hallan, su cerebro libera dopamina, lo que refuerza la asociación positiva con la plataforma, fomentando de este modo un consumo continuo.

Precisamente hace unos días, la Comisión Europea abrió un procedimiento de infracción contra Meta, empresa matriz de Facebook e Instagramal considerar que fomentan la adicción a las redes sociales entre los menores y no aplicar medidas efectivas para prevenirlo. Bruselas pone el foco en los algoritmos que emplean ambas plataformas, ya que considera que “explotan la debilidad y la inexperiencia de los menores” al mostrarles contenido en base a sus intereses. También señalan las herramientas de verificación de edad, a las cuales consideran “poco razonables e ineficaces”, ya que no lograrían cumplir su función de evitar que los menores accedan a contenido inapropiado. De esta forma, el órgano europeo podría adoptar medidas cautelares como ya hizo contra TikTok, a la que obligó a suspender el programa de puntos de versión Lite que abrió en España y Francia.

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