Día Mundial de Concienciación sobre el autismo

La petición de la primera guía con autismo del Monasterio de Pedralbes de Barcelona: "Vedme como a cualquier otra persona"

Ana Puig confiesa que la adaptación a la sociedad es difícil: "La gente siempre espera algo de los otros y yo no soy capaz de verlo"

Multimedia | Orgullosos de ser autistas: "Es una forma diferente de ver el mundo"

Las visitas guiadas por personas con autismo al Monasterio de Pedralbes

Foto: Zowy Voeten | Vídeo: Zowy Voeten y Patricio Ortiz

Ángeles Doñate

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"Estamos ante el primer cómic de la historia de Europa", explica con una sonrisa pícara Ana Puig, guía del Monasterio de Pedralbes, mientras abarca con el brazo las pinturas murales de la capilla de San Miguel. Ana es consciente que tanto esta joya artística del siglo XIV como ella son excepcionales: las imágenes de los Gozos de la Virgen y la Pasión de Cristo fueron la primera manifestación del Treccento en la Península, nos comparte, y ella es la primera guía con autismo de este museo

El trastorno del espectro autista (TEA) se presenta en uno de cada 100 nacimientos

Esta licenciada en Historia, apasionada de su trabajo, es muy consciente de unos derechos que Naciones Unidas celebra este martes 2 de abril, Día Mundial de Concienciación del Autismo. "En la Edad Media era muy importante explicar las cosas con imágenes porque la gente era analfabeta. Además, la precariedad no ayudaba a la fe y había que buscar maneras de extenderla" continúa su explicación por el maravilloso claustro gótico y, bajando el tono, añade: "Yo creo que al poder ya le iba bien que la gente no supiera leer y escribir porque era la manera de tenerla un poco más controlada". Ella ha estudiado y mucho aunque "no era buena estudiante". "Empecé en una escuela normal pero los otros chicos me trataron como me trataron, mal, y no aprendí demasiado. Cuando años después entré en una escuela especial para hacer la ESO, empecé a espabilar. A partir de ahí, se me dieron oportunidades que aproveché e incluso me licencié en Historia e hice el máster", relata. 

"Los autistas tenemos capacidades diferentes: somos cracks en algunas cosas y en otras, no"

Ana Puig

— Guía del Monasterio de Pedralbes

Ana es excepcional pero no única: el trastorno del espectro autista (TEA) se presenta en uno de cada 100 nacimientos, según la Confederación Autismo España. Esta condición afecta al sistema nervioso y al funcionamiento cerebral. Una persona autista lo será toda la vida y hay quien llama a este trastorno ‘invisible’ porque no ofrece rasgos físicos determinados y solo algunas veces afecta a las capacidades cognitivas. 

Ana Puig, durante una visita guiada al Monasterio de Pedralbes.

Ana Puig, durante una visita guiada al Monasterio de Pedralbes. / Zowy Voeten

El reto del mundo laboral

"Creo que los autistas tenemos unas capacidades diferentes. Somos cracks en algunas cosas y en otras, no. Yo soy buena explicando, dibujando, aportando buen ambiente, trabajando de cara al público porque incluso me han enseñado a hacerlo con personas difíciles… Pero es cierto que los autistas necesitamos estar en lugares más específicos y por eso, a veces, nos cuesta encontrar un puesto de trabajo. Ahora las empresas piden trabajar a un ritmo exigente y buscan personal que sirva para todo, haya estudiado lo que haya estudiado. Para nosotros eso es más difícil que para otros: la presión y la velocidad para hacer las cosas nos dificulta el trabajo. La adaptación rápida, la precarización laboral… juegan en nuestra contra. Me espanta pensar cómo estaré de aquí diez años. No pido sitios que se adapten a nuestros gustos, sino a nuestras necesidades", comenta consciente de que ella es una afortunada, porque le ofrecieron trabajo en el monasterio los sábados a través del Proyecto Guia’m de formación e inserción laboral para personas con Síndrome de Asperger de la Fundación Friends. Desde hace un año, los domingos también trabaja en el Monasterio de Sant Cugat

Puig reclama a las empresas empleos adaptados a las habilidades de las personas con autismo

"Me encanta hacer de guía: siempre repites lo mismo pero la gente aprende, sale contenta y me felicita", explica Ana, quien tras siete años trabajando en el monasterio se mueve como pez en el agua. Conoce detalles curiosos –quien fundó y cuándo el monasterio o que en la época de máximo esplendor llegaron a ser entre 70 y 80 monjas viviendo aquí, aunque ahora sean entre 5 y 10, por ejemplo-, los nombres de algunas abadesas y que el Consell de Cent subía a reunirse aquí con ellas por todo el poder que tenían. También conoce cómo pasar del refrectorio al huerto y de ahí a la fuente del ángel sin perder ni un segundo.

Esta licenciada en Historia entró a trabajar en el monasterio hace 7 años a través del proyecto Guia'm de inserción laboral

"Si no pudiera ser guía, no se me ocurre a qué otra cosa podría dedicarme. Cuando estudié la carrera pensé que mi salida laboral sería la de profesora de secundaria. Pero no es fácil que los adolescentes te presten atención", comenta. Está convencida de que los puestos que ocupan muchas personas con TEA en cadenas de montaje o cocina ya están amenazados porque las máquinas son capaces de hacerlo todo. "Además, en algunos casos, parece como si nos tuvieran ahí por tenernos en algún lado, sin que sea necesario o valorado lo que hacen estos trabajadores", se reafirma.

"Adaptarme a la sociedad ha sido difícil. Las personas siempre esperan algo de las otras personas, yo no soy capaz de descubrirlo y no saberlo es complicado"

Desde la escuela hasta el museo, el camino ha sido largo: "Unos amigos de mis padres sugirieron que yo podía ir a la universidad. Recuerdo que estaba en Italia, de viaje, delante de un monumento que sale en una película, y me dije: ¿por qué no? Hice la prueba de acceso para mayores de 25 años, la aprobé y entré en la carrera. La historia siempre me ha gustado mucho: si hemos llegado hasta aquí ha sido por algo. Antes de que naciéramos nosotros ya había un recorrido y la humanidad seguirá después. Siempre me han fascinado otras épocas", comparte.

Dificultades y referentes

Si pudiera elegir en qué época vivir, no tiene clara cuál escogería. Pero si se le pregunta por un personaje referente para ella, no lo duda ni un segundo: "Clara Campoamor, que hizo mucho por nosotras. Todos tenemos luces y sombras pero ella es mi heroína. Tuvo que luchar contra las leyendas urbanas que decían que las mujeres no debíamos votar porque nos dejábamos influenciar mucho, por ejemplo, por la Iglesia. Aquellos años fueron difíciles, un momento doloroso e importante, ¡todavía quedan rencores en nuestra sociedad!, y Clara luchó mucho para que pudiéramos votar", expone.

"Cada autista es diferente: os pido que lo recordéis, que cada uno es cada uno, y que nos ofrezcáis más salidas laborales"

Ella también sabe lo que es tenerlo difícil. Las personas autistas como Ana ven afectadas sus capacidades de comunicación e interacción social y flexibilidad de comportamiento y pensamiento. Esta guía afirma con rotundidad que "para mí, chica autista, adaptarme a la sociedad ha sido difícil. Las personas siempre esperan algo de las otras personas, yo no soy capaz de descubrirlo y no saberlo es complicado. Ante cualquier propósito, intento hacer algo y muchas veces no lo consigo. Tengo la sensación de que todo me sale mal y no entiendo por qué. Lo intento todo y me pregunto ¿qué pasa? Siento rabia". Esa misma rabia la siente cuando comenta que está haciendo cursos de escritura: "Me encanta explicar historias pero me duele que nadie las pueda entender porque no comprendo la sintaxis. ¡Mira que la he estudiado!", exclama.  

Y es que la agenda de Ana, que tiene 38 años, es muy completa. Además de estas actividades, realiza actividades lúdicas con Friends y es voluntaria en Cáritas. Como ella misma se dice, aunque podría estar mejor, "aún hay gente que está peor. El futuro es incierto y más cómo avanzan las tecnologías. Ojalá el mundo mejore y mejore mi situación. Deseo tener más trabajo y continuar haciendo lo que me gusta hacer, ser guía. Sé que hay pocos espacios laborales protegidos para la gente como yo: muchas empresas solo nos contratan si les pagan. No soy partidaria de forzar a nadie pero está claro que la voluntad no funciona. En realidad, no confían en nosotros. Cada autista es diferente: os pido que lo recordéis, que cada uno es cada uno, y que nos ofrezcáis más salidas laborales. ¿Verdad que a un trabajador de oficina no se le exige lo mismo que al de un equipamiento deportivo? No podemos pedir lo mismo a todos los profesionales. Igual pasa con los autistas". 

Junto al pozo del Monasterio de Pedralbes, la visita va acabando pero, antes, consciente de que "en este momento, represento a un colectivo, quiero pedir una cosa: vedme, vednos, como a cualquier otra persona normal. Tengo conocidos que, después de años trabajando en una empresa sin ningún problema, al ser diagnosticados de autismo, se les ha hecho el vacío. Antes no pasaba nada, ¿y ahora sí porque tiene una etiqueta? ¡Por favor, es vuestro compañero! Por suerte, aquí hay muy buen ambiente. Yo quiero que seamos compañeras normales: te ayudo, me ayudas, charlamos, nos tomamos un café…". Cualquier día lo hacemos y será un placer.

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