Iglesia católica

La rebelión cristiana se escribe en femenino: el movimiento por la igualdad en la Iglesia prende en Andalucía

El incontenible movimiento de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia se extiende en Andalucía para exigir igualdad, visibilidad y dignidad en el seno de una institución profundamente patriarcal

Protestas en Córdoba el pasado 3 marzo del movimiento Revuelta de Mujeres en la Iglesia.

Protestas en Córdoba el pasado 3 marzo del movimiento Revuelta de Mujeres en la Iglesia. / ECA

Aristóteles Moreno

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Un día cualquiera del año pasado, el arzobispo de Sevilla recibe en audiencia a un grupo de mujeres cristianas. El prelado las atiende amablemente y las hace pasar al despacho. El colectivo lleva en la mano un trascendental documento. Es resultado de un minucioso análisis elaborado por católicas de todo el mundo. Y contiene conclusiones clamorosas. Las mujeres se encuentran discriminadas en el seno de la Iglesia. No tienen visibilidad y su papel es meramente subsidiario, alejado de los órganos de decisión eclesiástica. Lo que exigen es sencillo: voz y voto dentro de la comunidad cristiana.

El señor arzobispo toma la palabra durante 20 minutos. En los otros diez les pide a las mujeres que se presenten. Punto. Del relevante asunto que ha motivado la reunión, apenas desliza una referencia de refilón. Buenos días y muchas gracias. “La envergadura de nuestra propuesta no es para que nos limitemos a presentarnos con nuestros nombres. Es muy triste”, lamenta Mercedes López, enfermera y teóloga cristiana sevillana presente en aquella reunión que les dejó un agrio sabor de boca. “Esto no es una pataleta. Es más serio y profundo”.

Revuelta de Mujeres en la Iglesia

Las siete personas que se presentaron ante el purpurado forman parte de un movimiento imparable. La marea se hace llamar Revuelta de Mujeres en la Iglesia y es la punta del iceberg de un fenómeno creciente conectado con féminas de todo el mundo que han dicho basta a la posición subalterna que secularmente han ocupado en la institución católica. La gran explosión feminista del 8 de marzo de 2018 fue el pistoletazo de salida. Y hoy son decenas de ciudades españolas donde la revuelta ya no tiene retorno. En Andalucía, están organizadas en siete provincias, Sevilla entre ellas.

“Nos pusimos en marcha como movimiento de mujeres cristianas feministas”, abunda Mercedes López al otro lado del teléfono. La corriente contestataria llegó a Andalucía desde Cataluña, pero está conectada con un fenómeno mundial que atiende al acrónimo de CWC (Catholic Women’s Council). “Es una movida a nivel intercontinental”, subraya.

El pasado 3 de marzo lograron articular una jornada de protestas en 22 capitales de provincia de toda España. Fueron actos simbólicos celebrados junto a los templos mayores y catedrales como signo inequívoco de que se sienten parte de la comunidad cristiana y dirigen sus reclamaciones al epicentro del poder católico. En paralelo, lanzaron un manifiesto para “alzar la voz y decir basta”. “Venimos de la buena noticia de un Jesús que transgrede las normas de una sociedad profundamente patriarcal”, indicaba el documento. Y añadía: “Basta a una imagen de un Dios exclusivamente masculino”.

El 3 de marzo, se celebraron actos de protesta junto a los templos mayores y catedrales de 22 capitales de provincia contra el patriarcado del poder católico

El texto no se andaba por las ramas. Se reivindicaba netamente feminista y se servía de un campo semántico que chirría entre una jerarquía tradicionalista y dominada durante siglos por los hombres. Muy pocos sacerdotes asumen su discurso y los valores igualitarios que reclaman, más allá de las llamadas comunidades cristianas de base. Y, si es poco frecuente encontrar a curas feministas, ya es casi imposible toparse con prelados.

"Pedimos ser tratadas como iguales"

Laura Guillén es monja y tiene 67 años de edad. Consagró su vida a las Siervas de San José con 19 años en Granada. Y allí sigue 44 años después. “Pienso y quiero vivir con Jesús de Nazaret y el Evangelio”, proclama como declaración de principios. “Pero no vemos que la Iglesia vaya por estos derroteros”. Es consciente de la “exclusión de la mujer” y de la “desigualdad tremenda” de la que es víctima en el seno de la comunidad católica, pese a que son mayoría en el interior de los templos y la vida parroquial.

“Pedimos ser tratadas como iguales”, reivindica. “Hay mujeres muy capacitadas en el mundo de la teología. ¿Por qué no pueden ser rectoras? ¿Por qué no pueden ocupar puestos de relevancia? ¿Por qué somos seres de segundo orden?”, se pregunta con voz firme. Laura Guillén apela a los orígenes del cristianismo cuando las comunidades eran circulares. “Todos se sentaban alrededor de una mesa y se compartía todo en igualdad. Luego la Iglesia se hizo muy jerárquica”. Eso es precisamente lo que impugna este grupo de mujeres comprometidas cada vez más pujante.

Bajo el poderoso influjo del Papa Francisco, la Iglesia Católica está dando pasos en el camino de la incorporación de las mujeres. “Pero no los necesarios”, lamenta la monja granadina. “¿Dónde está escrito que no podamos ser sacerdotes”, reflexiona, aunque admite que ella personalmente no se siente “llamada a la vocación”. La suya es una voz feminista minoritaria dentro de las comunidades de religiosas. “Queda mucho trabajo por hacer. Hay monjas mayores que tienen miedo al cambio y a romper con lo establecido”. Más complicado aún resulta entre los sacerdotes, donde la conciencia igualitaria es particularmente infrecuente. “Nos tratan como si fuéramos un grupo de locas”, deplora.

Sacerdotes "sensibilizados"

La lucha contra la discriminación, con todo, se abre paso poco a poco en el interior de una estructura tradicionalista y patriarcal. Ana Altamirano es trabajadora social. Llegó a Córdoba en 2004 y se integró en una comunidad parroquial del Polígono del Guadalquivir, un barrio obrero del extrarradio con elevados niveles de exclusión. “Siempre he estado vinculada a grupos cristianos. Para mí, la cuestión social y la fe se entremezclan”, asegura como punto de partida de su experiencia vital.

“Aunque la Revuelta no está vinculada a ningún espacio eclesial, somos mujeres de Iglesia. Muchas forman parte de las parroquias y otras pertenecen a otro tipo de movimientos”

Ana Altamirano

— Trabajadora social

En su opinión, las situaciones de desigualdad por razones de género también afectan a la Iglesia católica. “Hemos ido despertando nuestra conciencia. Y aunque la Revuelta no está vinculada a ningún espacio eclesial, somos mujeres de Iglesia. Muchas forman parte de las parroquias y otras pertenecen a otro tipo de movimientos”, explica. “Me siento feminista y lucho por la igualdad”. Ana Altamirano asegura que hay sacerdotes “sensibilizados” que defienden relaciones más “circulares” en las parroquias que dirigen. Aunque muchos otros no perciben ninguna situación de desigualdad.

Las iglesias están llenas de mujeres, que ostentan una posición “invisible” y apenas se dedican a las labores de limpieza. “El espacio de lo público ha sido siempre para el hombre, que ha controlado la toma de decisiones”, argumenta. Y lo que reivindican es una participación más plural. “Estamos excluidas de la ordenación y queremos acceder a todas esas funciones”, señala la mediadora social cordobesa.

Esperanzas depositadas en el Papa Francisco

Detrás de la centenaria cultura discriminatoria de la mujer en la Iglesia, se encuentra el “patriarcado”. “Cuesta cambiar los esquemas, aunque es necesario ya hacerlo”, implora Ana Altamirano. En los ámbitos académicos teológicos empieza a desarrollarse “otra mirada”. “Hay mujeres y hombres que defienden una teología feminista. El propio Papa Francisco se está asesorando con mujeres”, puntualiza. Es evidente que en el Pontífice argentino están depositadas muchas esperanzas por parte de todos estos colectivos cristianos feministas. “El Papa está concienciado y defiende la necesidad de caminar juntos para impulsar relaciones más sinodales y circulares”.

Patriarcado, misoginia, machismo. A ojos de este grupo de mujeres, la Iglesia católica está presa del mismo lastre que ha atenazado a la sociedad civil durante siglos. Pero ya han dicho basta. Y lo proclaman desde el seno de la comunidad cristiana. “Soy tan iglesia como el clero y la jerarquía”, subraya Mercedes López. “Formamos parte del pueblo de Dios, pero no comulgamos con el fausto, el atropello y los desmanes de la institución”.

La enfermera y teóloga sevillana teje un discurso sólido y sin concesiones. “Queremos que se acabe de una vez la subordinación y el secuestro del pensamiento crítico. No hay mujeres en los estamentos donde se toman las decisiones de gestión, intervención y vocación. Jesús dijo que no había hombres ni mujeres. Y las primeras comunidades así lo vivieron. Luego se ha ido implantando la misoginia y el patriarcado eclesiástico subordinando, negando y ridiculizando a las mujeres”.

La Biblia ha sido utilizada a lo largo del tiempo, en opinión de Mercedes López, como un “instrumento de domesticación de las mujeres”. “Hay que saber transmitirla”, aduce. “Y nosotras somos el rostro visible de lo que hay que cambiar si queremos que la humanidad camine”. Pese a todo, se siente optimista y está convencida de que el incipiente movimiento puesto en marcha en el seno de la Iglesia es una “revolución imparable”.

"Yo no voy a ver a una mujer al frente del Vaticano, pero, desde luego, no pierdo la esperanza”

Laura Guillén

— Monja

¿Hasta dónde alcanzará la marea católica feminista? Es difícil saberlo. Por lo pronto, la Revuelta de Mujeres en la Iglesia se propone cambiar las reglas de juego, impulsar la igualdad y abrir las puertas de la toma de decisión a quienes hasta ahora las tenían cerradas. ¿Veremos a una mujer al frente del Vaticano? “Yo no lo voy a ver”, asume Laura Guillén. “Pero, desde luego, no pierdo la esperanza”.