Problema social

Crecen las adicciones en mujeres: cuando el alcohol o los fármacos se usan para sobrellevar el día a día

Las entidades detectan un incremento del número de mujeres de mediana edad, con vida estructurada, que piden ayuda después de una media de 18 años de consumo

Una exadicta al alcohol: "Llegué a odiarme a mí misma, no me miraba al espejo"

Marta Berenger, psicóloga y Anabel Hernández, mujer en tratamiento, en un centro de rehabilitación de Proyecto Hombre

Marta Berenger, psicóloga y Anabel Hernández, mujer en tratamiento, en un centro de rehabilitación de Proyecto Hombre / MANU MITRU

Patricia Martín

Patricia Martín

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Anabel Hernández es de Lleida, tiene 47 años y empezó a tomar cocaína y psicofármacos en la treintena: su pareja también consumía y ella trabajaba 12 horas diarias, tenía varios empleos como cocinera, y gracias a las drogas, “se evadía” de la carga de trabajo y del sentimiento de culpa por no poder estar con sus hijos. “Me sentía más fuerte”, relata. Conseguía los psicofármacos de manera legal, puesto que sufre fibromialgia y llegó a tomar 25 pastillas al día, entre ellas morfina, sin tener que recurrir nunca al mercado negro.

Anabel está en un programa de reinserción de Proyecto Hombre en Montcada i Reixac (Barcelona), lleva 10 meses sin consumir y siente que ha “recuperado la alegría y la ilusión por la vida”. Apenas queda ya rastro de la profunda depresión que sufría.

Como ella, las entidades que trabajan en el ámbito de las adicciones han detectado un incremento del número de mujeres de mediana edad, con vida estructurada y estatus socioeconómico medio que llaman a sus puertas en busca de ayuda. A diferencia de Anabel, la mayoría consumen alcohol y también psicofármacos para sobrellevar sus malestares diarios, de manera “oculta” pero “normalizada”, sin ser conscientes del riesgo que conlleva, ya que son sustancias legales y aceptadas socialmente.

Sobrellevan los malestares diarios de manera “oculta” pero “normalizada”, sin ser conscientes del riesgo que conllevan estas sustancias legales y aceptadas socialmente

Proyecto Hombre, por ejemplo, ha lanzado una campaña #MujeresConProyecto, con el fin de visibilizar este problema, concienciar sobre las diferencias entre los consumos de riesgo de hombres y mujeres, y brindarles ayuda.

Datos y perfiles

El número de mujeres atendidas por la entidad ha crecido casi 5 puntos (del 13,8% al 18,8% del número total de usuarios) de 2013 al 2022, a la vez que han descendido 3,7 puntos el número de hombres (del 85,1% al 81,4%). Los varones que participan en sus programas siguen siendo mayoría, pero van a la baja, mientras aumenta la cifra de mujeres, incremento que podría deberse a un mayor consumo entre las mujeres o también a una concienciación creciente que les empuja más ahora que antes a pedir ayuda.

Los perfiles por sexos son distintos. Entre los hombres hay más desempleados (el 52%), tienen menor cualificación y consumen sobre todo cocaína. Entre las mujeres hay menos desempleadas (el 46%), tienen más formación pero también trabajos precarios, y optan más por el alcohol y los psicofármacos.

El consumo de hipnosedantes presenta una tendencia creciente desde 2018 y es la única adicción en la que la prevalencia femenina es mayor: cerca del doble

Según la encuesta oficial sobre drogas Edades, el consumo de hipnosedantes presenta una tendencia creciente desde el 2018 y es la única adicción en la que la prevalencia en mujeres es mayor: cerca del doble.

Los motivos que llevan a unos y otros a la adicción también son distintos. En las mujeres, entre un 50% y un 80% han sufrido algún tipo de violencia, ya sea en la infancia o en la vida adulta, la cual les ha provocado “un trauma, baja autoestima y conductas autodestructivas que les llevan al consumo”, explica Marta Berenguer, psicóloga y miembro del equipo directivo de Proyecto Hombre en Catalunya.

Mandatos de género

Al mismo tiempo, hay mujeres que usan las drogas para hacer frente al ritmo de vida actual y al cansancio y estrés que provocan las exigencias laborales y de cuidados. “Los mandatos de género antes indicaban que una mujer tiene que ser buena madre, esposa e hija, pero ahora también tiene que tener éxito en su trabajo, hacer ejercicio físico, tener buena imagen, ser la anfitriona perfecta... Las expectativas son tan elevadas que muchas mujeres se sienten culpables de no poder llegar a todo y se inician en el consumo”, alerta Elisabeth Ortega, vicepresidenta de la Red Unad.

La adicción es una forma de evadir la culpa y una vía de escape, pero a la vez es como una rueda, porque las drogas provocan que no rindan bien en el trabajo o en casa y aumenta la culpa

Marta Berenguer

— Miembro del equipo directivo de Proyecto Hombre en Catalunya

“La adicción es una manera de evadir la culpa y una vía de escape, pero a la vez es como una rueda, porque las drogas provocan también que no rindan bien en el trabajo o en casa y se incrementa la culpa: es una pescadilla que se muerde la cola”, añade Berenguer.

También algunas personas comienzan el consumo cuando los hijos abandonan el hogar, ya que algunas madres acusan el sentimiento de soledad o dejan de sentirse útiles o necesarias, según ha detectado Proyecto Hombre.

Anabel Hernández tutoriza a un nuevo interno Johanan Marín dentro del programa Proyecto Hombre

Anabel Hernández tutoriza a un nuevo interno Johanan Marín dentro del programa Proyecto Hombre / MANU MITRU

El problema es que las mujeres generalmente ocultan su adicción y, como normalmente toman alcohol o fármacos, precisamente para no tener que recurrir al mercado negro y porque están más aceptados socialmente, minimizan el problema, lo consideran algo “normal” y tardan más en pedir ayuda. La falta de apoyo familiar, el temor al estigma, priorizar el cuidado de los demás o el miedo a perder la custodia de sus hijos son otros motivos que les hace que ocultar el consumo y retrasar el momento de ponerse en manos de los profesionales para rehabilitarse.

Las mujeres suelen ocultar su consumo, normalizarlo y tardan más en pedir ayuda, 18,4 años de media

Ocultación

Las estadísticas indican que el consumo medio de las mujeres antes de entrar en tratamiento es de 18,4 años, frente a 17,1 de los hombres. Por tanto, llegan con una salud mental y física más deteriorada. Además, el 61% de las usuarias atendidas tienen patología dual (es decir, adicción más una enfermedad mental como depresión, ansiedad u otras), frente al 30,6% de los hombres.

El 61% de las usuarias atendidas tienen patología dual (es decir, adicción más una enfermedad mental), frente al 30,6% de los hombres

Por ejemplo Anabel Hernández, la mujer de Lleida en desintoxicación, explica que en su entorno nadie sabía que estaba enganchada a las pastillas o consumía cocaína a diario. “Alguna gente sabía que lo hacía, pero solo de vez en cuando”, rememora. Como otros adictos, pensaba que podía dejarlo en cualquier momento. Sin embargo, transcurrido un tiempo, fue consciente de que estaba enganchada y dio muchas vueltas a cómo comunicarlo y pedir ayuda. “Al final, un fin de año, escribí un mensaje a todos mis contactos donde explicaba mi problema y, el confesarlo, fue la manera definitiva de pedir ayuda”.

Para prevenir la adicción en este perfil de población, las entidades reclaman extender los programas de sensibilización y la educación afectivo sexual en los centros educativos. Y, para mejorar la atención a las mujeres con problemas de adicción, que haya más recursos y profesionales con perspectiva de género, con el fin de adaptar la intervención a las características concretas de las usuarias.

Suscríbete para seguir leyendo