Sanidad

El peligro de los ansiolíticos: aumentan un 21% el riesgo de mortalidad

España es líder mundial en el consumo de benzodiacepinas, un medicamento usado para tratar problemas de ansiedad, estrés, insomnio, contracturas musculares y convulsiones epilépticas

Una imagen de archivo de pastillas.

Una imagen de archivo de pastillas. / EP

EFE

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Los ansiolíticos no son inocuos, su uso crónico y prolongado tiene consecuencias y la primera es un aumento del riesgo de mortalidad en un 21%, pero en España se banaliza su consumo y Orfidal, Valium, Tranxilium y Lexatin se consideran "medicamentos de botiquín", a donde llegan por un exceso de prescripción médica.

En una entrevista con Efe, en el marco del XXIX congreso nacional de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), el responsable del grupo de trabajo de salud mental, Antonio Torres, explica que "esto no significa que el médico tenga la culpa" sino que el facultativo se ve obligado a responder- en los cinco minutos de una consulta de Atención Primaria- a una demanda social en la que le paciente exige "alivio rápido" a sus síntomas.

España es líder mundial en el consumo de benzodiacepinas, un medicamento usado para tratar problemas de ansiedad, estrés, insomnio, contracturas musculares y convulsiones epilépticas, y que tomado de manera continua -durante más de tres meses- provoca debilidad muscular, problemas de coordinación motora y alteraciones en la memoria, pero además mantiene un grado de sedación durante el día que es causa de accidentes de tráfico y laborales

Para exámenes

El 8% de la población española recurre diariamente a las benzodiacepinas y un 10% lo hace todos los meses. El consumo en España es de 100 dosis día por 1.000 habitantes, seguida de Portugal con 84 dosis diarias y Bélgica, 80 y muy lejos de las 0,4 de Alemania.

Según el responsable del grupo de salud mental de la SEMG, el perfil es muy amplio y va desde los más jóvenes que piden la prescripción de este medicamento por la ansiedad que les genera presentarse a un examen o al carné de conducir hasta los mayores de 65 años, para los que el consumo crónico tiene un alto riesgo por provocar caídas y accidentes en casa debido a la somnolencia que provocan.

También hay jóvenes que hacen un uso recreativo y consumen estos fármacos después de haber tomado estimulantes, como anfetaminas. "Si están muy acelerados, con las benzodiacepinas buscan bajar el ritmo antes de volver a casa", señala.

En este consumo abusivo está implicada población de todas las edades. Según Torres, ha habido un cambio de paradigma en los conflictos vitales: "Nuestra sociedad no está para esperas ni para situaciones de reflexión ni terapias lentas, y busca alivio inmediato".

Y es que lo que antes era un disgusto, un duelo o un conflicto personal se ha convertido en un proceso ansioso porque "uno de los síntomas es sentir ansiedad, pero la ansiedad en sí misma no es una enfermedad", precisa este experto en salud mental que admite que se han "medicalizado procesos vitales".

Atajar el mal uso

El responsable del grupo de salud mental de la SEMG considera que "cuando se usa mal un medicamento, o se prescribe en exceso, la obligación es restañar esa mala utilización" y España debe tomar las riendas para reducir esas altísimas cifras de consumo.

A juicio de Torres, la solución pasa por el respaldo de las instituciones y un pacto nacional liderado por el Ministerio de Sanidad como ocurrió con el mal uso de los antibióticos, pero también por facilitar información al paciente en la consulta para que perciba los riesgos que tiene consumir regularmente ansiolíticos. Según este experto, la simple explicación verbal del médico al paciente hace que abandone el consumo el 18% y si se añade documentación o fichas para leer en casa, el porcentaje sube al 25%.

Si a estas dos sencillas técnicas se añade el seguimiento en consulta durante un tiempo, el porcentaje de abandono de pacientes que se "desenganchan" de las benzodiacepinas alcanza el 75%.

Por ello, Torres opina que con apoyo institucional potente y sensibilización social la prescripción de estos fármacos dejaría de ser tan relajada, y se limitaría a las patologías que realmente lo requieren.