Educación en Catalunya

Familias y escuelas cuestionan la hegemonía del ordenador en la educación: "¿Hace falta tener el portátil todo el día sobre el pupitre?"

El Departament d'Educació confía en la estrategia digital de cada centro y asegura que no ha recibido peticiones explícitas de elaborar un marco común como sí pasó con los móviles 

"Los institutos deben ser un espacio libre de consumo recreacional de pantallas"

¿Es posible mantener la atención del alumnado adolescente en aulas con un ordenador por pupitre?

Un ordenador y un móvil encima de la mesa de un instituto catalán, este curso.

Un ordenador y un móvil encima de la mesa de un instituto catalán, este curso.

Helena López

Helena López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Victoria Vergara, madre de una niña en primero de ESO en un instituto público en Barcelona, ponía sobre la mesa hace unos días en una carta a EL PERIÓDICO varias cuestiones relacionadas con la digitalización de la escuela que sobrevuelan las cabezas de miles de familias catalanas. En la misiva, planteaba problemáticas que van del "escaso conocimiento de su impacto", a "los pocos recursos para auditar los contenidos digitales" o "los intereses detrás de las grandes tecnológicas que la Administración ha dejado entrar por la puerta grande". Una preocupación extendida entre familias no solo en secundaria, también en primaria e incluso en infantil. Tras el acuerdo de prohibir y restringir el uso de los móviles en los centros educativos a partir del próximo curso, el foco está ahora en el resto de pantallas, principalmente ordenadores portátiles, que con la pandemia inundaron los centros educativos, y el papel que deberían jugar en la escuela.

Hay una minoría de docentes que apuesta por educar sin tecnología; otra minoría, digitalizada; y en el centro, una mayoría que se ha visto obligada a introducirla de forma abrupta

La carta de Vergara relata la cotidianidad que le narra a diario su hija, que es la que cuentan infinidad de madres a diario en grupos de Whatsapp de la clase o en los de las amigas, para desahogarse. "Mientras los maestros intentan impartir una materia, los niños abren una pestaña paralela y se conectan a juegos en línea. Ni webs capadas por la Administración, ni que los maestros revisen, si es que les queda vida, el historial de búsqueda frena a los niños, ya que las tentaciones tienen vericuetos sofisticados", se desespera esta madre.

La alerta del Mundial

Las primeras señales de alarma saltaron en noviembre de 2022, con el seguimiento tan masivo como clandestino del Mundial de fútbol en los institutos. Pero, desde entonces, no de forma tan descarada, pero constante, los correos del profesorado a las familias advirtiendo del mal uso de los dispositivos -es decir, usarlos para jugar en lugar de para hacer las tareas encomendadas- son el pan de cada día, tanto en primaria como en secundaria. Y la pregunta es evidente: ¿qué está fallando? ¿La digitalización de las aulas se está haciendo de forma correcta? ¿Los beneficios de tener un ordenador por alumno son mayores a los riesgos que suponen?

Fuentes del Departament d'Educació defienden que el desembarco de pantallas se ha hecho acompañado de "muchas horas de trabajo y acompañamiento" en el diseño de las estrategias digitales de cada centro, en las que se recogen todas esas cuestiones "adaptadas a la realidad de cada escuela". La misma voz apunta que, igual que sí recibieron peticiones por parte de los centros para establecer un marco normativo común en el uso de los móviles o de la Inteligencia Artificial, en el caso del resto de dispositivos (portátiles o tablets) no están notando esa demanda e insisten en que el wifi del Departament está 'capado' y trabajan en 'capar' también el acceso a según qué contenidos en los dispositivos del alumnado también desde otras redes.

Fotografía de la situación

Al reto del uso que puede hacer el alumnado del ordenador en clase, se le suma el reto del uso que de la tecnología hace el profesorado. Héctor Gardó, doctor en Ciencias de la Educación al frente de la estrategia de Equidad Digital de la Fundació Bofill, hace la siguiente fotografía de la situación después de hablar con muchos profesores y centros. "Por un lado hay una parte pequeña del profesorado que realmente apuesta por una educación sin tecnología, que no ve beneficios en ella y reivindica una educación sin ningún tipo de pantalla, y, en el otro extremo, hay docentes que ya estaban digitalizados antes de la pandemia y han encontrado ese equilibrio tan difícil, donde la tecnología responde a cuestiones pedagógicas, pero son también una minoría. En el centro de esa campana de Gauss están la gran mayoría de docentes, que se han visto obligados a introducir la tecnología en el aula de una manera abrupta; primero con la pandemia y, después, por decreto, con los fondos del Next Generation. Muchos, sin experiencia, y ello provoca que hagan con las pantallas lo mismo que hacían sin ella, lo que aporta un valor diferencial muy pequeño y, si encima sumas las dinámicas tóxicas, es normal que eso genere rechazo", describe Gardó, quien rehúye de "idealizar nostálgicamente lo de antes" y de pintar "un Vietnam digital".

"Es momento de plantearnos cuál es la tecnología con sentido que merece la pena sostener y cuál es un factor que no aporta nada pedagógico"

Héctor Gardó

— Doctor en Ciencias de la Educación

"No nos ceguemos creyendo que lo de antes era mejor, ni pensando que quitando la tecnología de las aulas todo será perfecto. La tecnología es un arma muy poderosa, para lo bueno y para lo malo, y su mal uso simplemente amplifica aquello que ya no estaba funcionando", resume su parecer Gardó, quien insiste en la diferencia entre causalidad y correlación y comprende que "es normal tener dudas".

Punto de inflexión

"En cierta manera, aún no percibo que estemos preparados para saber hacer buenos usos de calidad y responsables. Llega el momento de plantearnos cuál es la tecnología con sentido que merece la pena sostener y cuál es un factor que no aporta ninguna riqueza pedagógica", añade el investigador, quien concluye: "Estamos en un momento aún de resaca. Con la pandemia vino la borrachera tecnológica y ahora nos duele todo, estamos en el 'esto no lo haré más'. Pasamos de la fiesta eufórica de portátiles, tabletas, pizarras digitales, móvil 'learning' al movimiento antipantallas, pero las aguas se tienen que ir poniendo en su sitio", opina.

Núria Alonso, miembro de Colectic, la cooperativa que gestiona El Canòdrom-Ateneo de Innovación Digital y Democrática, señala que, aunque no estén cómodos con tendencias tan prohibicionistas, estos movimientos antipantallas son un toque de atención que hay que tener en cuenta. "Nos están diciendo que hay cosas que no se han hecho bien", apunta Alonso, quien coincide con muchas familias en hacerse preguntas como "¿hace falta tener el portátil todo el día sobre el pupitre?".

El abuso de Youtube por parte de algunos docentes es desde hace tiempo una crítica generalizada entre las familias de infantil

Hay unanimidad en que poner muchos portátiles y muchas tabletas en un aula no soluciona los problemas de la educación (igual que tampoco lo haría solo quitarlos) y que la clave y la complejidad del asunto está en su uso. Y es cierto que hay centros en los que los portátiles están en la mochila y se sacan solo para actividades concretas, pero se dan también situaciones sin sentido ya desde muy pequeños.

El abuso de Youtube por parte de los docentes es desde hace tiempo una crítica muy generalizada entre las familias de infantil. "A veces los niños ven vídeos de Youtube porque los maestros no tienen dónde poner música; y para escuchar una canción acaban poniendo el vídeo y eso altera toda la dinámica de la clase", pone como ejemplo Alonso. "Hace falta que la formación se encare más hacia el impacto de las tecnologías. Ahora lo está en cómo usarla técnicamente. Hay que acompañar en recursos pedagógicos", concluye.