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"Los institutos deben ser un espacio libre de consumo recreacional de pantallas"

Aula de un instituto catalán.

Aula de un instituto catalán. / NURIA PUENTES

En el instituto público de Sants donde va mi hija, se pasan el día entero jugando a videojuegos en el aula. La enseñanza, con la implementación masiva de ordenadores por la pandemia, se ha desplazado hacia las pantallas con más urgencia que estrategia. Los problemas que acarrea son varios: escaso conocimiento de su impacto, falta de capacitación real del personal, pocos recursos para auditar contenidos, y ya no nos metamos en los intereses detrás de las grandes tecnológicas que la Administración ha dejado entrar por la puerta ancha.

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¿Qué está pasando? Que mientras los maestros intentan impartir una materia, los niños abren una pestaña paralela en el navegador y se conectan a juegos en línea. Se pasan direcciones y juegan al Fortnite y cuanta cosa les ofrece internet. Nada les frena. Ni webs capadas por la Administración, ni que los maestros revisen (si es que les queda vida) el historial de búsqueda, ya que las tentaciones tienen vericuetos sofisticados y algunas urls pueden decir aprenderhistoria.org pero te ofrecen un pedazo de videojuego, donde chatear con desconocidos y más. Es ingenuo pensar que no se abrirán más webs con videojuegos libres de todo control o páginas con contenidos no aptos para adolescentes.

En muchos 'instis', a quienes han pillado 'in fraganti' y tras un buen puñado de incidencias, les retiran el portátil hasta hablar con sus familias. Sermón por aquí, sermón por allá, retorno del portátil y vuelta a jugar. La tentación y la ansiedad que acarrea es superior. La necesidad de ser rebeldes y un grupo que empuja a infringir las normas para molar es gigante.

Como solución, el 'insti' nos anima a hablar con nuestros hijos, que no dejarán de jugar tras una conversación, ni de usar ChatGPT para hacer trabajos o deberes, ni consultar Google para trampear en clase. No lo harán porque no habrá consecuencias graves si lo hacen. Pero la solución no está en reprimirlos sino quizás en reconocer que esto se nos ha ido de las manos y que debemos blindar a la escuela para que sea un espacio seguro y libre del consumo recreacional de pantallas que hace metástasis en nuestras vidas.

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