Crisis hídrica

Ventajas e inconvenientes del agua desalada: la clave está en el precio

El Gobierno plantea enviar en barcos a Catalunya agua desalinizada de Valencia

Así funciona la desalinizadora de El Prat, la mayor de Europa

La desalinizadora de El Prat de Llobregat

La desalinizadora de El Prat de Llobregat / Joan Cortadellas

María Jesús Ibáñez

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Barcelona lleva ya años bebiendo agua desalinizada sin que sus habitantes hayan notado apenas la diferencia. De hecho, la planta construida en El Prat de Llobregat a raíz del episodio de sequía de 2008 trabaja al 100% de sus posibilidades desde hace un año y medio. Ahora el Gobierno central plantea transportar en barcos siete hectómetros cúbicos suplementarios extraídos de las instalaciones desaladoras que la empresa pública Acuamed gestiona en Sagunto (Valencia). Los defensores de esta opción aseguran que la calidad del suministro es tan buena como la de cualquier otro sistema y destacan que el recurso es, en este caso, ilimitado. Sus detractores, en cambio, alegan que el proceso de desalinización multiplica el precio del agua y denuncian que los residuos que se generan daños los ecosistemas marinos.

Estos son los argumentos que aportan unos y otros sobre un proceso cada vez más implantado en el mundo y que, según los expertos, gana peso en las zonas más amenazadas por la crisis climática, tanto para el suministro de agua potable como para el de usos agrícolas, ganaderos o industriales.

Primera ventaja: un suministro ilimitado

En lugares próximos al mar, que es donde están situadas la mayoría de las instalaciones en funcionamiento en España, la desalación dispone de agua de manera ilimitada. Es el mayor atractivo de este sistema frente a su alternativa, la del trasvase, que siempre acaba suponiendo una amenaza para los caudales ecológicos de los ríos. En todo el mundo hay hoy unas 16.000 plantas desalinizadoras operando en 177 países, las cuales producen un volumen de agua dulce equivalente a casi la mitad del caudal medio de las cataratas del Niágara. Para muchos estados, sobre todo los que se encuentran en islas o en zonas desertizadas, la desalinización es la gran fuente de abastecimiento de agua. Bahamas, Maldivas y Malta satisfacen todas sus necesidades mediante este sistema y Arabia Saudí obtiene aproximadamente 50% de su agua potable de la desalinización. En España hay instaladas un total de 765 plantas desalinizadoras, localizadas principalmente en la zona levantina y en las regiones insulares.

Segunda ventaja: la calidad del agua

La desalinizadoras aplican procesos como la ósmosis inversa para conseguir el agua potable. Como subproducto, se genera salmuera, un líquido con alta concentración de sales y con un impacto ambiental negativo. Esta agua desalada, que inicialmente se usó para riegos agrícolas, ya se usa de forma habitual para el consumo humano, hasta el punto de que, por ejemplo, los hogares de Lanzarote y Fuerteventura se suministran exclusivamente del agua desalada. España es pionera en el proceso de desalinización de agua y es uno de los líderes mundiales tanto en capacidad instalada como en la fortaleza de su industria. En la de El Prat, el agua del mar es depurada de microorganismos, algas y bacterias a través de varios filtros, uno de ellos con presión de aire para que las impurezas floten, y otro con filtrajes de arena o medidas microscópicas. La clave de todo el proceso se produce en una enorme sala repleta de cañerías de distintos colores (que indican qué tipo de agua pasa por cada tubo) y 10 turbinas que alimentan a 10 bastidores. Estos últimos son una especie de cilindros con siete membranas por las que discurre el agua a una presión altísima. 

Primer inconveniente: el coste energético

El proceso de desalinización, que además se aconseja no interrumpir, consume mucha energía y los combustibles fósiles que suelen utilizarse contribuyen al calentamiento global. Para el funcionamiento de una planta de estas características se necesita electricidad para calentar el agua en la planta térmica, a lo que se suman los costes de bombeo para la captación de agua de mar. Se calcula que se requieren alrededor de 4 kW a la hora de energía para producir un metro cúbico de agua de mar desalinizada. Todo eso acaba repercutiendo en el precio final del agua para el consumidor. Además, no se recomienda que las plantas se paren por completo, ya que al dejar de pasar agua por cañerías, tubos y membranas, estos se secan y tienen que ser renovados.

Segundo inconveniente: el impacto ambiental

En la mayor parte de estos procesos, por cada litro de agua potable producido se generan alrededor de 1,5 litros de líquido contaminado con cloro y boro. Esta agua residual (conocida como concentrado) duplica la salinidad del agua del océano. Si no se diluye y dispersa, puede formar una salmuera tóxica que, de no tratarse, acabaría degradando los ecosistemas costeros y marinos. El aumento de la salinidad y la temperatura puede provocar una disminución en el contenido de oxígeno disuelto y contribuir a la formación de zonas en la que los animales marinos no pueden vivir.

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