PRIMER ANIVERSARIO DE UNA GRAN INFRAESTRUCTURA

La desalinizadora de El Prat gasta 8 millones en un año de mínimo uso

M. JESÚS IBÁÑEZ / A. MADRIDEJOS
BARCELONA

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Trece meses después de su

inauguración, la desalinizadora de El Prat del Llobregat, la joya de la corona de la política hidráulica del tripartito, languidece a mínimo rendimiento. Las buenas reservas de agua de los embalses del sistema Ter-Llobregat –ayer, tras el último episodio de lluvias, se encontraban al 85% de su capacidad– han hecho que la gran infraestructura haya producido desde su puesta en marcha poco más de 13 hectómetros de agua, un volumen ínfimo, equivalente al consumo que realiza el área metropolitana de Barcelona durante unos 25 días. Generar esa agua ha costado 7,8 millones de euros.

El problema, explica la Agència Catalana de l'Aigua (ACA), el organismo que dirige Manuel Hernández y que es responsable de la gestión de la desalinizadora, es que el sistema de bombas y membranas de la infraestructura se estropearía si las máquinas se parasen. «Es necesario que el agua circule de forma constante para evitar que se produzca una colmatación de la sal y los circuitos resulten dañados», detalla un portavoz. Además, insiste, las aportaciones de la desalinizadora han contribuido a la mejora del sabor y de la calidad del agua que han bebido los habitantes del área de Barcelona durante los últimos meses.

FUERZA MAYOR / Visto así, el coste de 7,8 millones que ha tenido que sufragar este año la ACA –a razón de 0,60 euros por metro cúbico de agua desalada– ha sido un gasto inevitable, por razones técnicas, aunque también de calidad del servicio.

Pero no opinan lo mismo otros expertos. Para Manuel Rubio Visiers, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización del Agua (Aedyr), la explotación de una infraestructura de estas características puede programarse en función del diseño y de las necesidades. «Las paradas, en sí mismas, no son desaconsejadas siempre que se hagan adecuadamente y siempre que no se trate de paradas continuadas con una frecuencia excesiva», agrega el experto.

Con todo, Rubio Visiers reconoce que detener máquinas implica un encarecimiento del agua producida. «Si la planta se para un cierto tiempo, se producen menos metros cúbicos de agua y se está repercutiendo sobre ellos los costes fijos de la infraestructura. Por ello, sí resulta más cara el agua», explica.

En estos casi 13 meses de existencia –11 si se tiene en cuenta que el agua desalada no llegó a la red hasta septiembre del 2009, tras dos meses en periodo de pruebas– el régimen de funcionamiento de la planta ha oscilado entre el 10% y el 50%. Fue en invierno, cuando las reservas de agua de los pantanos estaban en su nivel más bajo, cuando se alcanzó el máximo de desalinización, con la mitad de las 10 tuberías en funcionamiento Y aunque la instalación tiene capacidad para producir hasta 60 hectómetros cúbicos de agua anuales, en su primer año de estreno, se ha quedado en tan solo el 21%. Es el precio que hay que pagar para tener el agua asegurada en épocas de sequía.

El gasto de 7,8 millones de euros originado por la desalinizadora parece poca cosa si se compara con los casi 2.000 millones de deuda que han acumulado los últimos años la ACA y la empresa pública Aigües Ter-Llobregat (ATLL), en concepto de préstamos solicitados para la construcción de grandes obras hidráulicas (entre ellas, la desalinizadora de El Prat). Es un endeudamiento necesario, justifican los responsables de ambos organismos.

PLACAS SOLARES / Para abaratar la producción de agua desalada, que implica un consumo energético de 2,9 kilowatios por hora (kW/h) por cada metro cúbico de agua producida, la ACA está acabando de instalar placas fotovoltaicas en las cubiertas de la planta de El Prat. Con una inversión de 4,6 millones de euros, habrá 15.000 metros cuadrados de placas que generarán una potencia de 1.300 kW, previsiblemente a partir de este mes de agosto.