En Benidorm y Málaga

El riesgo de morir atragantado con un caramelo de los Reyes Magos: dos menores salvan 'in extremis' su vida

Un policía y una enfermera consiguen que un bebé y una niña de 4 años que se estaban asfixiado con una golosina volvieran a respirar

Los Reyes Magos recorren en su tradicional cabalgata el centro de Madrid. La comitiva está compuesta por alrededor de 1.500 personas y se han repartido 1.200 kilos de caramelos.

Los Reyes Magos recorren en su tradicional cabalgata el centro de Madrid. La comitiva está compuesta por alrededor de 1.500 personas y se han repartido 1.200 kilos de caramelos. / Alberto Ortega / Europa Press

Olga Pereda

Olga Pereda

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Los frutos secos y las salchichas tienen el tamaño perfecto para obstruir la vía aérea y provocar un atragantamiento y la muerte. Lo mismo pasa con las uvas. En la Nochevieja de 2019, un niño de 3 años falleció en Gijón después de atragantarse con las uvas. Los atragantamientos están entre las tres primeras causas de muerte no natural. Es la primera causa entre los pacientes de enfermedades neurodegenerativas. En menores de 5 años, comer uvas es la tercera causa de asfixia.

Los caramelos son otro de los alimentos prohibidos en la primaria infancia. Como mínimo, hasta los cinco años. Y no por el azúcar que contienen (que también) sino porque pueden provocar la asfixia y la muerte. Sin embargo, y a pesar de las advertencias de la comunidad médica, toneladas de caramelos -da igual que sean duros o blandos, son igual de peligrosos- se reparten cada 5 de enero en las cabalgatas de los Reyes Magos de toda España. Nunca pasa nada… hasta que pasa. Un policía fuera de servicio salvó ayer la vida a un bebé de dos años que se había atragantado con un caramelo en la cabalgata de Benidorm. Días antes, en Málaga una enfermera salvó también la vida a otra niña de 4 años a la que le había pasado lo mismo dando la bienvenida a los Reyes.

Falta de oxígeno

Con el caramelo en mitad de su vía aérea, el bebé de Benidorm dejó de respirar y se puso azul por la falta de oxígeno. Su padre, con los nervios a flor de piel, intentó coger de la boda el caramelo. Fue imposible sacárselo. Luisma Roselló, un policía local, vio la escena y acudió para practicar la maniobra de Heimlich.

En adultos, consiste en ponerse de pie, detrás del atragantado, y abrazarle, colocando las manos a la altura de la boca del estómago. Hay que coger un puño con la otra mano y hacer compresiones abdominales, dosificando la intensidad según el caso, que le ayuden a expulsar el cuerpo extraño. En bebés, la maniobra consiste en ponerle boca abajo y dar pequeños golpecitos. Fue lo que hizo Luisma Roselló, que consiguió, por fin, que el pequeño expulsara el caramelo que estuvo a punto de acabar con su vida.

En Málaga

Bárbara Muñoz es el nombre de la enfermera malagueña que el pasado día 3, en una cabalgata preReyes, salvó la vida de María, una niña de 4 años que se atragantó con otro caramelo. Su padre, Guillermo, trató de hacerle la maniobra de Heimlich y comenzó a darle unos golpecitos en la espalda, informa el diario 'Sur'. Un policía trató de ayudar, pero la pequeña no conseguía expulsar la golosina. Entonces, un vecino avisó a Bárbara, que acudió de inmediato y pudo ayudar a la niña a expulsar el caramelo.

En 2019, el jefe de Protección Civil de Leganés (Madrid) salvó también la vida a un niño atragantado con un caramelo en la cabalgata. El año pasado, la pediatra y divulgadora Lucía Galán, conocida en redes como Lucía mi pediatra, escribió en su cuenta de Facebook una petición para todos los ayuntamientos de España: No a los caramelos en las cabalgatas. Sin embargo, la petición de la comunidad médica cae en saco roto.

Lo mismo ha pasado con la iniciativa de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), que hace varios años, lanzó en una plataforma 'online' una campaña para pedir el aumento de los segundos entre campanada y campanada, y así dar más tiempo a la gente y evitar riesgos con las uvas de Nochevieja, un alimento peligroso por su tamaño, forma y consistencia (sólida y líquida al mismo tiempo). Si a eso le añadimos las prisas con las que las tomamos en fin de año, la cantidad de gente que hay a nuestro alrededor, las risas y lo mucho que hablamos, la uva se convierte en una bomba de relojería. Como los caramelos de las cabalgatas.