Día de las Personas con Discapacidad

Ser mujer con discapacidad intelectual: "Nos tratan como a criaturas, pero somos válidas"

Nace un servicio para acabar con los abusos contra los discapacitados

Solo se conocen el 3 por ciento de los abusos a personas con discapacidad

Anna Gutiérrez, mujer con discapacidad intelectual, el pasado viernes en Mataró.

Anna Gutiérrez, mujer con discapacidad intelectual, el pasado viernes en Mataró. / FERRAN NADEU

Elisenda Colell

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En una manifestación del 8M, Raquel Arriaza salió a la calle con una pancarta en la mano. "Ponía 'Mujer+Discapacidad=más discriminación'. ¿Y sabes qué? La gente me miraba raro, como diciendo, ¿qué haces aquí?". "Es verdad que a nosotras nos tratan como si fuésemos criaturas, como si no tuviéramos opinión, pero somos personas válidas, tenemos derechos y existimos", reivindica Anna Gutiérrez. Ambas tienen discapacidad intelectual y forman parte de un grupo de mujeres de la federación Dincat, donde conocen sus derechos y los hacen respetar. Son mujeres muy empoderadas que han sobrevivido a historias que no han sido fáciles. "Nos tienen que escuchar, la gente debe conocer nuestro sufrimiento", reivindica Rafi Vioque este domingo, en el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad.

En tan solo una hora de charla con ellas aparecen situaciones que erizan la piel. Vioque, por ejemplo, responde sin tapujos al preguntarle si la violencia sexual se ensaña más con las mujeres con discapacidad. "En las redes sociales conoces gente que en realidad no querrías haber conocido", empieza, con su voz aguda. "Un chico me hizo muchas promesas. Yo me quise ir con él, pero me retuvo. Me encerró y no me dejaba salir". Logró escapar corriendo sin fin. "Lo hemos denunciado y la policía lo está buscando", añade.

Rafi Vioque, mujer con discapacidad intelectual y miembro del grupo de mujeres de Dincat, el pasado viernes en Barcelona.

Rafi Vioque, mujer con discapacidad intelectual y miembro del grupo de mujeres de Dincat, el pasado viernes en Barcelona. / MANU MITRU

Violencia, engaños e impunidad

Lo terrible es que su historia no es extraña dentro del grupo. "Yo me enamoré de un chico que conocí por una aplicación, pero me engañó y me sacó mucho dinero. Me dijo que se quería casar conmigo", cuenta Montse García. Ella quiso denunciar a su agresor. "Pero los Mossos me dijeron que, si no tengo pruebas, no puedo hacer nada", añade. Vioque también quiso denunciar unas lesiones que le propinaron cuando tenía 15 años. "La policía me dijo que, como tenía una discapacidad, no lo podía denunciar". García recuerda que también quedó impune una violación de la que fue víctima a los 11 años. "Yo quería denunciar pero me dijeron que tampoco podía", se queja.

Arriaza lleva años normalizando el dolor en sus relaciones sexuales. "Es que los chicos te dicen que no te harán daño, que serán sensibles, pero no es verdad", cuenta la chica, que sufre dos patologías que le afectan intelectual y físicamente. Hace pocos años decidió decir basta al dolor, y poner freno a su expareja. "Y encima se enfadó conmigo", añade. Ella agradece este espacio de mujeres donde puede conocer casos como el suyo y dejar de acostumbrarse a cosas que no deberían ser habituales. "He aprendido a conocer mis derechos y hacerlos respetar", cuenta.

"He aprendido a conocer mis derechos y hacerlos respetar"

Apartadas en el trabajo

La realidad de estas mujeres está llena de discriminaciones por partida doble. Otro de los lugares donde ocurren es en el trabajo. "A mí me costaba horrores buscar trabajo", explica Gutiérrez, que hace pocos años descubrió que tenía una discapacidad intectual. Arriaza tampoco lo ha tenido fácil. Ha trabajado muchos años en cadenas de comida rápida. "En una empresa me dijeron que cumplía el perfil pero, como tenía discapacidad, no me podían contratar". "En otros trabajos directamente solo me dejaban limpiar, no podía hacer nada más, aunque mis compañeros sí", sigue. Pero lo peor fue el día del amigo invisible. "Todos tenían regalos menos yo".

Raquel Arriaza, una de las integrantes del grupo de mujeres de Dincat, este viernes en Sabadell.

Raquel Ariaza, una de las integrantes del grupo de mujeres de Dincat, este viernes en Sabadell. / Ana Puit

Ella terminó denunciando a la empresa ante Inspección de Trabajo, porque se dio cuenta de que ni le pagaban lo que le debían ni tenía los mismos derechos que sus compañeros. Ahora dice que está "muy contenta" en una tienda de ropa. "Puedo hacer lo mismo que mis compañeras, estoy que no me lo creo", asegura, tras un historial de engaños y discriminación. "Somos personas que podemos trabajar, hacer una vida normal, somos igual de válidas, no se nos debe dejar de lado", insiste Gutiérrez, que ahora trabaja en la Fundació Maresme.

Críticas al personal sanitario

Los médicos, especialmente los ginecólogos, centran también gran parte de sus críticas. A Vioque le quisieron implantar un DIU sin tan siquiera conocer su opinión. "Es que no entiendo que no me puedan escuchar, tuve que insistir muchas veces", lamenta. Giménez alucinó con que no quisieran visitarla porque no tenía relaciones sexuales, a pesar de sufrir una menopausia precoz. "Y, además, los médicos no te miran ni a ti, hablan con tus padres, con los de la fundación... y tú piensas ¿quién es el paciente? ¿qué pasa, que no existo? No tiene ningún sentido".

Anna Gutiérrez trabaja en la fundació Maresme y es activista por los derechos de las mujeres con discapacidad.

Anna Gutiérrez trabaja en la fundació Maresme y es activista por los derechos de las mujeres con discapacidad. / FERRAN NADEU

Raquel aún recuerda las dolorosas citologías con su ginecóloga. "Yo le decía que me dolía mucho, que parara, pero no... era un infierno". Y García llegó a interponer una demanda contra un CAP. "Yo tenía tos y un médico me dijo que a las personas con enfermedades mentales no había que hacerles caso. Yo no tengo ninguna enfermedad, tengo una discapacidad. Y si la tuviera... ¿qué significa eso?". Finalmente, la radiografía mostró que tenía el corazón más grande de lo normal y que no cabía en la cavidad torácica.

El grupo de la entidad también está integrado por madres de chicas en esta situación. Es el caso de Dolors Garcia, madre de una mujer de 32 años con discapacidad. "Yo estoy aprendiendo muchísimo de estas chicas, aún tenemos mucho trabajo por hacer". También le ocurre que se dirigen a ella en lugar de a su hija en muchas ocasiones. "Nos hace falta aún mucha pedagogía, entender que son personas que tienen los mismos derechos y que necesitan más apoyo en algunas cosas".  

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