Tendencia educativa al alza

"Mi hija ha ganado en autonomía y autoestima": la experiencia de estudiar un curso de ESO o Bachillerato en el extranjero

Crece el número de familias que envían a sus hijos a estudiar al extranjero: "Es una inversión de futuro"

De familia a familia: lo que debes saber antes de enviar a tu hijo a estudiar en el extranjero

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Judith Aparicio, en la habitación de su hija, que el año pasado estudió unos meses en Irlanda

Judith Aparicio, en la habitación de su hija, que el año pasado estudió unos meses en Irlanda / Joan Cortadellas

Olga Pereda

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“Mi hijo apenas había cogido el metro. Y ahora se desenvuelve perfectamente en el aeropuerto JFK de Nueva York, que es gigante y puede intimidar a cualquiera”. Blanca habla así de su hijo Javier, que el año pasado estudió 1º de bachillerato en EEUU con una beca deportiva. La experiencia le gustó y le aportó tanto que ha decidido repetir la experiencia otro curso más. Apasionado del fútbol, incluso baraja la opción de quedarse allí y matricularse en una universidad estadounidense.

"Mi hijo apenas había cogido el metro en Madrid y ahora se desenvuelve perfectamente en el aeropuerto de Nueva York"

Antes de tomar la decisión de enviar a su hijo a estudiar al extranjero, Blanca tenía claro que la opción de vivir con una familia estaba descartada a pesar de ser más barato (unos 9.000 euros al año sin contar con los vuelos a EEUU). "Hay familias buenas y no tan buenas. Creo que la experiencia cambia mucho", sostiene. Ella apostó por un colegio privado y una beca deportiva (unos 23.000 euros al año más los vuelos).

"Cuando se le presenta un problema, lo tiene que afrontar. Claro que nos echa de menos, pero tiene un excelente grupo de amigos y está bien acompañado"

— Blanca, madre de Javier, estudiante de 2º de bachillerato en EEUU

"Es un ambiente muy competitivo, les dan mucha caña. Además, tiene que solucionarse la vida diaria. Cuando se le presenta un problema, lo tiene que afrontar. Claro que nos echa de menos, pero tiene un excelente grupo de amigos y está acompañado y rodeado. Nosotros hemos pasado a un segundo plano. Su vida es ahora los entrenamientos, el colegio y los compañeros. Le vemos estupendamente", explica la madre, que reside en Madrid. Su otra hija, estudiante universitaria, nunca tuvo la inquietud de estudiar un año en el extranjero. Su hermano sí.

Javier siempre ha sido buen estudiante. De hecho, lo más probable es que estudie alguna Ingeniería. "Esta experiencia le ha hecho bilingüe. Cuando busque trabajo, las empresas lo van a valorar. Y también el hecho de que haya salido de su ambiente y de su zona de confort y se haya buscado la vida fuera de casa", señala Blanca. "Ha aprendido mucho a valorar el trabajo de los demás. Y, sobre todo, a sufrir consecuencias si no cumple con sus obligaciones. Entre ellas, acudir con puntualidad a los entrenamientos de fútbol y a las clases. No todo vale. Hay normas y hay que cumplirlas", añade.

Dada la inmensa cantidad de agencias especializadas en los cursos en el extranjero, Blanca recomienda a otras familias que no tomen la decisión a la ligera y que entren en foros y pregunten a otros padres. "No siempre tienes una buena experiencia. A mí me aseguraron que un coordinador de la agencia me ayudaría en todo y, sin embargo, me he visto sola en muchas ocasiones. Me he sentido impotente y un poco vendida. El año pasado mi hijo tenía 16 años. Era, y sigue siendo, un niño", se lamenta. Este año, Blanca ha organizado el curso escolar de su hijo en EEUU por su cuenta, sin contratar en España una agencia especializada.

Las familias recomiendan que, antes de contratar un programa internacional, se hable con madres y padres para que les cuenten su experiencia

Cuatro meses en Irlanda

Judith Aparicio, de Barcelona, también envió a su hija a estudiar fuera. No el curso entero, 4º de la ESO, sino cuatro meses. El destino: un pequeño pueblo de Irlanda. El presupuesto total: 6.000 euros. Al contrario que Blanca, a Judith le pareció buena idea que su hija viviera con una familia, una "encantadora señora mayor" que alquila habitaciones a estudiantes internacionales.

“Mi hija tiene dislexia y los idiomas le cuestan más, pero la inmersión fue total y aprendió una barbaridad. Ha ganado autonomía y autoestima”

— Judith Aparicio

"Ha sido una experiencia de 10. A mi hija le ha venido muy bien. Tiene dislexia y los idiomas le cuestan más, pero la inmersión fue total y aprendió una barbaridad. Ha ganado en autonomía y también en autoestima", explica Judith, que, más adelante, ya baraja hacer algo parecido con su hijo pequeño, Miquel, que estudia 2º de la ESO.

Marta Galea, secretaria general de Aseproce (asociación española de promotores de cursos en el extranjero), insiste en que "además de constituir en sí misma una experiencia personal y formativa altamente provechosa", cursar un año escolar fuera "contribuye a adquirir unas capacidades que facilitarán su posterior incorporación en el mundo laboral y le aportarán una clara ventaja competitiva en el transcurso de su carrera profesional". "La vivencia de un año académico fuera de nuestro país permite a los jóvenes -concluye- desarrollar aptitudes como la flexibilidad, la apertura de mente y la capacidad de tomar decisiones responsables".

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