Informe del Defensor del Pueblo
Un testimonio de los abusos en la Iglesia: "Chuparle el pene no era nada comparado con obtener de Dios aquello que necesitaba"
El Defensor del Pueblo cifra en más de 400.000 personas las víctimas de la pederastia en la Iglesia

El informe del Defensor apunta a cientos de miles de víctimas de abusos en la Iglesia
"Yo hacía lo que él me decía, porque para mí era como Dios. Él tenía que protegerme, era como mi caja de seguridad. Él decía que rezaba a Dios por mí y que Dios me daría todo lo que yo necesitara. Chuparle el pene no era nada comparado con obtener de Dios aquello que yo necesitaba". Este es el impactante testimonio de una de las 487 víctimas que aparecen en el informe del Defensor del Pueblo sobre la pederastia en la Iglesia difundido este viernes, que cifra en más de 400.000 personas las que han sufrido abusos sexuales en colegios e instituciones de ámbito religioso.
El análisis, de más de 700 páginas, evidencia que los agresores sexuales se aprovechaban de la indefensión, vulnerabilidad y debilidad física de sus víctimas. Muchos vivían alejados de sus padres o familias, en orfanatos, internados, seminarios y hospitales.
"Ellos sabían de quién podían abusar, normalmente personas de clase baja, muchas veces las personas que tenían beca en el colegio, que, de forma increíble, los sacerdotes les llamaban 'niños gratuitos', a los que tenían beca para estudiar en el colegio, que eran los niños pobres", señala una de las personas que se ha acercado al Defensor para prestar su testimonio.
"Mientras que los demás llevábamos un babi blanco, el babi que ellos llevaban era a rayas, parecían presos. A estos eran a los que más atacaban, porque sabían que estos niños no podían decir nada, estaban allí de favor".
La dificultad de denunciar
En su informe, el Defensor destaca el contexto social e histórico en el que se cometieron la mayoría de los abusos, en la segunda mitad del siglo XX, cuando los clérigos contaban con un prestigio social y moral que hacía impensable la crítica hacia ellos, como podía ser que un menor acusara a un clérigo de abuso sexual.
Muchos testimonios han aludido a la imposibilidad de revelar los abusos cometidos por un cura por este motivo: "Me daba vergüenza explicarlo, porque no quería decir cosas malas de un cura, que en teoría era una persona buena".
En cuanto a las estrategias que usaban los religiosos para cometer los abusos, el informe apunta que aprovechaban la cercanía física del niño en una situación ordinaria, como leer o dar la lección junto a la mesa del profesor, confesarse, curar una herida en la enfermería, supervisar las duchas, etc.
A plena luz
Y no era extraño que el abuso se realizara a plena luz y delante de otros niños. "Me tocó ser testigo presencial de los tocamientos que hacía a los niños de la parroquia. Y no solo a los de la parroquia, sino a los de otro colegio, donde había niños poco favorecidos". Aprovechar la pernocta en excursiones, viajes o campamentos también ha sido una estrategia repetida.
Algunos agresores dormían junto a los niños o adolescentes y esa cercanía facilitaba el abuso, señala el Defensor, que se muestra sorprendido por el poder de algunos agresores a los que se les permitía elegir un niño para dormir con él, en una habitación o tienda de campaña diferente a la ocupada por el resto de los menores.
"Nos lo hacía a tres o cuatro niños de mi clase nada más. Recuerdo algunos apellidos, pero no voy a mencionarlos. Sí recuerdo que éramos de aspecto similar, rubitos, delgados y tímidos", señala otra persona.
Tipos de abusos
Los abusos más comunes fueron los tocamientos, presentes en tres de cada cuatro relatos. Le siguen, por frecuentes, las conductas de masturbación pasiva (22%) y activa (16,2%). Además, se han denunciado 115 casos de violación: 51 personas informaron de que habían sufrido agresiones con penetración anal (10,47%), 46 con penetración oral (9,45%) y 18 con penetración vaginal (3,7%).
"Recuerdo que hubo tocamientos, recuerdo que me besaba y, después, cuando le parecía que estaba todo terminado, pues me daba unos caramelos, me decía que eran especiales, que los hacía él. Incluso recuerdo del gusto que tenían, a higos. Y también me decía que no tenía que contarle nada a nadie, que era un secreto entre nosotros", relata otro testimonio.
El informe sostiene que "centenares" de testigos han afirmado que creen que más gente sabía lo que sucedía, y en muchos casos, han referido que el conocimiento de los abusos era evidente por parte de otros clérigos. "Mientras sucedía el abuso en el despacho del director, los niños más mayores aporreaban la puerta para que me dejara en paz. Si esos estudiantes gritaban y hacían ruido, ¿por qué el resto de religiosos no hacía nada por evitarlo?", se plantea una de las víctimas.
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