Salud mental en la vejez

"Tengo 74 años y me he intentado suicidar dos veces: perdí la ilusión de vivir"

Los suicidios y las depresiones se disparan a partir de los 70 años: "Se sienten abandonados por la sociedad"

Ancianos y salud mental: los mayores de 80 años duplican la tasa media de suicidio en España

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A1-181844801.jpg / Ana Puit

Elisenda Colell

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"¿Por qué dejé de tener ganas de vivir?", se atormenta Maria Carme Falcó, vecina de Igualada de 74 años tres días después de recibir el alta en el hospital psiquiátrico Sagrat Cor de Germanes Hospitalares de Martorell (Baix Llobregat). Entró en el hospital tras dos intentos de suicidio y un mes de calvario hasta que consiguió un diagnóstico y un tratamiento. "No tenía fuerzas para salir de la cama, para comer... perdí los sentimientos, la ilusión de vivir", cuenta la mujer, que tras la muerte de su marido al que cuidó durante dos años quiere que su caso sirva para visualizar una realidad tan frecuente como invisible: los suidicios y depresiones en la tercera edad.

Maria Carme Falcó cuenta su caso para visualizar una realidad invisible y llamar la atención sobre la necesidad de atender la salud mental

Maria Carme Falcó, pero sobretodo su hijo Joan Teixidó, no olvidarán jamás el pasado 18 de julio. Teixidó lo define como el día de la desconexión, el día D, el día en que se dio cuenta de la importancia y la fragilidad de la salud mental. "Durante el verano, mi madre y mi suegra se turnan para cuidar a mis hijos porque nosotros trabajamos. Yo llegué ese martes con los niños y mi madre, en el rellano, me decía que no sabía quién era yo ni los niños", recuerda Teixidó. Mientras habla, la madre le escucha atenta. "Tengo una nebulosa de esos días. Sí me acuerdo de que me pasaba el día en la cama, a oscuras, llorando y gritando", apunta ella.

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A1-181844796.jpg / Ana Puit

El primer ingreso: "Nadie pensó en la cabeza"

Teixidó y su hermano se iban turnando para estar con ella. "Apenas comía ni salía de la cama", sigue él. Así que decidieron llevarla al hospital de Igualada. Tras tres horas de espera, una ambulancia les trasladó hasta Martorell, donde le hicieron una resonancia. "Resulta que yo estaba bien, que me encontraba bien: corazón bien, pulmones bien... pero nadie pensó en la cabeza", prosigue Falcó. Sí que la vieron deshidratada y, tras dos días en observación, le dieron una medicación que ella terminó por no tomarse porque le provocaba llagas en la boca.

"Estaba al límite, no podía más, tenía el 'no puedo' metido en la cabeza y un peso en el pecho", relata sobre su primer intento

Días después, y tras las frecuentes visitas a la hora de comer y antes de cenar, Teixidó recibió un mensaje de su madre que hizo saltar todas las alarmas. "Era muy raro, pero se estaba despidiendo". El hijo fue corriendo y se la encontró tumbada en la cama. Faltaban 14 pastillas que ella solía tomar para dormir.

"Estaba al límite, no podía más, tenía el 'no puedo' metido en la cabeza y un peso en el pecho... como si fuera un bloque de hielo", relata ella. Los médicos no tardaron ni 10 minutos en llegar. La reanimaron y logró sobrevivir.

"Cuando ya estaba estable, me propusieron llevarla al psiquiátrico de Martorell para una primera visita. Nos dijeron que ella no estaba para ingresar, que no daba el perfil", sigue el hijo.

Segundo intento: "Quería autodestruirme"

"Aquel mes de no saber qué hacer fue un calvario", recuerda él. Ella no tiene muy claro cuándo y cómo ocurrió todo. "Sí rememora la última noche de agosto que pasó en casa. Fue el día 28. "Yo no estaba bien, quería autodestruirme, quería morirme. Y decidí hacerme daño, cortarme las venas", cuenta la madre. Aún no recuerda cómo, avisó de nuevo a su hijo. Y éste la volvió a salvar. Fue entonces cuando terminó ingresando en la unidad de psiquiatría geriátrica del hospital Sagrat Cor de Martorell.

Después de 22 días ingresada en esta unidad de agudos, el pasado martes 19 de septiembre recibió el alta. "Al final conseguí dormir. En casa me pasaba las noches en vela llorando o gritando. Aquí me han ayudado mucho", agradece.

Viuda reciente, Falcó señala que "después de 50 años con mi marido, es muy duro verte sola. Sí, tengo a mis hijos y a mis nietos... pero llega la noche y estás sola... y duele"

Madre e hijo relatan su historia para hacer hincapié en la necesidad de destinar recursos a la salud mental. "Yo me he dado cuenta de que es tan importante como si te duele la rodilla o el hígado: debemos hablar de ello y que haya medios suficientes", pide Teixidó. "Necesitamos ayuda, necesitamos medios", añade Falcó. Una semana después de salir del hospital, aún esperan la llamada del Centro de Salud Mental de Adultos (CSMA) de Igualada para que le hagan un seguimiento.

El dolor de la soledad

A Falcó le tortura aún entender por qué le ha pasado todo esto. "Me quedé anulada completamente, me vi sin sentimientos, perdí la ilusión de todo", señala. Recuerda que hace menos de un año se quedó viuda. "Me desviví cuidendo a mi marido los últimos dos años... él tenía cáncer de pulmón y yo estaba centrada exclusivamente en él", explica.

Desde que él murió, asume que la soledad en casa le duele. "Después de 50 años con él, es muy duro verte sola. Sí, tengo a mis hijos y a mis nietos cerca, los veo a menudo... Pero llega la noche y estás sola... y duele", se sincera. "Cuento mi historia para que la gente sepa lo que pasa, y para que si alguien se encuentra como yo... que pida ayuda. Yo no quería saber nada de médicos y me han salvado", agradece.

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