Colapso en Barcelona

Barceloneses y turistas resisten los cortes de tráfico y el chaparrón para disfrutar la Vuelta

La Vuelta en Barcelona: El DSM se lleva la primera etapa marcada por la lluvia y la falta de luz

Movilidad y afectaciones al tráfico en la etapa Mataró-Barcelona de La Vuelta 2023

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Guillem Costa

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El fin de vacaciones de muchos barceloneces ha coincidido con el mayor corte de tráfico de la historia de la ciudad. La Vuelta a España. Los cortes de calles fueron acelerando a medida que avanzaba el día. A media tarde, y a una hora y pico de que arrancara la carrera, el cielo de la ciudad ya había oscurecido por los grises nubarrones, algo que acabó perjudicando a los ciclistas, ya que las farolas no se encendían hasta las nueve. En el cielo, el vuelo de los helicópteros y el sonido de algún trueno. Y en la tierra, tres mundos opuestos: el de los ciclistas profesionales y la organización, el de los aficionados que se mueven a pie o en bicicleta, paseando por una 'superilla' infinita, y el más complejo, el de los coches que intentaban circular por los aledaños del itinerario.

Josep Teruel llegó de su verano a primera hora de la mañana: "He cogido la bici y he dado un paseo matutino. La verdad es que todo funcionaba muy bien, había informadores en todas partes". Después de comer, ha decidido repetirlo, pero ya con la intención de ver a sus ídolos. "Aprovecharé el carril bici de Gran Via para intentar ver la crono en dos puntos distintos: en Marina y en la meta, aquí en plaza España", se proponía.

Turistas, fans y vecinos despistados se han juntado para apoyar a los ciclistas bajo la lluvia

A su lado, la cola de vehículos ya es considerable. Esperan para girar y tomar una escapatoria que los libre del atasco. La mayoría se lo toman con paciencia. Uno de los conductores baja la ventanilla: "Ya sabíamos lo que había. Pero bueno, espero llegar a donde voy lo antes posible. Al final, esto es como circular por Barcelona en una tarde laborable de octubre, tampoco es nada rarísimo". Otro intenta convencer a la Guardia Urbana para que le dejen pasar por donde no debe. Se cabrea y suelta: "¿Por alguna calle se podrá pasar, no?". Es una excepción en un ambiente de calma relativa.

Pajarero aficionado

Para los transeúntes, la vida es un poco más sencilla en esta tarde de ciclismo. Aprovechan los pasos de peatones habilitados para cruzar las calles cuando lo necesitan hasta el último momento. A las 18.40, todo cambia. La orden de las autoridades era cerrar del todo estos pasos a esta hora. El circuito queda blindado para que empiece la contrarreloj. "'¡Fuera, hombre!, ¡Fuera hombre! ¿Cómo no vamos a cruzar, si la calle está vacía?", se quejan en Rambla de Guipuscoa. En Aragó, un hombre habla por teléfono: "Todo cortado, no puedo llegar a la Gran Via porque me he quedado en la parte de montaña, no me queda otra que ver la carrera".

Peatones utilizan los pasos habilitados para cruzar la calle.

Peatones utilizan los pasos habilitados para cruzar la calle. / El Periódico

En realidad, tiene otra opción. Puede andar hasta la calle Tarragona. Ahí, se ha levantado un puente elevado que permite el cruce, en una zona ya pegada a la meta de Plaça Espanya. Cuando faltan pocos minutos para que arranque el espectáculo, gran cantidad de personas pasean por este puente para ir de un lado a otro de la calle. Andrea y Miro, dos eslovacos que han venido a visitar Barcelona, esperan para ver a los corredores: "Hemos sabido que se celebraba aquí la etapa de la Vuelta y nos hemos animado", cuentan. "No es que nos guste mucho el ciclismo, seguimos un poco el Tour y conocemos a Sagan", añaden. Hoy, el mítico cazador de etapas compatriota suyo, que se retira esta temporada, no compite.

Fiestas de Sants

También en el puente de hierro que se ha montado, una pareja estudia la forma más rápida de llegar a las fiestas de Sants: "De momento, está todo bastante bien organizado, pero bueno, nos tocará andar un buen rato para llegar al concierto". Un poco más arriba, en la esquina de Tarragona con Aragó, se encuentra un grupo de amigos. "Nos ha ido de un pelo, si no, no llegábamos", dice uno. Otro le da un abrazo y le contesta: "¿Pero que no lo sabías, que hoy había Vuelta?".

El ambiente ciclista ya ha inundado la ciudad, y también el ruido de los truenos, que resuenan con más fuerza que hace un rato. Toni Curto, fotógrafo aficionado, ha venido en tren des de las comarcas del Ebro. Normalmente se dedica a fotografiar aves. Hoy, ha cambiado las garzas y los calamones por los Vingegaard, Ayuso y Roglic: "Tenemos un grupito con el que salimos en bici, a ver si les puedo enseñar una buenas fotos".

Las primeras gotas de lluvia humedecen las calles de Barcelona. "A ver si van a resbalar", le espeta Alex a Paula. Son una pareja que vive cerca de por donde pasan los ciclistas. No son aficionados pero han salido a cenar muy temprano, antes de las siete de la tarde y, "de paso", a sacar la cabeza por la carrera. En la mesa de al lado del restaurante de sushi que han escogido, se sientan los expertos. Un grupo de seis amigos que sí saben de qué va la competición.

Sin multitudes

"Veremos como está Roglic, para mí, tanto él como Vingegaard son favoritos", le comentan a un turista que se ha interesado por el tema. "Estaré atento para saber cómo termina", contesta. "Y no te olvides de Ayuso", le instruyen. "En Enric Mas, no te fijes especialmente, dudo que gane", añaden. El turista, asiente. Le preguntan cuántos días estará en Barcelona y dice que tres más. Le proponen repetir mañana: "En Montjuïc el final va a ser bonito, vente también a verlo". Ellos no fallarán. "A ver si la lluvia nos respeta".

Los ciclistas empiezan a luchar contra el crono. En algunas esquinas, se abarrotan un montón de personas que golpean las vallas y gritan para apoyar a los deportistas, mientras el agua se levanta del suelo con la velocidad de los neumáticos. En otros tramos, hay espacio para encontrar un hueco en primera fila y ver a placer como pasan las estrellas del pelotón. La lluvia, que ya empieza a ser constante y abundante, seguro que no ha convencido a los que viven en calles o ciudades lejanas.

La carrera termina. Para Miquel, Marc y Adrià, tres bomberos de Barcelona que tienen el parque en la calle Aragó, vuelve la normalidad. "Hemos tendio que mover los camiones y estar a punto por si había una emergencia, la próxima guardia ya será como las de cada día, todos dentro del parque y sin esta expectativa", detallan. Adrià es bastante aficionado al ciclismo: "Para mí es un lujo, mientras estoy de guardia, veo como pasan los mejores ciclistas del mundo".

Cele y Marcelo, impertérritos ante los aficionados que ondeaban banderas (si no las utilizaban para cubrirse la cabeza) y esperaban bidones, vuelven de salir a cenar. "Hemos llegado hoy de veranear en la costa. Los informadores nos han facilitado las cosas para llegar a nuestro parking, la verdad es que todo ha funcionado muy bien. Pero a nosotros no nos interesa el ciclismo. Hemos salido a cenar y a dar una vuelta, aunque la lluvia nos ha complicado la tarde". La oscuridad y el agua envolvieron a barceloneses, turistas y aficionados al ciclismo que, pese a las difíciles circunstancias, disfrutaron como pudieron de la fiesta del ciclismo.