Violencia familiar

5.000 familias al año denuncian por maltrato a sus hijos adolescentes: apenas son el 14% de los casos

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Barcelona 08/09/2014 Sociedad Reportaje sobre violencia de hijos a padres. Centre Terapeutic i Educatiu Julia Romea. La foto es a un centro de menores con problemas de conducta, en la foto el grupo de menores reunidos con los educadores en el patio del centro. Foto de RICARD CUGAT

Barcelona 08/09/2014 Sociedad Reportaje sobre violencia de hijos a padres. Centre Terapeutic i Educatiu Julia Romea. La foto es a un centro de menores con problemas de conducta, en la foto el grupo de menores reunidos con los educadores en el patio del centro. Foto de RICARD CUGAT / RICARD CUGAT

Elisenda Colell

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La madrugada del pasado lunes 17 de julio un joven de 22 años mató con un cuchillo a su padre en Vilafant (Alt Empordà), en pleno brote psicótico. Ya aquel día, 'Diari de Girona' explicaba que el chico había sido ingresado previamente en un hospital psiquiàtrico (donde fue dado de alta) y que era habitual que la policía se trasladara al domicilio de la familia por hechos similares. La noticia ha removido a los profesionales que trabajan en la prevención y detección de la violencia de hijos contra padres, así como a las familias que sufren circunstancias similares. "No es un accidente: este caso muestra la falta de medios que tenemos", coinciden familias y expertos. Cada año, en España, 5.000 familias denuncian a sus hijos adolescentes. Se estima que esta cifra apenas representa el 14% de los casos.

Se conoce como violencia filio-parental (que incluye maltrato psicológico, extorsión económica, robos, insultos, amenazas o violencia física) las agresiones -físicas o psicológicas- que cometen los hijos, en muchos casos menores de edad, contra sus padres. "La diferencia con un conflicto en casa es que la violencia es reiterativa e instrumental: los hijos usan el conflicto para conseguir dinero, para tener tiempo libre, no ir a clase, salir de fiesta... En definitiva, para alterar el poder y la autoridad de los padres", cuenta Dani Ortega, investigador y miembro de la junta de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (SEVIFIP).

Marihuana, salud mental y cada vez más jóvenes

El perfil, según Ortega, es que no hay perfil. Ocurre tanto en familias adineradas como en vulnerables. "Hay hijos de maestros y de Mossos d'Esquadra", describe Ortega, que sí diferencia tres tipos de patrones. Por un lado, están los chicos con problemas de salud mental (especialmente diagnosticados con hiperactividad o algún tipo de trastorno del espectro autista). También está el grupo que consume drogas, sobre todo la marihuana. Y luego están los que no cumplen con ninguno de estos dos condicionantes pero ejercen violencia igualmente.

"La edad media de las denuncias bascula entre los 15 y los 16 años, pero sabemos que los pocos padres que lo hacen tardan de media dos años en dar el paso, porque sienten mucha vergüenza y culpa", cuenta Ortega. Así que, según el experto, la violencia empieza a los 13 o 14 años, como mínimo. "Y ahora ya estamos detectando casos de chavales más jóvenes, entre los 12 y 13", sigue el experto. En relación al género, las estadísticas de la Generalitat apuntan a que, del total de denunciados, el 20% son chicas y el 80% varones. Además, expertos que trabajan en primera línea con este colectivo explican que, en el 80% de los casos, las víctimas son las madres. Hay especialistas que consideran estas agresiones como un subtipo más de violencia machista. "Hay chicos que repiten estas mismas conductas con sus parejas. Y a veces la madre también recibe, aunque el padre también está presente", añade este especialista.

Crecer sin límites

"Por la general, están más tiempo con las madres en casa, pero a menudo cuando el padre interviene la violencia es mucho más dura contra ellos. Contra ellas es más psicológica, quizá un zarandeo... Contra ellos es más física. Y hay que tener en cuenta que el número de chicas que ejercen esta violencia se está igualando", discrepa Arantxa Herrador, responsable de la Asociación Raíces. Esta entidad sin ánimo de lucro es la única que atiende este tipo de casos desde hace casi una década de forma especializada en Catalunya.

En lo que sí coinciden ambos es que existe un tema estructutral en estos chavales: haber crecido sin límites, sin 'noes'. "Son estilos educativos que se gestan desde que son pequeños y en la adolescencia ya no se les puede poner freno porque la dinámica ya está viciada", cuenta Herrador.

El agravante del covid

Herrador hace años que atiende a jóvenes de este tipo de hogares. Y cuenta que, con la pandemia del coronavirus, el problema se ha agravado. "Es evidente, han convivido más tiempo en casa, con los padres... El problema ha ido a más". Sin embargo, a pesar de que la violencia ha ido en aumento, no ha seguido la misma tendencia el número de denuncias. "Los padres tienen mucho miedo, y la realidad es que denunciar no resuelve el problema porque, una vez salen de los juzgados, el chico suele regresar a casa con sus padres", sigue Herrador. El internamiento en centros de menores solo se da cuando se registran casos de violencia muy grave, que no suele ser lo habitual. "Tampoco hay plazas suficientes para conseguir ingresos en psiquiátricos o unidades especializadas", cuenta Xaro Díaz, presidente de Afatrac, una asociación de familias con hijos afectados por trastornos de la conducta.

Según los expertos, algunos de ellos trabajan en justicia juvenil, existe una gran desigualdad económica y territorial para abordar estos casos. "¿Quién tiene 2.000 euros para llevar a los chicos a un centro terapéutico privado?", se pregunta Ortega. Pero, además, en España, solo País Vasco, Madrid, Valencia y Catalunya cuentan con programas específicos. En el caso catalán, la gran innovación consistió en abrir dos pisos en Girona y Barcelona con una veintena de plazas donde los jóvenes, tras ser denunciados, empiezan un proceso terapéutico y de reparación lejos del hogar familiar. "Está dando muy buenos resultados, pero apenas hay plazas, no podemos mandar a todos los chicos que tenemos, y menos aún los que viven en la Catalunya interior, Tarragona y Lleida", cuentan fuentes de Justícia que atienden estos menores y sus familias. También existe el programa Límits, donde participan padres y madres para reenfocar la problemàtica.

Sin medios en los servicios públicos

Al final, denuncian los expertos, el problema choca contra la falta de medios. "Hay listas de espera para atender los casos de salud mental desde los Centros de Salut Mental Infantil i Juvenil y los profesores tampoco están preparados ni formados para detectarlo: necesitamos más prevención". También Herrador incide en la importancia de la prevención. "Hay muchos padres que no identifican la violencia hasta que les preguntas: 'Si esto te lo hiciese tu marido, ¿qué sería?". "El problema es que los padres sentimos mucha culpa y verguenza para denunciarles, y cuando lo haces es porque crees que sabrán encontrales un lugar mejor donde se les pueda tratar... pero no hay plazas. O terminan en la calle o vuelven a casa... es desolador", insiste Díaz.

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