El club de la ciencia

“Señoritas del museo” al asalto de la ciencia

Una exposición revela un siglo de historia de las “señoritas del museo”, un colectivo esencial para el Museu de Ciències Naturals de Barcelona

Las galerías naturalistas fueron para las mujeres una discreta puerta trasera para entrar el mundo de la ciencia

SENYORETES

SENYORETES

Michele Catanzaro

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En 1983, Isabel Delgado (una mujer nacida en Córdoba que trabajaba limpiando enfermos en el Hospital de l’Esperança de Barcelona) se vio abocada a trabajar en el sitio más inesperado: el museo de ciencias naturales de la ciudad condal. “¿Usted qué sabe hacer?, me pidieron. Con las manos, lo que quiera, contesté”, relata Delgado. En pocos años, la mujer pasó de desempolvar vitrinas a hacer moldes de fósiles o sacar láminas de piedras para su análisis al microscopio 

La historia de Delgado hubiera sido inconcebible unas décadas antes, cuando el museo estaba en manos de hombres de las clases altas catalanas. Pero a lo largo del siglo XX decenas de mujeres se hicieron un hueco. Las pioneras pusieron pie en la galería naturalista en 1917. La prensa las tildó con condescendencia de “señoritas del museo”. Setenta años después, las mujeres llegarían por primera vez a la dirección del centro. 

Esta “larga marcha” es el objeto de “Imprescindibles”, una exposición del Museu de Ciències Naturals, comisariada por Pepe Pardo (José Pardo-Tomás), investigador de la Institució Milà i Fontanals del CSIC, dotado de un extraordinario talento para narrar la historia de la ciencia de forma cautivadora. 

Batas blancas y peinados años '20

“En 2008 vi una pequeña foto en una pared del Museo”, relata Pardo: cinco chicas con peinados de los años 20 y bata blanca. Algo inaudito. Ese hallazgo fue el inicio de una inmersión en el archivo del museo y del Ayuntamiento, que ha descubierto una sesentena de científicas que jugaron un papel vital en la historia de la galería naturalista. El caso de Barcelona no fue aislado. Mujeres de todo el mundo encontraron en los museos naturalistas una entrada a la ciencia más accesible que la universidad, dominada por los hombres, según explica un video al inicio de la exposición.

A principios del siglo XX, la pujanza del movimiento sufragista en las mujeres de clase alta facilitó los primeros hitos. En la capital catalana, 16 jovencitas fueron empleadas en el museo en 1917. “Formaba parte de la política de modernización conservadora de la Mancomunitat, guiada por un partido conservador, católico y catalanista como la Lliga, que sin embargo percibía los cambios sociales”, explica Pardo. Las primeras integrantes provenían de la órbita social de ese partido, pero eso no impidió que tanto 'La Vanguardia' como 'La Veu de Catalunya' se refirieran a ellas como “señoritas del museo”. 

“Tenían tareas subalternas, que sin embargo fueron imprescindibles. Llevaron a cabo el catalogado y etiquetado esenciales para convertir el centro en un museo moderno”, explica Pardo. Tanto es así que el museo no dejó de reemplazar con otras mujeres a las que se iban. En la época de oro del centro, hasta el 1936, las señoritas siguieron organizando el museo y aportando muestras. Algunas, como la experta en musgos Emília Civit, firmaron artículos científicos. Civit dejó el museo tras casarse con Pius Font i Quer, director del Instituto Botánico de Barcelona. Pero debió intervenir en los 'bestsellers' de botánica que ese científico publicó años después, tras ser purgado por el franquismo. 

Continuidad durante la guerra y la posguerra

El papel de las señoritas fue vital durante la Guerra Civil y en los inicios de la dictadura. Anna Foix i Pepita Mata, por ejemplo, rescataron el gabinete de la familia Salvador, una joya de colección naturalista que se remonta al siglo XVII y está expuesta en el Jardín Botánico de Barcelona. También fueron las señoritas quienes garantizaron la continuidad del museo (por ejemplo, manteniendo la comunicación con centros internacionales) en la posguerra, cuando buena parte de sus colegas hombres fueron purgados o premiados con plazas universitarias. 

El espectro social del grupo empezó a ampliarse en los años 50, cuando se inició una política de becas para estudiantes en el museo y se convocaron oposiciones a conservador. Quienes aprovecharon esa oportunidad fueron sobre todo mujeres, ya que la universidad seguía copada por los hombres. Fue así como entraron Roser Nos y Alicia Masriera, que llegarían a directoras del Museo de Zoología y del de Geología en 1981 y 1985, respectivamente. Nos lideró la creación de los depósitos del museo, otro impulso de modernización protagonizado por una mujer. 

Las últimas señoritas

Masriera, por su parte, fue crucial para la última, inesperada irrupción de “señoritas”. En los años 80, el Ayuntamiento de Barcelona externalizó servicios de curas en centros médicos y residencias municipales, que hasta entonces habían llevado a cabo mayoritariamente mujeres funcionarias. Algunas de estas fueron recolocadas en el Museo, entre ellas Isabel Delgado, citada al inicio del artículo. 

“Masriera cogió a la gente y la supo valorar al máximo”, afirma Delgado, recordando los cursos que la directora le ofreció. Gregoria Fernández, otra de las auxiliares de clínica que acabaron en el museo, coincide en esta muestra de “sororidad” de la científica con ellas. “Me enamoré del museo de geología”, afirma. Ella estuvo al mando de las restauración de las maquetas de dinosaurios que debían instalarse en la Ciutadella junto con el famoso mamut. 

En un acto en 2002, Roser Nos pronunció la mejor glosa sobre esta historia: “Estas señoras conservaron el Museo de Zoología. Sin estas señoras no habría nada”. Quizás no sea casualidad que en menos de un siglo pasaron de señoritas a señoras. 

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