Audiencia de Barcelona

Cuatro mujeres logran la condena de tres acusados de explotación sexual en Barcelona

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Radiografía del putero: "No vienen en platillos voladores, puede ser cualquiera"

Un tribunal impone casi 20 años de cárcel al principal imputado por inmigración ilegal y trata de seres

Un piso donde se ejerce la prostitución.

Un piso donde se ejerce la prostitución.

J. G. Albalat

J. G. Albalat

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Atravesaba por una mala situación económica en su país, Venezuela, cuando José Antonio L. la contactó. Le ofreció venir a España y le aseguró que podría obtener importantes ingresos si se dedicaba a realizar masajes y si quería “con final feliz”, es decir masturbando al cliente. Era totalmente voluntario, pero a la hora de la verdad, la joven (la testigo protegida TPX18) descubrió que había sido engañada y que se le obligaba a mantener relaciones sexuales.

Esta es una de las cuatro mujeres que han logrado llevar a José Antonio L., a Johanes Ezequiel B. y Adrián Orlando P. al banquillo de los acusados. La Audiencia de Barcelona ha condenado al primero a 19 años y seis meses de prisión por tres delitos de inmigración ilegal en concurso con trata de seres y explotación de la prostitución. A otro imputado, Johanes Ezequiel M., el tribunal le ha impuesto seis años pero solo por un caso, mientras que al tercero, Adrián Orlando R., dos años de prisión por un delito de promoción de la prostitución.

La sentencia dictada por la Sección 21, a la que ha tenido acceso EL PERIÓDICO, relata que José Antonio y Adrián Orlando, desde septiembre del 2017 hasta finales de 2018 fueron pareja de hecho y convivieron durante unos meses en Barcelona. Johanes Ezequiel vivía también la capital catalana, pero en otro piso, y es el hermano de José Antonio, del que “no consta” que “tuviera trabajo ni fuentes de ingresos distintos a los generados por la explotación de las víctimas”, inciden los magistrados. Han sido las declaraciones de esas cuatro mujeres la base de sus condenas.

En el caso de la joven TPX18 y tras aceptar la propuesta, José Antonio se encargó de todas las gestiones necesarias para que viajara a España simulando que era turista. Para ello, sacó los pasajes de avión y el seguro médico. Un hermano fue a buscarla a Venezuela. Una vez en España, el imputado exigió a la mujer 12.000 euros en pago de todos los trámites que habían efectuado, que incluía el billete de avión, la compra de un móvil y alojamiento y comida en su casa durante tres meses.

Malos tratos y amenazas

La mujer llegó a España el 20 de septiembre del 2017. A los pocos días, José Antonio le concertó un masaje. Ya en su primer servicio descubrió que "había sido engañada" y que no era cierto que pudiera elegir o no algo más que un masaje con “final feliz”. El cliente le obligó a mantener relaciones sexuales y para conseguirlo la golpeó. Además, no le pagó uno de los dos servicios consecutivos.

Cuando la joven llorando le comunicó lo sucedido a este imputado, este, “con indiferencia”, según la sentencia, le dijo que eso ocurría la primera vez. Al descubrir el engaño, la víctima mostró su intención de no prestarse a ejercer la prostitución, pero el acusado la “conminó” a que lo hiciera, bajo la amenaza de comunicar a su familia venezolana a que se dedicaba en España y a enviarles fotografías en las que aparecía con poca ropa y que se publicitaban para captar clientes.

La joven ejerció la prostitución 43 días, en jornadas de 9 de la mañana a 10 de la noche, sin interrupción ni descanso, más que los forzosos al no tener citas concertadas. Incluso se le obligó teniendo una infección vaginal. En ese periodo obtuvo unos ingresos de 12.000 euros de los que no vio nada. El dinero se lo apoderó José Antonio. La mujer recobró su libertad cuando su captor consideró que le había pagado la supuesta deuda, no cumpliendo tampoco la promesa de darle alojamiento y comida durante tres meses. El tribunal relata el caso de otras dos mujeres venezolanas que cayeron en la red de José Antonio, que controlaba la agenda. Los magistrados estiman también que Johanes Ezequiel M. hizo lo mismo con otra víctima, la testigo protegida TPX20, que dijo haberse sentido “sola, usada y engañada”.

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