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Contaminación en Barcelona

Contaminación en Barcelona / Alfons Puertas

Andrea Arnal (Verificat)

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Cuando vemos salir el humo negro del tubo de escape de un coche, o de una fábrica, tendemos a pensar que toda aquella masa gaseosa tiene efectos tanto en el planeta como en la salud, pero no siempre es así. En realidad, los gases que causan el calentamiento global suelen ser invisibles, y no solo invisibles, sino que en ocasiones los producimos también los propios seres vivos. 

En cambio, hay otros contaminantes que son capaces de entrar por las fosas nasales y llegar al torrente sanguíneo y a los pulmones, causando numerosos problemas de salud y, sin embargo, no tener un efecto inmediato y directo sobre la atmósfera. ¿Cómo podemos diferenciar unos y otros? 

Los gases que calientan la atmósfera

El principal gas de efecto invernadero (GEI) precursor del cambio climático es uno que los seres vivos exhalamos. Es el dióxido de carbono, o CO₂, compuesto de un átomo de carbono y dos átomos de oxígeno. Respirar, sin embargo, no ha sido lo que nos ha llevado a este escenario de cambio climático antropogénico, sino la desestabilización del ciclo de carbono, que mantenía las emisiones en equilibrio hasta la Revolución Industrial. Según este ciclo, “se emite tanto como se absorbe por los sumideros”, indica a Verificat Javier Sigró, geógrafo e investigador del Centro de Cambio Climático (C3) de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona). 

El CO₂ se forma cuando se oxida el carbono o cualquier compuesto que lo contenga, como ocurre cuando se produce la combustión de los hidrocarburos de los coches o de las calefacciones industriales, o los incendios forestales. Ese extra de CO₂, unido también a la deforestación hace que las emisiones antrópicas se agreguen a las naturales. En consecuencia, los sumideros no son capaces de absorber todo el CO₂, que "termina acumulándose año tras año [en la atmósfera] y provocando que la Tierra vaya calentándose poco a poco", concluye el experto.

Otros gases de efecto invernadero, en principio inofensivos para el ser humano —al menos, en pequeñas cantidades— son el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O), y los halocarburos. También se incluye en la lista de los GEI el vapor de agua, aunque más que una causa del cambio climático es una consecuencia de él, que agrava sus efectos.

Excepto los halocarburos, todos los demás se encuentran de forma natural en la composición de la atmósfera, e inhalarlos en dosis pequeñas no tiene en principio un efecto en la salud. Ahora bien, estos gases son solo una parte del problema de los que generan la combustión de los hidrocarburos y la actividad industrial. 

Gases contaminantes que afectan a la salud

Nueve de cada diez personas de todo el mundo respiran aire contaminado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Barcelona, la exposición es practicamente del 100%, de acuerdo con los datos del Ayuntamiento. 

En cualquier caso, no todos los contaminantes atmosféricos son gases como tal, sino que también está el material particulado —mezcla de partículas sólidas y líquidas que se encuentran en el aire—, conocido como PM2.5 y PM10, en función del tamaño de las partículas. Algunas se ven a simple vista, como el hollín, el polvo, la suciedad o el humo, mientras que otras solo pueden percibirse con un microscopio electrónico. 

Los gases son principalmente el dióxido de nitrógeno y otros óxidos de nitrógeno (NO2 y NOx), el dióxido de azufre (SO2), el monóxido de carbono (CO), el benceno (C6H6), y el ozono (O3). También hay metales, como el plomo (Pb), el arsénico (As), el cadmio (Cd) y el níquel (Ni). 

Depende del tipo de contaminante, del tamaño y del tiempo de exposición, así causará daños en nuestro organismo. Dos de los compuestos más controlados a día de hoy son precisamente el dióxido de nitrógeno y el PM10, porque en los últimos años han superado los límites de contaminación establecidos por la Unión Europea, que limita a 40 microgramos por metro cúbico (µg/m³) el dióxido de nitrógeno y las PM10. 

Los análisis del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona apuntan como la superación del umbral de 10 y 40 µg/m³ de PM2.5 y NO₂ respectivamente, se traduce en más de 500 muertes anuales en la ciudad. Paralelamente, la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) calcula que con un límite de NO₂ más estricto, de 20 µg/m³, podrían evitarse hasta 1.000 muertes anuales, una cifra que sube hasta los 2.100 si la contaminación del aire barcelonés fuese nula.

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