Un año de la invasión

Refugiados en Catalunya: “Mi hija emmudeció y ahora ha vuelto a hablar”

Viktoria Vaskevych se quedó atrapada en Barcelona cuando estalló la guerra, había llegado de vacaciones y no sabía si regresar a casa con su familia

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A1-166359156.jpg / ZOWY VOETEN

Elisenda Colell

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Cuando decidió contar su historia en EL PERIÓDICO, Viktoria Vaskevych estaba en medio de un dilema imposible. Ella había venido a Barcelona desde Ivano-Frankivsk con su hija de 11 años para visitar a su hermana, que vive aquí. Su hija mayor y su marido se quedaron en Ucrania. “¿Qué hago ahora? Mi corazón me dice que tenemos que estar todos juntos, pero mi cabeza dice que me quede aquí lejos de las bombas”, decía hace un año desde el hotel que ya había reservado antes de la guerra.

Doce meses después, Victoria y su hija siguen en Catalunya. “No ha sido fácil, he pensado muchas veces en volver… pero me di cuenta que aquí mi hija podía estar mejor, que podemos tener una vida”, cuenta.  “Me permití llorar, pedir ayuda, ser débil… y me sorprendí. No sabía que era tan fuerte”, responde. 

Su hija mayor está terminando la carrera y se niega a venir a Barcelona. “No quiere dejar solo a su padre, que no puede salir del país”, explica la madre. Pero asegura que están bien, y que contactan a diario.

Cinco meses de infierno

El año no ha sido fácil, especialmente los cinco primeros meses. “No sabía qué hacer. Tenía ahorros porque quería abrir un centro en Ucrania", explica esta mujer que es psicóloga. "Me gasté todos los ahorros en comer y seguir adelante”, lamenta esta madre, que después sobrevivió recurriendo a los repartos de alimentos. Su hija enmudeció tras el estallido del conflicto. “Solo dormía y lloraba, tenía mucha ansiedad”, diagnostica la madre.

Su suerte cambió en verano. Los amigos de su hermana le prestaron dos habitaciones en un piso compartido en el Guinardó y consiguió un empleo en agosto. El Grupo AsV y la Fundacion Salud y Persona le ofrecieron un empleo como psicóloga para atender los traumas de los refugiados ucranianos en todo el mundo.

“Estoy muy contenta porque me siento útil, pensé que jamás encontraría un trabajo en España”, sigue. Combina este empleo con apoyos puntuales a la asociación Djerelo para niños refugiados con discapacidad y apoyo psicológico a los menores que asisten a la escuela ucraniana de Barcelona y sus familias. “Estoy rodeada de gente que me quiere y me ayuda”, agradece.

Ayuda de entidades y amigos

La niña, que ahora cursa primero de la ESO también está mejor. “Ahora está contenta, en la escuela le va bien, ha hecho muchos amigos y la ayudan mucho en el instituto”, explica contenta al hablar de su hija. Han logrado plaza en un centro privado con una beca y la niña ha mejorado mucho en sus estudios. “Estoy feliz de estar aquí gracias a toda la gente que me ha apoyado y ayudado. Sin ellos… no sé dónde estaría”. La mujer sí que lamenta que las ayudas económicas para los refugiados que no han entrado en el circuito de las oenegés brillan por su ausencia.

¿Qué le diría a la Vicktoria de hace un año? “Me he sorprendido de mi misma. No pensé que me encontraría tan fuerte en una situación tan dura. Le diría que si quieres que se abran puertas hay que golpear fuerte. Y que vas a conocer gente excepcional. Me ha ayudado mucho conocer a gente que está pasando por lo mismo”, sigue.

Viktoria tiene la esperanza de poderse quedar en Barcelona y traer a su familia. “Me preocupa si me van a renovar en el trabajo, si renovaran las ayudas de la escuela para mi hija… Si no tengo dinero no se qué haremos”, asume angustiada. 

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