El drama de los desplazados

Guerra en Ucrania | El dilema de Viktoriya: quedarse en Barcelona o la guerra

Esta es la historia de una madre ucraniana desesperada. No sabe si volver a casa con su marido y su hija mayor, preparados para luchar en las milicias ucranianas, o quedarse a salvo en Barcelona con su hija menor de 11 años, donde llegó en avión el pasado febrero. "De un día para otro mi familia se ha roto por la mitad y siento que me toca tomar la decisión más dura de mi vida", dice entre llantos.

Última hora de la guerra Rusia-Ucrania, en directo

Barcelona 02.03.2022 Entrevista a Viktoriya Vaskevych, una mujer ucraniana que se ha quedado atrapada en Barcelona cuando estall— la guerra. En la imagen Viktoriya fotografiada con su hija peque–a de 11 a–os, Eva, en el Hotel donde estar‡n a alojadas hasta el pr—ximo viernes. Foto Laura Guerrero

Barcelona 02.03.2022 Entrevista a Viktoriya Vaskevych, una mujer ucraniana que se ha quedado atrapada en Barcelona cuando estall— la guerra. En la imagen Viktoriya fotografiada con su hija peque–a de 11 a–os, Eva, en el Hotel donde estar‡n a alojadas hasta el pr—ximo viernes. Foto Laura Guerrero / Laura Guerrero

Elisenda Colell

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Hace días que ni duerme ni come. Presencia la guerra en Ucrania enganchada al teléfono móvil y su cabeza no deja de pensar en lo que debe de hacer. Viktoriya Vaskevych, una madre ucraniana de 48 años, debe tomar sola la decisión más importante en su vida. "Mi cabeza dice que me quede en Barcelona, pida asilo y empiece aquí una nueva vida con mi hija a salvo de la guerra, pero mi corazón me pide que vuelva a casa con mi marido y mi hija mayor y que, pase lo que pase, permanezcamos juntos", cuenta Vaskevych desde un hotel en el barrio del Poblenou de Barcelona con los ojos vidriosos. Ella es una de los más de 100 ucranianos que han quedado atrapados en Catalunya tras el estallido de la guerra, carcomidos por la angustia y la pena.

"¿Que cómo era mi vida antes? Normal. Vivíamos en Frankivk. Yo trabajaba de psicóloga infantil, mi marido era deportista de pesas rusas, mi hija mayor se acababa de independizar y mi hija menor iba a la escuela...", recuerda. Una vida que se truncó a las cinco de la mañana del pasado jueves. Su hija de 20 años, Katya, le despertó con el ruido de las bombas de fondo. "Estaba llorando... y me dijo que cerca de su casa había estallado una bomba", cuenta la madre. Viktoriiya estaba entonces en Lloret de Mar (La Selva) con sus padres y su hija Eva de 11 años. "Allí empezó toda la historia", dice. Una historia que, a medida que pasan los días, le está rompiendo en pedazos. "Intento mantenerme fuerte, no llorar... pero es imposible", suelta desesperada.

Visita de reencuentro

Viktoriya emprendió su viaje hasta Barcelona el 9 de febrero de 2022. "Mis padres viven en Canadá y mi hermana en Barcelona. Hacía más de dos años que no nos veíamos, por la pandemia. Así que ahorramos algo de dinero y me vine para aquí con mi hija para reencontrarnos", prosigue. Alquilaron un apartamento en Lloret para pasar un mes entero en familia. Viktoriya y Eva tenían que regresar a Ucrania el 2 de marzo. Sus padres vuelven a Canadá el viernes. "Alquilamos una habitación de hotel en Barcelona para los cuatro desde el 2 de marzo hasta el 4 de marzo, por eso estoy ahora aquí", relata. Pero la guerra reventó todos los planes.

El jueves, cuanto estalló el conflicto, Eva, la hija pequeña de Viktoriya, enmudeció y perdió el apetito. "Se pasa el día entero enganchada al móvil". La madre también lo hizo, para mantenerse en contacto con el resto de la familia y para tratar de ayudar en lo que pudiera. "Al principio me quedé en shock, ver a todos mis amigos escondiéndose en el metro de Kiev para evitar las bombas fue desesperante", insiste. Luego removió cielo y tierra para que su hija veinteañera pudiera llegar hasta la casa de la familia, en Frankivk. "Está en el oeste del país y no está tan afectada por la guerra". De hecho está a escasos 300 kilómetros de la frontera con Eslovaquia. También consiguió movilizar a otros amigos que viven en la capital del país para que fueran hasta el pueblo. "Unos han conseguido llegar. Los otros... ya no contestan al teléfono", dice. Y rompe a llorar. "Piensas en lo peor".

El marido y la hija, en el frente

A través de las redes sociales, Viktoriya logró contactar con unos compañeros para que, al menos su hija mayor pudiera salir de la guerra y estar a salvo. "Conseguí una plaza en un coche que se iba para Praga. Pero mi hija lo rechazó, dijo que no iba a dejar sólo a su padre, a mi marido", sigue llorando. El marido de Vika, Andreii, ha decidido alistarse en las milicias territoriales e ir a la guerra. "Mi hija me ha pedido que vuelva a casa, que luche con ellos, haciendo cócteles molotov y resistiendo. Pero no sé que debo hacer. Yo por mí iría, pero ¿qué hago con mi hija de 11 años que está aquí,? ¿la llevo a la guerra?", se pregunta.

Una semana después del estallido del conflicto, esta madre sigue desencajada. "Nadie se esperaba que iba a pasar esto, llevamos ocho años con el conflicto en el Donbás y con movimientos de tropas constantes en la frontera, pero nadie podría imaginar que Putin empezara a bombardear a nuestro país. De saberlo me habría traído a toda mi familia", exclama la mujer. Era una opción que habían barajado con su marido a lo largo de estos años de hostilidades de Rusia en su país. "Uno se acostumbra a esto, pensamos que nunca entrarían", dice.

Construir una vida sin él

"El problema es que siento que debo tomar una decisión trascendental para toda mi familia y que solo depende de mí", cuenta la madre. Rompe a llorar cuando piensa en su marido. Llevan 30 años juntos, desde el día que lo conoció en una cafetería con tan solo 18 años. "No me puedo imaginar una vida sin él...". ¿Él que cree que debes hacer? ¿Qué te dice? "Él está peor que yo... esta muy mal... no dice nada. Que haga lo que pueda", cuenta.

La angustia de Viktoriya aumenta al pensar en las necesidades básicas de ella, pero sobre todo de su hija de 11 años. "Con todo esto, a mi marido y a mi nos han despedido. No tenemos dinero, no puedo darles nada para ayudar, pero es que tampoco sé que vamos a comer mañana. Dicen que ayudan a mucha gente pero yo no tengo nada", se queja la mujer. Ha ido hasta el consulado para informar que el jueves no tiene adónde ir. De momento, espera. No tiene respuesta. El colapso es monumental. Y la angustia también.

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