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Plantemos olivos y viñas para absorber las emisiones de CO2

El cambio climático arrincona los boques de pinsapos

¿Aumenta el cambio climático la talla de la bolas de granizo?

La agricultura ecológica secuestra parte de los gases de efecto invernadero, aunque no compensa las emisiones industriales.

Viñas en la Rioja

Viñas en la Rioja

Michele Catanzaro

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Un campo de olivos puede almacenar hasta tres veces más carbono que un bosque de pino blanco, el árbol que está ocupando muchos de los espacios abandonados por la agricultura. Así se desprende de un reciente estudio, que ofrece la primera estimación detallada del carbono secuestrado por los cultivos leñosos (los que retienen más carbono) en Catalunya. El trabajo vuelve a poner en la mesa una estrategia posible contra el cambio climático: usar la agricultura como una máquina para quitar de la atmósfera parte de los gases de efecto invernadero.

El cambio climático sería mucho peor si no hubiera océanos, vegetación y suelos que actúan de sumideros d de carbono. Plantas y plancton capturan CO2 de la atmósfera a través de la fotosíntesis y lo fijan en el suelo y las rocas. Es una función natural que llevan a cabo al margen de las emisiones industriales y es crucial para que la Tierra sea como es. 

Las plantas almacenan el carbono en su organismo. Cuando mueren, este carbono puede pasar al suelo, donde queda secuestrado. De hecho, se estima que el suelo almacena al menos el doble del carbono presente en la atmósfera.

El suelo almacena al menos el doble del carbono contenido en la atmósfera.

Esto es un potencial y un riesgo a la vez: la tierra puede quitar carbono de la atmósfera, pero también puede liberar el que contiene, si se gestiona mal. En el 2015, en el marco de la COP21 de París, se lanzó la “Iniciativa cuatro por mil”: los países adheridos se comprometían a incrementar el almacenaje de carbono en sus suelos de un 0,4% al año. 

“La intención es muy buena. La capacidad de secuestro de los suelos es muy grande y el carbono orgánico mejora la calidad de los suelos e interviene en todo tipo de funciones”, afirma José Álvaro Fuentes, investigación de la Estación Experimental Aula Dei (EEAD-CSIC) en Zaragoza, no implicado en el trabajo catalán.

El potencial en Catalunya

El último estudio estima en 5.500 millones de kilogramos el carbono almacenado en los cultivos leñosos en Catalunya, un promedio de unos 16.000 por hectárea. Este almacenamiento creció alrededor de un 4% entre 2013 y 2019. 

“Un bosque maduro del Pirineo tiene más potencial de almacenamiento, pero estos cultivos no son despreciables”, explica Robert Savé, coautor del trabajo e investigador emérito del Intitut de Recerca i Tecnologia Agroalimentària (IRTA), impulsor de la investigación junto con el Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (CREAG). Por ejemplo, una viña puede almacenar entre una y dos terceras partes de carbono que un espacio equivalente de pineda de pino blanco. 

Un campo de olivos puede almacenar hasta tres veces más carbono que un bosque de pino blanco.

Otro estudio anterior (un notable esfuerzo conjunto de muchas instituciones: IRTA, DACC, CGC, CTFC y CREAF) cuantificó en 48.000 millones de kilogramos el carbono almacenado en los primeros 30 centímetros del suelo agrícola de Catalunya. Los cinco kilogramos por metro cuadrado que eso representa son pocos comparados con el carbono secuestrado debajo de una masa forestal importante. Savé explica que las pocas lluvias y la tierra seca del Mediterráneo complican que el material vegetal de los campos se pudra y se incorpore fácilmente a la tierra.

¿Campos o bosques?

No obstante, los cultivos tienen unas ventajas sobre los bosques. El pino blanco, el primero en colonizar las tierras sin cultivar, no genera ningún producto explotable y se quema fácilmente, devolviendo a la atmósfera el carbono que tiene almacenado. 

“Hay empresas que proponen compensar sus emisiones plantando bosques. Estos secuestran más que la agricultura, pero hay que gestionarlos décadas. Si se queman o se cortan el efecto de sumidero desaparece”, observa Alberto Sanz Cobeña, investigador de la Universidad Politécnica de Madrid, no implicado en el trabajo sobre Catalunya. “Al contrario, un campo garantiza una gestión continua. No es algo que se planta y se deja olvidado”, añade.

¿Qué agricultura captura carbono?

“Los cultivos leñosos, como olivos, viñas y ábroles frutales, son como la cuenta en el banco del carbono. Los cultivos herbáceos son como la cartera, ya que el carbono entra y sale de ellas más fácilmente”, explica Savé.

La agricultura ecológica favorece la absorción de carbono, no así las prácticas agresivas.

Al margen de esta diferencia, lo más relevante son las técnicas. Estas incluyen dejar los rastrojos en el suelo para que se incorporen a ello por el acción del agua y facilitar la vegetación espontanea alrededor de las plantas de cultivo, para que se generen estos rastrojos y para que la erosión no se lleve la tierra. Las técnicas de laboreo mínimo evitan que el carbono almacenado en el suelo vuelva a liberarse en la atmósfera. Emplear estiércol y carbono vegetal (biochar) como fertilizantes permite inyectar aún más carbono en la tierra. Muchas de estas técnicas encajan con las agricultura ecológica en sus varias formas: biodinámica, orgánica, regenerativa, de conservación, etcétera. 

Al contrario, “cualquier práctica agrícola agresiva es fatal”, explica Savé. Alisar el terreno para que entren grandes máquinas, el riego intensivo en medio de secarrales, monocultivos, pesticidas, fertilizantes sintéticos… Todo ello dificulta el proceso ecológico vinculado con la captura de carbono.

La trampa de la compensación

La Unión Europea está apostando fuerte por la captura agrícola del carbono. Antes de fin de año, la Comisión debería aprobar un sistema de certificación de la cantidad de carbono secuestrado en un campo y se anuncia una directiva sobre la salud de los suelos para el año que viene. Sin embargo, el sistema no es ninguna panacea. En primer lugar, la agricultura es de por sí una fuente de emisiones y no está claro si su capacidad de absorción llega a equilibrar lo que emite. Seguramente, no equilibra ni de lejos las emisiones industriales. 

Suelos y cultivos no podrán compensar nunca las emisiones industriales.

“Es posible que la Comisión Europea permita a las empresas compensar sus emisiones comprando cuotas de absorción agrícola, por medio de los certificados. Eso eliminaría los incentivos para reducir las emisiones industriales”, lamenta Jurij Krajcik, de la ONG European Environmental Bureau. 

Krajcik cree que la agricultura podría ayudar a compensar las emisiones “ineliminables” de la industria, que el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) valora en un 5% o 10% de las actuales. El resto no se puede esconder debajo de la alfombra comprando compensaciones. “La agricultura no compensará nunca por las emisiones de la quema de combustibles fósiles”, concluye.

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