Día de los Difuntos

El cementerio del Poblenou, en el primer Todos los Santos sin restricciones: "Viene más gente y está más rato que antes"

Desde el sábado, los nueve camposantos barceloneses han recibido más de 92.700 visitas, cifra similar a la de hace tres años

Beatriz Pérez

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Victoriana llora ante la tumba de su marido. Ella tiene 86 años. Él murió hace seis. "La vida es una porquería. Tú ahora eres joven y no lo ves", le dice a esta periodista. Victoriana ha venido sola este 1 de noviembre al cementerio del Poblenou, en Barcelona. Sus hijos, se queja, no la han acompañado. "Ya iremos otro día", cuenta que le han dicho. Este ha sido el primer Día de Todos los Santos sin ningún tipo de restricción por el covid-19: el año pasado la mascarilla era obligatoria si no se podía respetar la distancia de 1,5 metros y, hace dos, había aforos limitados, lo que redujo la afluencia.

La afluencia al camposanto del Poblenou y el ambiente han sido prácticamente iguales que los del periodo prepandemia. Cementiris de Barcelona prevé, cuando acabe el día, una afluencia a los camposantos de la ciudad (Montjuïc, Collserola, Poblenou, Les Corts, Sarrià, Sants, Sant Andreu, Sant Gervasi y Horta) superior a la de 2019, el último año antes del covid-19, cuando recibieron la visita de 75.000 personas. Entre el sábado por la mañana y este martes a las seis de la tarde, a los cementerios barceloneses han acudido más de 92.700 personas, una cifra similar a la de hace tres años (94.924), según fuentes municipales.

El virus, al alza

Qué lejos queda el virus en el imaginario social, si bien médicos y epidemiólogos reclaman responsabilidad ante la subida de los indicadores y la incertidumbre de un invierno en el que habrá más virus respiratorios. La emotividad dentro del cementerio tampoco era este martes la misma que en 2020, cuando en los camposantos de toda España descansaban los restos de los miles de fallecidos por el covid-19.

"Vengo sola hoy porque ninguno de mis hijos ha querido acompañarme. Si fuera para ir al banco y coger dinero, y tanto que vendrían", se lamenta Victoriana mientras se seca las lágrimas con un pañuelo. Dice sentirse más sola desde que enviudó. "Cuando murió mi marido no lloré. Ahora sí, pero no por la muerte de él, sino por esto de los hijos, la poca compañía que hacen", cuenta. "No tengas hijos, que no valen para nada", lanza antes de despedirse.

Poble Nou

Una imagen del cementerio del Poblenou este martes. / Joan Cortadellas

Más de 2.000 personas

Joaquín Alaiz, limpiador de los nichos, asegura que desde las 8.30 de la mañana y a hasta las 11.30 habían pasado más de 2.000 personas por el cementerio del Poblenou. Que los niveles de afluencia son ya como los de antes del covid. Aunque él solo ha ganado 11 euros en toda la mañana, de propinas que le ha dado la gente. "Hoy vienen más a traer flores que a limpiar nichos", valora Alaiz. Otro trabajador que pasa por allá asegura que el domingo pasado hubo más gente en el cementerio que este martes. Como hoy es festivo, mucha gente ha hecho puente y se ha ido fuera. "Hoy hay más gente que otros años, pero está todo más repartido. Y hoy la gente viene y se queda más tiempo", dice este trabajador. Poco antes de las 13 horas, el puesto ambulante de venta de flores ubicado en el exterior había vendido "un poco más" que el año pasado.

Rosa Monfort viene muy a menudo al cementerio a visitar la tumba de su marido, Antonio Pradas, que falleció hace seis años, cuando tenía 71. "Me siento sola cada día por no estar con él. Nos queríamos mucho", explica mientras pasa un trapo por la lápida. "Triste estoy siempre, cuando me levanto y él no está. Es como un árbol al que se le ha roto una rama". Encima de la lápida hay una escultura blanca: una mujer que sostiene una paloma entre las manos. "Fue él quien la escogió antes de morir. Simboliza un ángel con una paloma mirando al cielo", cuenta Rosa.

"El muerto muerto está"

Hay también quienes viven la situación con menos nostalgia. "El muerto muerto está", responde Núria mientras limpia el nicho en el que descansan sus padres, abuelos y tíos. "¿Pena? No. Pena da cuando se mueren", comenta. Ella dice que ve muchos "nichos arreglados", señal de que la gente ha acudido al cementerio, si bien no percibe tanta afluencia como el año pasado.

Opinan lo mismo las hermanas Ana y Amparo Rodríguez, que han venido a visitar los restos de su madre y del marido de Ana. "Yo veo menos gente que el año pasado, pero es verdad que la gente va volviendo poco a poco", opina Amparo. Acaba de poner flores en la tumba de su marido, en cuya lápida se puede leer: 'Gracias por su visita y perdonen que no me levante'. "Es que era un fan de Groucho Marx", explica Ana. Le ha traído rosas naturales, todas rojas excepto dos blancas que simbolizan "la pureza". "Él, hasta que nos compramos el piso, me compraba rosas cada me. Después ya no", concluye.

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