La batalla contra el virus

El coronavirus regresa a Wuhan un año después

Los once millones de habitantes de la ciudad china donde comenzó la pandemia deben hacerse un test por un brote que afectó a ocho personas

Gente por una céntrica calle, cerca del mercado de Wuhan

Gente por una céntrica calle, cerca del mercado de Wuhan / AFP / HÉCTOR RETAMAL

Adrián Foncillas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Wuhan es la más ciudad más segura de China y sabremos como vencer al virus de nuevo si regresa. Esa fórmula, con variantes mínimas, han repetido durante meses con el pecho henchido los wuhaneses. El último y más agresivo rebrote en China ha devuelto el coronavirus a su presunta cuna tras más de un año en blanco y concedido la oportunidad a sus vecinos de que demuestren su destreza contra la pandemia. Las autoridades han informado hoy de ocho contagios locales en Wuhan, cinco de ellos asintomáticos, que suenan ridículos en una ciudad de 12 millones de habitantes, pero que han bastado para se ordenen tests inmediatos a una población equivalente a la suma de Catalunya y la Comunidad Valenciana. También han cerrado escuelas y exigen sin excepción el código verde del móvil y la toma la temperatura en supermercados, centros comerciales y otros espacios públicos.  

 Wuhan es para el mundo solo el origen de la pandemia pero en China simboliza el sacrificio victorioso contra el virus. Aquellos 79 días de riguroso encierro impidieron que el virus se extendiera al resto del país y los wuhaneses, que nunca fueron los más queridos, disfrutan desde entonces de un aura heroica. Un año sin contagios cuando el grueso del país había sido afectado por alguno de los rebrotes esporádicos habían convertido a Wuhan en un fortín inexpugnable que aunaba la extrema precaución social con unos dirigentes ágiles y conscientes de cese de sus antecesores por arrastrar los pies en el inicio de la pandemia.

Las medidas tomadas hoy son contundentes incluso para los parámetros nacionales y muchos wuhaneses se han quedado en casa. Hay menos gente en transportes públicos y calles, las mascarillas son ubicuas de nuevo y el escáner del código QR es innegociable, revela el propietario de un bar en la rivera del río Yantsé. “He comprado algo más de carne y leche pero sin exageraciones. Todos hemos comprado de más preparándonos para una semana en casa porque nunca se sabe, sólo algunos se han vuelto locos y arramblado con cantidades ingentes” señala. Añade que no hay escaseces en las estanterías de los supermercados ni ansiedad en su clientela. “Wuhan tiene experiencia en esto. Si todo el mundo reaccionara como lo hacemos ahora o lo hicimos antes, el problema se habría resuelto hace tiempo. Pero la gente viaja sin pruebas o sin vacunas y no es de extrañar que el virus haya regresado a China y Wuhan”, finaliza.  

Análisis de ácido nucleico

Algunos distritos ya iniciaron por la tarde los análisis de ácido nucleico y otros lo harán esta noche. Los testeos masivos no son nuevos en Wuhan: media docena de casos localizados en una vivienda ya los recomendaron un año atrás. El foco actual ha sido identificado en una construcción y afecta a los inmigrantes laborales llegados de las provincias rurales que buscan en la ciudad su sustento. Los ocho contagios locales forman parte de los 61 registrados el lunes en el país.

Son ridículos si los comparamos con las magnitudes globales pero lacerantes para la estrategia china que descarta la convivencia con el virus y pretende su expulsión. Detrás está el rebrote calificado por la prensa oficial como el peor desde enero del pasado año. Se originó en operarios del aeropuerto de Nanjing, capital de la provincia oriental de Jiangsu, que se infectaron al limpiar un avión llegado de Rusia ignorando el protocolo de higiene.

Contactos en un megaconcierto

Dos semanas después supera ya los 400 contagios, alcanza a una quincena de provincias y ha aconsejado los confinamientos y testeos masivos frente a las medidas quirúrgicas de rebrotes más tímidos. Las autoridades de Nanjing han analizado a sus casi 10 millones de habitantes ya tres veces, ordenado el encierro de cientos de miles de vecinos y cancelado los vuelos hasta mediados de agosto. Cinco casos han roto una racha inmaculada de seis meses en Pekín y forzado la recomendación de que nadie viaje si no es imprescindible.  

 Dos razones explican que este rebrote se le atragante a China cuando había sofocado los anteriores con diligencia. El primero es un acto masivo en Zhangjiejie, un destino turístico de la provincia de Hunan, que contó con varios infectados de Nanjing entre sus miles de asistentes. Su seguimiento a todos los rincones del país y cuarentena, junto con la de sus contactos más cercanos, son una pesadilla logística incluso para China. “Zhangjiejie se ha convertido en el epicentro del coronavirus”, alertó esta semana Zhong Nanshan, jefe epidemiólogo en China. 

El segundo es la variante delta, mucho más contagiosa que las anteriores, y que inquieta a las autoridades porque las vacunas patrias han mostrado contra ella una eficacia muy mejorable en el sudeste asiático. Su entrada en Wuhan revela que ni siquiera los fortines más recios están a salvo.