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Tony Fauci, el 'médico de América' que pudo con Trump

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Fernando Simón, con el crédito casi agotado

Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de EE UU.

Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de EE UU. / EP

Ricardo Mir de Francia

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Durante mucho tiempo compartieron sala de prensa: uno negaba la gravedad de la pandemia y otro le daba todo el peso que merecía; uno ignoraba a las víctimas y otro se desvivía por derrochar empatía; uno desinformaba con burdas simplificaciones y otro desgranaba con franqueza y espíritu pedagógico la cruda realidad del coronavirus. Como era de esperar, la cosa no acabó bien. Con el paso de los meses, Donald Trump fue marginando progresivamente al doctor Anthony Fauci, restringiendo sus apariciones ante los medios y filtrando a los periodistas los supuestos “errores” cometidos por el zar del coronavirus en la gestión de la pandemia. Una estrategia que culminó en las postrimerías de su presidencia, cuando amenazó con despedir a Fauci y lo convirtió en una de las dianas de sus seguidores. 

Lo cierto es que Trump nunca pudo digerir que el director de los Institutos Nacionales de Alergia y Enfermedades Infecciosas, el hombre que él mismo escogió para liderar la respuesta frente al Covid-19, fuera mucho más popular que él en las encuestas. El índice de aprobación de Fauci se ha mantenido invariablemente por encima del 60% a pesar del desgaste de tantos meses de duelo, toda una muestra del respeto y la admiración que ha generado con su pedagogía, su integridad, su elegancia y la exquisita diplomacia que tuvo que desplegar para mantener informados a los estadounidenses sin que Trump le despidiera. 

Fauci ha mantenido el cargo con Joe Biden y, entre medio, se ha convertido en un icono de la cultura pop, omnipresente en camisetas, carteles, revistas o memes. Para medio país ha pasado a encarnar la primacía de la ciencia frente a la propaganda y la politización de la pandemia. Un estatus que no parece incomodar a este epidemiólogo nacido en Brooklyn hace 80 años y acostumbrado a estar siempre en la primera línea del fuego. 

En las últimas cuatro décadas este hijo de farmacéutico, que sale a correr diariamente varios kilómetros para mantenerse en forma, ha asesorado a siete presidentes, tanto demócratas como republicanos. Un cargo que ha compaginado con la dirección de los Institutos de Salud desde hace 36 años, en los que ha liderado también la respuesta gubernamental contra el SIDA, el SARS, el zika o el ébola. 

No siempre con el aplauso generalizado de sus conciudadanos. Quizás su época más difícil la vivió durante los compases iniciales de la respuesta al SIDA. Si bien Fauci se dio prisa en alertar a la población de los riesgos del nuevo síndrome y en investigar la respuesta del sistema inmunológico frente al VIH, para muchos activistas se convirtió también en el símbolo de la indiferencia gubernamental hacia el sufrimiento de los homosexuales. 

Aquel sambenito queda muy lejos. Fauci vuelve a ser “el médico de América”, el “héroe de la pandemia”, la voz más respetada en la gestión del coronavirus. 

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