Sorprendente final de vacaciones

Los turistas ingleses que vuelven a casa desde Barcelona se resignan al confinamiento

Los pasajeros consultados en El Prat confiesan que no adelantan la vuelta y aceptan la medida del Gobierno inglés

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Óscar Hernández

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Una retirada discreta. Algo agridulce. Con resignación indignada o indignación resignada. Los escasos turistas que ayer embarcaron en la terminal 1 del aeropuerto de El Prat en uno de los poquísimos vuelos con destino al Reino Unido lo hacían en silencio ante colas de facturación diminutas, como la del vuelo 475 de British Airways que se disponía a despegar a las 14.50 horas. Ninguno ha adelantado la vuelta pese a saber que deberán encerrarse en casa al llegar.

«Esto del confinamiento a la llegada lo han decidido tarde, igual que lo de las mascarillas», explica Robert, de 19 años, que vuelve con Anna a Londres tras pasar unos días de vacaciones en Barcelona. «Aquí nos hemos sentido muy seguros y lo hemos pasado muy bien. Pero qué le vamos a hacer su cuando lleguemos nos tenemos que quedar 15 días en casa», afirma ella.

Aviones semivacíos

En la diminuta cola («en el avión van unas 20 personas en clase ejecutiva y otras 50 en turista», aclara una empleada de la compañía, es decir una tercera parte de un avión) hay una pequeña muestra del turismo inglés. Desde una mujer, Sarah Butcher, de 48 años, que viaja con su hijo y con sus padres tras pasar unos días en Bagur, hasta Leon M., un estudiante emancipado que ha disfrutado solo de unos días en Calella y en Barcelona.

«Es preocupante que hayan decidido confinarnos en casa por haber estado en España pero lo entiendo», dice M. «Yo no he estado en Barcelona. En Begur no me he sentido en riesgo en ningún momento. Creo que el Gobierno inglés está sobreactuando, pero supongo que es necesario», añade Butcher ella sin perder de vista al pequeño que juega con la maleta. 

Ambiente distópico

El inmenso y diáfano módulo de facturación, el 400, con una veintena de mostradores, luce siniestramente vacío. Solo el grupito de ingleses, en una esquina, da algo de vida. Justo debajo, en la planta de Llegadas, el ambiente es aún más triste. Todos los bares cerrados y cercados con cintas. Y una lacónica megafonía que recuerda que nariz y boca deben ir tapadas. 

Aparece una tripulación de Vueling, recién llegada de Londres. Casi suman más que los pasajeros que han traído. Tras  ellos, sonriente (mueca de ojos porque como todos en este espacio distópico nadie se atreve a quitarse la mascarilla) surge Conchi Garrote, que trabaja en temas de márketing en Brighton. Tiene 34 años. «Allí cuando voy a la playa lo hago a primerísima hora para no encontrarme con gente. Pero si hace sol llegan tantos británicos a la playa que tienes que esquivarlos», explica.

«Cuando vuelva, después de mis vacaciones aquí, me confinaré en mi casa. Aunque si no tienes piso te mandan a un hotel y tienes que pagártelo de tu bolsillo», añade Garrote. «De todas formas no creo que me afecte mucho no salir de mi casa porque puedo teletrabajar», añade tras confesar su extraña sensación de volar de Londres a Barcelona con sólo 15 pasajeros. 

Varios pasajeros explican cómo viven la orden de confinamiento del Gobierno británico

Conchi Garrote. Márketing. 34 años:

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