crisis sanitaria

Lleida, indignada: "Esto es un cachondeo"

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Elisenda Colell

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"Esto es un cachondeo", resumen muchos vecinos del Segrià, al despropósito que está viviendo la comarca. Los vecinos de los pueblos más afectados por la expansión del virus en Ponent responden con indignación, y hartazgo, al varapalo judicial de los planes "improvisados" de la Generalitat. Los comerciantes y restauradores se sienten como "marionetas" y "víctimas" del desastre económico que, dicen, se avecina en la comarca. Los alcaldes no dan crédito al ridículo monumental y a la inseguridad generada, y se niegan a aplicar los planes del Govern hasta que no sean claros. Muchos de los temporeros siguen trabajando en el campo y malviviendo en la miseria. Y los sanitarios, desbordados, se echan las manos a la cabeza. Hoy el virus se ha cobrado la vida de dos personas más en El Segrià, y ya hay 116 contagiados nuevos. Nadie sabe qué hacer, ni como actuar, mientras el covid campa a sus anchas. 

"Esto es un cachondeo, los políticos solo quieren cobrarse una medalla, pero es que las medallas se recogen partiéndose el lomo, y estos... poco se lo parten, no saben ni como tienen que hacer las cosas", zanja Josep Estela, agricultor de Alcarràs (Segrià), donde los casos de positivos por el coronavirus superan los 200 por cada 10.000 habitantes. Misma afirmación que hace Angel Monclús, dueño de un bar en la rambla Ferràn de Lleida. "Ayer quedamos en limpiar a fondo el local, congelar la comida y preparar los pedidos para llevar, y al final hemos acabado sacando la terraza", cuenta. ¿Y mañana, qué haréis? "Dímelo tú porque aquí nadie nos dice nada, nos enteramos de todo por la prensa. Yo no tengo ni la más remota idea de lo que tengo que hacer", responde Mohamed Maoul, que regenta un bar de comida turca.

Su caso explica muy bien lo que ha ocurrido este lunes en la capital del Segrià, y lo que es muy probable que pase el martes. Si bien a las nueve de la mañana Mohamed solo entregaba comida para llevar, cumpliendo con las restricciones anunciadas por la Generalitat, al ver que los restauradores de la misma calle ampliaban la terraza, ha hecho lo mismo. "No voy a ser yo el tonto que se quede cerrado", respondía desempolvando las sillas. Esta misma situación se ha repetido en cientos de comercios de la capital de Ponent, y del pueblo de Alcarràs. "Los políticos pueden ir diciendo, que a ellos no les van a bajar el sueldo, pero nosotros sí que seguimos teniendo que pagar los gastos, y si cerramos, nos quedamos en la ruina", contaba otro restaurador. 

Cierre de locales y miedo al paro

Muchos de los comercios de la capital del Segrià han desoído los planes del Govern, que ayer se quedaron meramente en recomendaciones, y abrieron sus comercios como otro día más. "Con angustia", matiza Zoraida Guerrero, encargada de una tienda de ropa en el paseo comercial de Lleida. "Lo importante aquí es abrir la puerta para no quedarnos a cero, las ventas han caído un 80% pero si podemos hacer alguna venta ya será mucho", explica. Insiste en ello también otra dependienta, Ester Mecerreyes, que sabe que si su tienda tiene que cerrar, su bolsillo lo va a notar. "Hay muchos comercios aquí que si tienen que bajar la persiana ya jamás la volverán a abrir, y yo pienso, si el mío tiene que cerrar, ¿a qué puerta llamo? ¡estarán todas cerradas!", lamenta. Navar Abdelhari, otro comerciante, advierte que tendrá que tirar mucha ropa de verano si no la consigue vender.

Ayer los grupos de whatsap de los vecinos, restauradores y comerciantes de la zona sacaban humo. En cuanto abrió el primer comercio, la cadena se fue propagando y los mensajes del Govern quedaron en papel mojado. "Que aprendan a hacer las cosas bien, que no tienen ni idea, es que nos están mareando, yo ya no sé que tengo que hacer, al final nos vamos a volver locos", decía indignada Jordina, una vecina de la capital de paseo por la capital. "Son unos incompetentes", añadía otra enfurecida comerciante que no quería revelar su identidad. "La diría demasiado gorda". 

Los médicos piden "responsabilidad"

"¿Qué les cuesta ponerse la mascarilla y separarse de la gente por unos días?" pedía el doctor Jose Luis Nogales, jefe de la planta COVID en el hospital Arnau de Vilanova, en Lleida. "Estamos viendo que la edad de los pacientes críticos sube, hay personas con 80 años, de momento podremos aguantar dando tratamiento previo antes que empeoren y aún tenemos espacio, pero debemos cortar las cadenas de transmisión y ser todos muy prudentes". Lo decía desde las puertas del hospital, a la misma hora que los vecinos iban ocupando las terrazas y las calles, como si nada hubiera pasado.

En el CUAP Prat de la Riba las colas se iban alargando. A las once y media la carpa anexa inaugurada el sábado por varios altos cargos del Govern, aún no estaba abierta. Los sindicatos llevan días advirtiendo que en Lleida faltan médicos y enfermeras, pero Salut sigue dando silencios por respuesta. De hecho, allí eran varios sanitarios quienes, sacando la lengua, iban llenando las carpas de camillas, y respondiendo "lo haremos tan rápido como podamos". 

Se lo decían a una cincuentena los enfermos, con síntomas de coronavirus, que esperaban en la calle para hacerse un PCR. Algunos habían llamado a su CAP de referencia y les habían dado cita previa. "Llevo una hora esperando", reconocía Fredi. Otros imploraban acceso a la prueba aún no estar empadronados. "No me encuentro bien, yo soy de Valencia pero vine aquí a trabajar", contaba solloza Katu, una mujer africana que, además, tenía que sufrir las miradas de recelo en la cola de espera. "Venir a infectarnos, y encima queréis pasar por delante de todos", le susurraba una vecina de avanzada edad, también enferma. 

Los alcaldes estallan y desoyen las recomendaciones

Ante tal panorama, los alcaldes afectados del baix Segrià, menos la ciudad de Lleida, estallaron. Allí, en la mayoría de casos, cumplieron a rajatabla las órdenes del Govern. Más allá de Alcarrás, solo era posible encontrar un bar abierto en Serós, que ofrecía comida para llevar. Mañana no ocurrirá, porque estas poblaciones permitirán la apertura de comercios si no hay ayudas económicas, y seguridad jurídica. "La Generalitat ha hecho un ridículo espantoso, se han tirado a la piscina y no había agua: nosotros solo pedimos órdenes claras, y ayudas para los comercios que tengan que cerrar", exponía el alcalde de Alcarrás, Manel Ezquerro.

"Confiquè?", respondía Karim, un temporero que a las tres de la tarde esperaba bajo la sombra de la Granja d'Escarp, que el agricultor que le contrata lo endosara en una furgoneta de nuevo para el campo. "Nosotros estamos trabajando igual", decía tras su mascarilla. "Esto del confinamiento aquí es imposible, ¿no ves que hay gente que duerme en la calle, o en granjas abandonadas? ¿dónde se meterán?", se preguntaba. También señalaba a los trabajadores hacinados. "En mi piso somos 10 personas, pero hay sitios donde hay como 20 o 30... ¿cómo van a vivir si se tienen que encerrar?".