FRAUDES EDUCATIVOS EN LA PANDEMIA

Así se rastrea y se combate a los copiones en la universidad

Un profesor canario se hace pasar por estudiante para descubrir cómo una compañía ofrece trabajos personalizados para aprobar asignaturas por 300 euros

El profesor de la universidad de la Laguna (Tenerife) Jose Saturnino Martinez Garcia

El profesor de la universidad de la Laguna (Tenerife) Jose Saturnino Martinez Garcia / periodico

Olga Pereda

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En la era covid-19 las sencillas chuletas -analógicas o digitales- para aprobar exámenes han pasado a mayor gloria. Copiar ya es no algo artesanal sino una poderosa maquinaria industrial. Sus tentáculos han llegado a la universidad. ¿Tienes 300 euros? Pues ya está a tu disposición un trabajo personalizado con el que dejar impresionado a tu profesor.

José Saturnino Martínez García, profesor de Equidad y Educación en la universidad de La Laguna (Tenerife), recibió hace varias semanas un email de una empresa 'online' que se ofrecía a realizar -a cambio de dinero- proyectos personalizados de fin de curso de la materia que fuera. "Imagino que era un sistema de correos masivos y no se percataron de que yo no era estudiante sino profesor", explica. Al docente le picó la curiosidad y les envío un email pidiéndoles el mismo trabajo que él había requerido a sus alumnos: un ensayo sobre Desigualdades educativas. Debía tener 30 páginas e incluir 20 referencias bibliográficas. Enseguida recibió la respuesta. El trabajo se podía hacer sin problemas. El presupuesto, 300 euros. Martínez García, evidentemente, no contestó el correo. "Fue una manera de constatar que copiar ya no es una cosa artesanal. Antes veías por los pasillos de la universidad el teléfono de algún profesor de secundaria o un licenciado con inestabilidad laboral que se ofrecía a los estudiantes para hacerles un trabajo. Esto ha cambiado y se ha convertido en una estrategia empresarial agresiva". El docente bromea y asegura que se ha convertido en el personaje de Harrison Ford en la mítica 'Blade Runner':  "Soy un buscador de replicantes. Es decir, copiones".

A mediados de mayo, el profesor universitario de la Laguna leyó un artículo de EL PERIÓDICO sobre la puerta al fraude que implican los exámenes online en plena pandemia del coronavirus. En el reportaje, Carlos Elías, catedrático de Periodismo en la universidad Carlos III de Madrid, explicaba cómo había actuado él para evitar plagios este año. Su método era huir del examen tradicional y apostar por dar a sus alumnos un plazo de un mes para redactar un ensayo de 15 páginas sobre el 'Storytelling en el discurso político en la época de las fake news’. Tras leer el reportaje, Martínez García se puso en contacto con el catedrático Elías. "¿Estás seguro de que tus alumnos no copiarán el trabajo que les has planteado como examen? Déjame un día para averiguarlo".

Control de calidad

Haciéndose pasar por un universitario, Martínez-García envió un email a la plataforma con las directrices del ensayo. Voilà. Recibió una pronta respuesta. El presupuesto ascendía a 128 euros. La plataforma, además, le explicaba que estaban "totalmente comprometidos con ofrecer la máxima calidad". "Todos nuestros profesores pasan un control de calidad antes de trabajar para nosotros. Se exige un mínimo en sus calificaciones universitarias y experiencia demostrable realizando tareas de redacción. Disponemos de un gran conjunto de colaboradores, así que encontraremos el mejor tutor para ocuparse de tu trabajo".

Tanto Elías como Martínez García se entristecen al comprobar que este fraude corrobora la brecha social y económica. Si tienes dinero, pagas y apruebas aunque no hayas aprendido.

¿Cómo evitar el fraude?

Para evitar este pillaje, Martínez García ha enviado un correo electrónico a sus 220 alumnos dejando claro -y con cierta sorna, claro está- que podrían ir a la cárcel si cometen los delitos de suplantación de identidad y falsificación de documento. Como no cree que sus alumnos le hagan mucho caso en ese sentido, el profesor también ha optado por modificar los exámenes para evitar el fraude. "Son mejores los orales y que las preguntas no sean cerradas. En caso de que el alumno rechace este tipo de pruebas -y está en su derecho- se pueden hacer tipo test. Mejor si se les concede un tiempo muy ajustado para evitar así que tengan margen de recurrir a apuntes y otros métodos para copiar".

Martínez García asegura que esta maquinaria del pillaje responde al hecho de que la universidad "se ha vaciado de sí misma" y que muchos alumnos lo único que quieren es un "cacho de cartón" donde se diga que ha aprobado. "Es una dinámica tóxica, el nivel de burocratización se ha tragado la experiencia educativa, que debería basarse en la confianza y no la desconfianza. Es una espiral viciosa".

En todo caso, el profesor canario reconoce que la pandemia es una situación única en la historia de la Humanidad. "No es una época normal sino una catástrofe inesperada. No podemos actuar como si nada hubiera pasado. Los estudiantes y los profesores -como el resto del mundo- lo estamos pasando mal. Y no solo por la crisis sanitaria sino también por la económica. Yo soy profesor de Equidad y Educación, así que no puedo ser un docente injusto. No pasa nada si el nivel de exigencia para con nuestros estudiantes no es el mismo este año que en un curso académico normal". Aprobado general, no. Manga ancha, sí.

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