Muere a los 103 años Neus Català, superviviente de los campos de exterminio nazi

Militante izquierdista, este enfermera que ayudó a evacuar a 180 niños en la Guerra Civil, fue elegida para el premio Català de l'Any en el 2006

Neus Català en una imagen de 2013, sosteniendo su retrato de prisionera.

Neus Català en una imagen de 2013, sosteniendo su retrato de prisionera. / periodico

Elisenda Colell

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“No puedo ni quiero olvidar”. Esta es una frase que Neus Català repitió machaconamente desde que salió con vida del campo de concentración nazi de Ravensbrück, en Alemania. También la recordó al recoger el premio de Catalana de l’Any, en el 2006, que dedicó a todas sus compañeras en el campo de concentración. Ayer murió en su pueblo natal, Els Guiamets (Tarragona) a la edad de 103 años.

La vida de Català se explica por una lucha antifranquista permanente. Vivió la fundación del PSUC, el viejo partido comunista en Catalunya en el que militó. En plena guerra civil, a los 22 años, se graduó en enfermería y dos años después, el enero en que las tropas franquistas llegaron a Barcelona, cruzó la frontera hacia Francia. Lo hizo acompañada de 182 huérfanos que pertenecían a la colonia Negrín, de Premià de Dalt.

En Francia ayudó a la resistencia antifascista. Gracias a su peinado, pasaba mensajes entre unos y otros. Hasta que un farmacéutico la delató. “Se acabó mi juventud, días como aquellos no se han inventado”, decía Català al recordar aquel 3 de febrero de 1944, cuando los nazis la pillaron tras un chivatazo y se la llevaron al campo de concentración de Ravensbrück.

“Los ocho primeros días estuve muy mal, solo tenía ganas de morirme y no quería ni comer. Después tomé la decisión de que quería salir de allí para contar lo que había presenciado, de manera que incluso registraba lo más atroz: si me decían que una chica se había suicidado estampándose contra una valla electrificada, iba para poder explicarlo. Tenía que luchar para vivir”, explicaba Català en una entrevista con EL PERIÓDICO en el 2007. Como a centenares de mujeres que habitaban en aquel campo, le raparon el pelo, la medicaron para que no menstruara y usaron sus manos y su cuerpo para construir ladrillos y agrandar el helado lago Schwedt.

Allí estuvo dos meses. Luego fue trasladada en Holleischen, un campo de exterminio de hombres donde tuvo que fabricar balas antiaéreas. Allí se jugó la vida saboteando la producción. Moscas, escupitajos o aceite sirvieron para reducir la producción a la mitad. Fueron 14 meses de humillaciones, horror y muerte. Desde entonces, Català no pudo volver a dormir si no era con pastillas.

Después vino la lucha de sobrevivir en el exilio al que la obligó la dictadura franquista. Mujer de retos, Català se dio a la ingente tarea de conservar la memoria de aquellas mujeres que habían muerto en Ravensbrück y en especial, las españolas. No estaba dispuesta a que los nombres de las hermanas María y Leonor Rubiano, Carmen Bartolí, o Sofía Limán, por citar solo a algunas, cayeran en el olvido. Junto a Joan Raventós, político socialista, y Montserrat Roig, periodista y escritora, reescribió sus nombres.

En la vida los reconocimientos siempre llegan tarde, pero en los últimos años, Català fue galardonada en muchas ocasiones. La Generalitat le concedió en el 2005 la Creu de Sant Jordi y en 2015 la Medalla de Oro, y en el 2014 el Ayuntamiento de Barcelona le otorgó la Medalla de Oro al Mérito Cívico.

 “Hoy hay otros infiernos como los que yo viví. ¡El hambre y la guerra para alguien que ha trabajado por la igualdad y la libertad son exasperantes! ¿Por qué no protesta más la gente?” se preguntaba 2007.  Nunca abandonó la lucha. “Si nosotros no hacemos la política, nos la harán los enemigos”.

Su máxima, no olvidar, para impedir que vuelva a suceder. "Nuestra dignidad estuvo siempre por encima de las palizas que nos daban cada día. Nunca nos sometimos", dijo Català al recibir el Català de l’Any. Su voz y su mirada se han ido, su historia permanecerá escrita en cuatro libros. Uno de ellos, ‘De la resistencia y la deportación’, de su puño y letra.   

Tras conocerse su muerte, diversos políticos han homenajeado su figura.

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