MUJERES REFERENTES

"Ya nadie te dice que vas a ingeniería a buscar novio"

Una investigadora, una profesora y dos emprendedoras cuentan con qué se han encontrado en el mundo tecnológico

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Carmen Jané

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Irene Arias, ingeniera de caminos e investigadora de la UPC

"Ya nadie te dice que te has apuntado a ingeniería a buscar novio"

Es una de las investigadoras punteras en su materia en España. Profesora de la Universitat Politècnica de Catalunya, tiene varias becas de investigación, entre ellas la prestigiosa ERC Starting Grant, del Consejo Europeo de Investigación. Su trabajo se centra en un área puntera, los metamateriales, “materiales que por su estructura son capaces de generar propiedades no presentes en su naturaleza, que se aplican en micromotores, farmacia, sensores, recolectores de energía…”.  Y es madre de cuatro hijos.

“Cuando yo empecé la carrera éramos cuatro chicas entre ciento y pico chicos, pero esto ha ido aumentando hasta llegar al actual 20%. Ahora nadie te diría, como me dijo a mí un profesor, que total yo había ido a la facultad a buscar novio”, recuerda, pero para Arias, los estereotipos se mantienen. “En la UPC lo tenemos comprobado. Si un curso se llama 'Ingeniería ambiental' se apuntan muchas menos mujeres que si se llama ‘Ciencias y protección del medio ambiente”.  

Según su experiencia no es un tema de referentes personales sino de carácter. “A mi hija mayor le encanta la robótica y la construcción pero cuando le propuse apuntarse a una extraescolar de robótica me dijo que no porque no quería ser la única chica. Y es que hasta en el anuncio solo aparecían niños. Y para ella, su madre y su tía somos ingenieras. A mí nunca me importó ser la única chica en algo, siempre me he sentido cómoda entre chicos, me encantaban las matemáticas y la física y me atraía el reto de hacer una carrera difícil pero entiendo que luchar contra los estereotipos sociales es muy difícil”, señala.

Arias estudió el doctorado en EEUU; donde también luchan -y lo hacían entonces- por equiparar la brecha digital de género. Optó por la universidad para seguir investigando y pese a que considera que cuida más la conciliación que en la empresa privada, “donde los horarios son muy largos. Mi padre, que es ingeniero, estaba fuera muchas horas”. Pero el mundo académico tampoco es un ejemplo de prácticas igualatorias.

“En las evaluaciones a los profesores, no se tiene en cuenta los periodos de baja maternal, por ejemplo. Cuentan tus publicaciones durante un periodo de tiempo concreto y no hay forma de poner que igual en esos años tuvistes dos bajas maternales. Las mías han sido de ocho meses cada una”. Madre de cuatro hijos, afirma que incluso en la investigación “se cuida muy poco la conciliación. El mensaje es ‘no te vamos a ayudar con tu maternidad’. En EEUU muchos centros de investigación o universidades tienen guarderías. Aquí la UPC se podría plantear una. Sería un mensaje de que la maternidad importa”, sostiene.

A nivel personal, con un marido investigador también y ayuda en casa, admite que es ella quien más renuncias ha tenido que hacer. “Él tiene cierto grado de corresponsabilidad pero yo viajo mucho menos de lo necesario. Ahora que mi hijo pequeño ya va a la guardería ya voy volviendo, pero que viajáramos los dos al ritmo que requiere un investigador para ir a congresos y encuentros era imposible. Pero no se puede tener todo. Él también ha renunciado a estar más presente con sus hijos”.

Núria Ferré Huguet, química y profesora de FP

"Llegué hasta el máximo donde me permitieron por ser mujer"

No quiere salir sola en la foto, porque dice que sus alumnos son los verdaderos protagonistas. Profesora por vocación, acaba de ganar el premio M-Schools de la Mobile World Capital al mejor proyecto educativo usando nuevas tecnologías por una actividad con alumnos de FP de Electrónica para utilizar la realidad virtual para recrear cómo montar y cambiar una instalación eléctrica en un edificio. 

“Cualquiera entiende lo que le propones si lo ve, y eso lo permite la realidad virtual. Hay que llevar los conocimientos al nivel de la escuela”, afirma. Es lo que le enseñó su profesor de ciencias cuando era una niña inquieta que se aburría en clase y la animó a que aprendiera por ella misma. “Hace 35 años, él ya hacía lo que ahora llamamos educación expandida, enseñar aprendiendo”.

De este profesor y de una familia payesa del Priorat que la hicieron “entender la tierra y el vino”, nació una vocación por la química que la llevó a cursar dos licenciaturas, en Bioquímica y Química, tres másters (Salud Mental y toxicología; Gestión Integral de la Calidad, Medio Ambiente y Seguridad Laboral; y coaching) y un doctorado en Toxicología Medioambiental y Salud Humana. Todo con sobresalientes y cum laudes.

“Sí, me he formado mucho, de hecho tengo una niña de dos años y sigo estudiando, ahora a las 11 de la noche”, admite. La Universitat Rovira i Virgili la incluyó como investigadora en el Institut Català de la Vinya y el Vi, pero también frustró sus sueños. “Llegué al nivel máximo que me permitieron para ser mujer. Yo quería enseñar y dar clases pero me forzaron hacia el márketing y me cerraron las puertas de la docencia. Además, a los 37 años quise ser madre y el ritmo que me exigía la investigación no era compatible con cómo quería educar a mi hija, no como una madre ausente”. Este miércoles estaba en la guardería de su hija enseñando a niños de 2 y 3 años y sus padres qué es la realidad virtual. “Y se lo pasaban pipa”.

Tras ser madre, decidió que quería enseñar. En el Institut Comte de Rius de Tarragona, muy cerca del campus principal de la universidad que le cerró las puertas, alumnos de FP básica --todos varones-- disfrutan de una profesora --y dice que en el claustro están todos muy implicados-- que entiende que la tecnología es “facilitadora” y que no hay una única forma de dar clase. “Cuando presenté el proyecto de MSchools a cientos de directores de escuela en el seminario Changing for Education, en el Mobile World Congress, les dije que ha fallado el sistema, no los profesores, que nos buscamos la vida, Y me quedé tan ancha”, afirma. Reivindica su tarea con alumnos de formación profesional como “un trabajo importante que hay que hacer desde la base. Aquí batallas por captar la atención, y hay que hacerlo con todo lo que tengas a mano, y te respetan, como profesora y como mujer, porque eres su referente y se dan cuenta de que les enseñas a salir adelante”, afirma.  Y como científica propone una visión integradora: “Hay que dejar de hablar de ciencias y letras, y hablar de futuro”.

CECILIA THAM Y LAURA FERNÁNDEZ, EMPRENDEDORAS

"Si una mujer destaca, lo hace con pasión"

Cecilia Tham y Laura Fernández llevan años creando en Makers of Barcelona (MOB) un espacio de coworking que abandera la promoción de la cultura maker: háztelo tú mismo con tecnología. Ahora se han lanzado a impulsar Future Funded, una nueva aventura que definen como una "revelación": ayudar a las mujeres a conseguir sus sueños, si pasan por la programación. “Aprender a programar puede ser muy caro y no accesible para todos. Las academias privadas cuestan dinero, así que se nos ocurrió que por qué no hacer un crowfunding para la propia educación. Ya hace tiempo que teníamos en marcha el proyecto YoungFish, que apuesta por jóvenes talentos en paro o en situación precaria que quieran formarse en tecnología para aprender. Y en un evento vimos que todos los que se presentaban eran hombres y tuvimos como una revelación: ¿dónde estaban las chicas?, así que decidimos financiar solo a mujeres y promocionarlo”, señala Fernández.

Después han decidido extenderlo en un futuro también a lo que llaman "personas con futuro pero que compiten en desventaja: refugiados, situaciones vulnerables…", según Tham, que ya ha abierto dos locales de coworking en la ciudad y plantea Future Funded como una empresa de interés social, del que la plataforma se lleva el 10% de lo recaudado.

La iniciativa busca candidatas y empresas dispuestas a financiar sus estudios o a ayudarle en su proyecto con tiempo o recursos, como un vídeo de presentación, una web o presencia en redes sociales. El compromiso para la elegida con quien le financia no es más que quedarse al menos tres meses trabajando para el principal sponsor. “Más allá de la financiación también contamos con un ecosistema de mentores que nos ayudan y una red de contactos profesionales”, señala Fernández, que dirigirá el proyecto.

La primera seleccionada en esta Operación Triunfo particular ha sido Tatiana Carol Morera, una diseñadora gráfica de 25 años que se preparará para ser programadora web completa con una formación que le cuesta unos 3.000 euros.

“Hay muchas mujeres en empresas que quieren apostar porque son chicas muy proactivas, con pasión por avanzar. Y si destaca, lo hace con pasión”, señala Tham. La mayoría de las candidatas tienen entre 25 y 30 años, pero ya se les ha interesado alguna cincuentona que no ha parado de formarse hasta ahora, sin que las empresas le hagan demasiado caso. "Y nos dice que si no lo intenta ¿qué hara? ¿Quedarse en su casa?".