"El piso cambió mi vida"

sin techo

sin techo / periodico

TERESA PÉREZ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Pedro Gómez (Almería, 1953) se recuerda a si mismo viviendo siempre en la calle. A los 8 años ya se escapaba de casa. Sus padres eran alcohólicos “y lo que ves en casa, lo acabas haciendo tú”, afirma. Y él se miró en el espejo familiar y también se convirtió en adicto a la bebida. “Me lo he bebido todo, hasta 16 litros en una mañana”, explica arrepentido. Ha sufrido numerosos comas etílicos. “Mi estado me ha llevado a ver bichos de todo tipo como arañas, culebras… tengo amigos que les ha entrado tanto pánico que se han quitado la vida”, aclara.

La víspera del día de Navidad del año pasado a Pedro, por fin, le tocó la lotería. No jugaba pero lo hizo por él la Fundació Arrels, que le proporcionó un piso para él solo en el barrio del Raval de Barcelona. Así se convirtió en uno de los beneficiarios del modelo Housing First, primero la vivienda, un sistema destinado a los casos crónicos y que está ganando terreno al proyecto de los años 90 cuando el objetivo de la fundación era lograr que una persona sin hogar durmiera en una pensión.

LLAVES DE LA PUERTA

A los 63 años, los cumplió el pasado 8 de octubre, es la primera vez que disfruta de un piso solo para él. “No tengo palabras para describir lo que sentí cuando me dijeron ‘Aquí tienes las llaves de la puerta’”, recuerda con emoción. “Ese día, cambió toda mi vida. “Es un piso precioso. Es mi casa y lucharé porque siga siéndolo. A los de Arrels les digo que de aquí me sacarán con los pies por delante”, puntualiza.

Describe su casa con el mismo entusiasmo que si fuera el palacio de las mil y una noches y con la misma alegría del que nunca ha tenido nada y al final logra un poco. “Tiene un comedor, la habitación, un baño y una cocina con nevera y todo”, explica deleitándose en cada detalle. Pedro se lava su ropa, se hace la comida. “Para mí es un motivo de orgullo y me da fuerza”, narra. Pedro paga por el piso el 30% de los 470 euros que cobra de pensión. "Antes me lo gastaba todo en alcohol y ahora puedo llevar dinero en el bolsillo", aclara. 

Lleva ya casi un año sin probar el alcohol. “Y sigo luchando. Cuando me despierto digo, a ver si mañana es todavía mejor”, señala. Pedro pelea día tras día para no tirarlo todo por la borda y recaer como ha hecho, dice, tantas veces porque “esta es la etapa más feliz de mi vida. Antes solo me quería morir”. 

Las pocas ocasiones en las que ha compartido techo con una pareja o con compañeros de ida y vuelta, siempre ha vuelto a la calle, incluso ha tenido un sitio fijo. Durante cinco años ha vivido en el mismo portal en los alrededores de la plaza de Tetuán de Barcelona. Sus estancias a cielo raso, las recuerda con respeto: “En la calle no se vive, se sobrevive. Me han pegado y me han hecho de todo”, dice. 

SEÑOR PEDRO

Pedro reconoce que desde que tiene piso ha empezado a ser una persona normal y corriente y hasta sonríe más. Ha cambiado tanto que, incluso sus conocidos, le llaman de otra manera:“Antes me llamaban Pedro el borrachín y ahora señor Pedro”. Se ha convertido en una especie de activista de Arrels. Va a la fundación mañana y tarde y dialoga con los sintecho que se encuentra por la calle para que hagan el mismo proceso de reconversión que ha hecho él. Y les pregunta: “¿Por qué no  intentas dejar la calle?”.

Pedro recuerda que a él le abrieron los ojos los de Arrels y que sin ellos no lo hubiera conseguido salir del pozo. "Estuve muchas horas y muchos días conversando con ellos hasta que dejé la calle", dice. Ahora cuenta con un equipo de apoyo de la fundación. Y cuando a Pedro le flojea la voluntad y la visión del alcohol hace acto de presencia, sigue los consejos de la entidad: date tres vueltas y cuenta hasta diez. Y mientras cuenta del 1 al 10 piensa en que siente solo y únicamente desea compartir con una mujer los años que le quedan. "Y decirle por la mañana. Hola mi amor que te hago de comer", concluye Pedro, que ha sido cocinero y ha trabajado en la hostelería.