La lucha contra una lacra social

Asesinatos de mujeres, no muertes

MANUEL VILASERÓ / MADRID

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Ochenta mujeres vestidas de negro se tumban en la calle. Su contorno se dibuja con tiza en el asfalto mientras se leen sus nombres. Simbolizan los cadáveres de las víctimas de la violencia machista del 2015. La lista se hace eterna. Son miles las mujeres que escuchan y muchas no pueden contener las lágrimas. Así empezó ayer en Madrid la primera gran manifestación contra el «terrorismo machista» en España. Y lo hizo frente a la fachada del Ministerio de Sanidad e Igualdad, destinatario de un sonoro abucheo por «no haber sabido estar a la altura de su nombre».

La idea de la manifestación partió hace unos meses de un colectivo feminista valenciano. La lanzó en las redes sociales y más de 400 asociaciones se sumaron fletando 280 autocares de toda España. La organización calculó que había logrado congregar a unas 200.000 personas. A las tres de la tarde, una serpiente gigante de color morado llenaba aún los dos kilómetros que separan la Cibeles de la plaza de España.

Tras escuchar la fatídica lista, Ángela González, cuyo exmarido asesinó a la hija de ambos en un régimen de visitas, dio lectura al manifiesto, que exige que la «violencia machista» sea una cuestión de Estado. «Las violencias machistas suponen la manifestación más violenta y la más grave violación de los derechos de las mujeres. Solo en el verano del 2015 han sido asesinadas 37 mujeres y ocho menores a manos de sus parejas», proclama.

Un grupo de militantes de Vox, el partido de extrema derecha liderado por Aleix Vidal Quadras, intentó boicotear la lectura del manifiesto. «Feminazis» y «el género no tiene violencia», gritaron durante unos minutos, obligando a Ángela a parar. Hasta que intervino la policía y se los llevó. Un estruendoso «basta ya» les respondió.

LOS POLÍTICOS

Contrastando con la actitud de Vox, casi ningún partido quiso faltar la cita. Pese a que el manifiesto criticaba «los recortes del Gobierno» en la lucha contra el maltrato y le reprochaba no haber ampliado el concepto de violencia machista, el PP mandó a Andrea Levy, vicesecretaria de Estudios y Programas. «Mi presencia demuestra el compromiso del partido con las mujeres», proclamó sin caer en que el resto de formaciones habían enviado a los dirigentes más relevantes.

Uno de ellos fue el secretario general del PSOEPedro Sánchez, convencido de que a partir del 20D liderará «un gran pacto de Estado ciudadano, social e institucional» para acabar con el drama. Pablo Iglesias, el líder de Podemos, respondió a Levy que «los que recortan y redactan leyes del aborto están en el bando contra las mujeres». Unos minutos antes se había fotografiado junto a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que reclamó a las instituciones que «se impliquen de verdad».

Los políticos se disolvieron en el interior de la marcha. La organización no quiso darles relevancia. La pancarta que abría la manifestación la portaban una veintena de mujeres supervivientes. Víctimas que habían visto la muerte de cerca, pero habían logrado eludirla.

Y detrás, miles y miles de carteles y eslóganes. «No son muertes, son asesinatos», «A la mujer que no lucha, no se la escucha», «No son locos, son asesinos», «Nos tocan a una, nos tocan a todas», estuvieron entre los más coreados. Otros optaban más por la ironía como «Manolo, la cena tu solo».

La indignación estaba presente. en cualquier conversación. «Somos más de la mitad de la población, es intolerable que se nos castigue de esta manera», lamentaba Encarna. Más de una echó en falta la presencia de hombres en la manifestación. No fueron más del 10%. Uno de ellos, Jaime, de 77 años, lo reconocía. «Aquí tenía que haber más hombres», reclamaba, mientras otro ironiba con que «se habrán quedado en casa preparando la comida».

Al final de la marcha se leyó el manifiesto en las cuatro lenguas oficiales del Estado España. El catalán de María Busquets, de la asociación Veu de la Dona Liure, resonó por las calles de Madrid, todo un símbolo en estos tiempos convulsos. Otro símbolo, en este caso madridista, la diosa Cibeles, fue por una horas estandarte del feminismo: junto a la fuente, la asociación Generando Arte colocó unas flores y telas en colores negros y morados.