Editorial

La lacra de la violencia machista

Tras diez años de la ley integral contra las agresiones a las mujeres, el número de víctimas no ha descendido

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¿Qué pasaría si cada año murieran en los campos de fútbol españoles 50 personas? Obviamente, se movilizarían todas las fuerzas policiales, legislativas e institucionales, además de generarse la repulsa social más absoluta. Pues bien, en España son asesinadas unas 50 mujeres cada año a manos de sus compañeros o exparejas y la respuesta colectiva no es suficientemente convincente. El fenómeno ha llegado a enquistarse de tal forma que se soporta el dramático goteo de agresiones mortales y solo se reacciona momentáneamente ante malas rachas en las que, como ha ocurrido este verano, el número de víctimas se dispara en un corto periodo de tiempo. La persistencia de esta lacra social, y su agravamiento, ha llevado a numerosos colectivos de mujeres a convocar el próximo sábado una marcha de protesta en Madrid.

Cuando se cumplen diez años de la aprobación de la ley integral contra la violencia machista, la lista de víctimas no ha parado de crecer hasta alcanzar las 700 mujeres asesinadas desde entonces. El cambio normativo era en aquel momento indispensable y ha sido sin duda positivo al crear los instrumentos necesarios para combatir una insoportable espiral. Pero las negras estadísticas demuestran que la ley no ha dado los resultados esperados, a lo que no son ajenos ni la desconfianza que aún genera la Administración en la mujer maltratada, ni los recortes en los programas públicos de prevención y las políticas de igualdad.

Pero el combate contra la violencia machista no es solo cuestión de presupuestos. Se requiere sobre todo una estrategia integral y sostenida en el tiempo que afecte a ámbitos como la publicidad, el lenguaje en los medios de comunicación y, sobre todo, la enseñanza. No es, en este sentido, una buena noticia que la asignatura de Religión haya arrinconado a la de Educación para la Ciudadanía, que incluía el tratamiento igualitario hombre-mujer o la erradicación de estereotipos tan peligrosos en la relación de pareja como «sin ti no soy nada» o «por ti moriría». Algunas encuestas revelan ahora que el machismo crece entre los adolescentes. Ante ello es obligada una respuesta social colectiva de la mano de una firme voluntad política para evitar que jóvenes de hoy sean maltratadores mañana.