FIESTA ASTRONÓMICA

Un eclipse eclipsado

MILÁN.El Sol, 'reclinado' sobre una estatua de la catedral gótica.

MILÁN.El Sol, 'reclinado' sobre una estatua de la catedral gótica.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Todo estaba preparado para el gran eclipse total de Sol, un fenómeno astronómico solo visible desde Europa y que no se iba a repetir en el continente en los próximos 11 años, pero finalmente las nubes deslucieron el espectáculo y dejaron un sabor agridulce y hasta de amargura a quienes llevaban meses esperando el momento.

No solo estuvo cubierto o parcialmente cubierto en Catalunya y buena parte de España, donde el eclipse era solo parcial, sino también en los territorios más favorables geográficamente, como Escandinavia, Islandia, Irlanda y Escocia, e incluso en uno de los pequeños enclaves donde los aficionados más apasionados habían instalado sus campamentos: las islas Feroe, en el Atlántico norte. «Ha sido una lástima. Todo un año preparando el eclipse... Sabíamos que esto podía pasar», declaró Miquel Serra-Ricart, astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y del Proyecto Gloria, durante la transmisión del fenómeno desde el archipiélago.

LLUVIA EN EL ATLÁNTICO NORTE

Las islas daneses de las Feroe, situadas al norte de Escocia, eran teóricamente el mejor lugar del mundo para observar el fenómeno porque el ocultamiento del Sol iba a ser total y se prolongaría durante casi tres minutos, y de hecho allí se habían desplazado unos 10.000 aficionados a la astronomía, pero una fina lluvia, en ocasiones un auténtico chubasco, no permitió observar ni el reflejo del Sol detrás de las nubes. Algo mejor les fue a los valientes que optaron por las Svalbard, un territorio del Ártico noruego donde incluso habitan osos polares, pero, claro, tuvieron que soportar temperaturas de entre -15o y -20o y una escasa infraestructura turística. En ambos emplazamientos, no obstante, sí se pudo observar la oscuridad en plena mañana, que es una sensación única, y un repentino descenso de la temperatura que rondó los tres grados.

En Barcelona, la Luna empezó a ocultar el Sol a las 9.11 horas (y unos minutos de más o de menos en el resto de Catalunya), y fue avanzando poco a poco hasta que en el momento de la plenitud tapó el 63% de la superficie del astro. En ese momento, a las 10.16, el Sol adquirió la característica forma de cuarto menguante, aunque siempre con las nubes difuminando la visión y con un color mortecino fruto del polvo en suspensión.

Albert Morral, de la Agrupación Astronómica de Sabadell, lo vio de manera más positiva: «No ha sido fantástico, está claro, pero todo el mundo que ha venido a observarlo con nuestros telescopios y se ha quedado un rato ha tenido la oportunidad de contemplar el proceso». Según Morral, hubo al menos tres momentos en que las nubes se retiraron. Jordi Núñez, director del Observatorio Fabra de Barcelona, que también había organizado una sesión de observación, afirmó que ni la privilegiada atalaya del Tibidabo se libró de las nubes. «Empezó fatal, aunque luego, en el momento máximo, tuvimos al menos una tregua de cinco minutos». Y ello permitió inmortalizar fotográficamente el fenómeno. Además, aunque el espectáculo no fuera total, sí fue una magnífica oportunidad para que los numerosos colegios que habían preparado el eclipse en clase pusieran en práctica los conocimientos aprendidos. Algo es algo.